31.12.06

Disculpas

Queridos amigos, sé que no os he tratado ultimamente con la proximidad que acostumbraba, visitándoos cada tanto para: embriagarme a veces; reirme a mandíbula batiente; gozar con la inteligencia y/o el talento; hablar con vosotros, sentiros cerca en definitiva. Pero es que ya véis la temporadita que tenemos, la cosa está que arde (perdón, un mal chiste); entre Augusto, el de Tikrit, las negociaciones con Ariel y las solicitudes de asilo de los que decidieron que la esperanza no era posible, no damos abasto.
Hoy me lo he tomado libre, porque sé que celebráis lo que está mandado y podré decir que compartimos ocio en esta noche de invierno; una cierta alegría por haber acabado más o menos como antes (virgencita, virgencita...); unos placeres puntuales (atracón incluído); chupetín del guapo, perrito o rayín.. y los afortunados, hasta polvete.
El Infierno es bastante austero en esta época del año, así que me recluyo en mis aposentos, pongo estratégicamente unas bengalas por las dependencias (como vosotros las velas), Jamie Cullum canta "Twenty something" mientras bailo en la penumbra con mi felicidad a cuestas.
No sé si os conté que me había enamorado, es una sensación plena quererse con el alma. Que seáis muy felices en la vida, yo puedo esperar, y me alegraré de veros canallitas. Buenas noches.

21.12.06

Left and right

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Crying hidden in the shower
wipe the tears with the right one
with the left hand stroke my face
And say to myself: it's OK, it's OK.

With the left part of my brain
I think this makes no sense
In the right part of my brain
I have no sense left.

With the dead part of myself
I feel the danger, the other jumps,
without a net ...there,
where your arms seem to be.

20.12.06

El desfile

Conservo de mi patria un par de circunstancias: el jugar solo y las manos sucias. Mi patria está escondida tras las nacionalidades que se me adjudican, tras las que asumo como propias y tras un velo impenetrable para nadie que no me hubiera conocido en esa tierra del éxodo. Va mi pabellón erguido sin que nadie pueda verlo, y resuenan los disparos fabricados con un palito de helado y el polvo estival de los caminos.
Añoro a mi patria cada tanto, y me gustaría imponérsela al mundo, como un dictador caritativo que reniega de Suiza y pone su empeño en el procomún.
¡¡ En pie señoras y señores que pasa la bandera de mi infancia!!.

11.12.06

Bienvenido Augusto

Vaya pasando hacia el estadio, que creo que a Ud. le gustan esos recintos: los invitados son todos del cielo, así que si no aplauden sabrá entender. Los suyos dijeron que no vendrían (eso creen ellos). Buenas noches.

2.12.06

Carta de amor a mis amigos

Me gusta estar solo, las orugas capturadas en el techo de la cocina necesitan atención; las bolas rodantes de pelusas otro tanto; la higiene personal; danzar cuando nadie me ve, con una gracia que no imaginaríais; lanzar aceitunas con un tirachinas a las infernales palomas; leer a los invisibles, casta maravillosa que me nutre y eleva; leer a los muertos y a los sabios; atender mi jardín; ¡dormir!, visitar el otro lado de la vida, donde nadie puede acompañarte; amar a mis modelos, inmortalizar sus poses serenas.
Podría seguir enumerando actividades imprescindibles para que pasarais del gesto de irritación a la benevolencia, de la empatía a la hipocresía burlona, pero es otro el tema que me ocupa.
Hoy quiero escribir una carta de amor a mis amigos, a la negra, tan vehemente siempre en su amor, al Gigante de Laruns que ama a mi hermana aún más que yo, a Fidelina que me ha enseñado tanto, a Xin que es el único sabio que he conocido, y que pena que me abandonó Susy , porque valía mucho; a Mr. Lau, que confió en mí haciendo que hasta yo lo haga. A todos ellos quiero decirles que son imprescindibles, que quiebro mi ostracismo sólo por ellos, por ser el mundo en vivo para mí. Mis amigos son una fiesta ambulante, una troupe que lleva el hielo a Macondo, un gitano con un diente de oro llamado Melquíades, a quien abrí mi corazón por no tener nada más que ofrecerle.

23.11.06

Siempre tengo la tentación de empezar a escribir mi legado, pero la certeza de que será una tarea ardua, no porque mi bagaje espiritual sea muy extenso, sino porque mi energía es escasa, me ha alejado de la tarea. Creo además que es bastante improbable que en lo que escriba, haya un aporte siquiera mínimo, a todo lo que ya han dicho otras personas con mayor clarividencia y talento y a los que al parecer nadie hace ni puto caso. La visión del mundo de cualquier persona, varía sustancialmente de acuerdo a lo que (y como ) le ha tocado vivir. Ya mi madre, hace una eternidad, repetía una frase oída en su infancia, "Cada uno habla de la feria según le ha ido en ella".
¿Y como ha ido la feria queridos?; ¿estáis seguros de que habéis hecho todo lo posible?; ¿engañasteis o al menos intentasteis hacerlo?.
Si volvéis a casa con peras pochas o lenguados estrábicos es que algo estaba mal calculado.
¿Porqué os da miedo en el último momento cuando acechan los sueños que siempre invocasteis?; ¿ Qué os hace descartar el probable espejismo por el espejismo absoluto?.
Estoy en la punta de un trampolín, debajo bullen aguas oscuras, voy a saltar; y como dijo mi amigo el Chapulín colorado: "¡Síganme los buenos! ".

16.11.06

Humildad

-El hombre podía ser un idiota, dije, pero al menos, había decidido elaborar una visión del mundo, estrictamente personal; no aceptar sin más, lo que otros habían pensado o desarrollado por él.
-Venga, no me jodas, que el tipo pretendía explicar : el viento y la primavera, las fases de la Luna y la condición humana, sin contar con los miles de hombres más capacitados que él, que a través de los siglos dieran una explicación coherente a estos fenómenos…Estaba como una cabra.
Como tantas otras veces, me ocurría, abandonaba la idea de sostener mis convicciones o razonamientos debido a una mezcla de inseguridad y pereza intelectual. Escucharme a mí mismo en algunas ocasiones, me producía una especie de incomodidad e irritación; callaba entonces, dando a mi interlocutor pié para que pensara que sentía su argumento más convincente que el mío ( aunque estuviera a años luz de esa eventualidad). Me daba de paso, una gruesa capa de barniz de humildad, que me resultaría de gran utilidad en otra escaramuza.

11.11.06

Uno tambien tiene su corazoncito

Hoy, mientras le indicaba a una viejecita un lugar para cruzar al parque, por donde las posibilidades de ser arrollada eran extremas, pensaba en vosotros, en todo lo bueno que me dais; en las horas magníficas que paso leyendo vuestras historias. Esas que si no fuera por vuestro intermedio no habría vivido nunca. Gracias a todos (me toca los huevos esa moda de duplicar los destinatarios por ser políticamente correcto) por si algún día me destinan a otro planeta y no me puedo despedir por las prisas.

6.11.06

...o aceptar el trato e ir pareciéndome cada día más a mí mismo

Tenía en la cabeza el post definitivo, lo fuí construyendo en ese mosaico dulce de la antesala del sueño; arriesgando incluso la posibilidad odiosa de desvelarme. Lo rehice muchas veces, hasta que quedé satisfecho con su contundencia y belleza, entonces me dormí con la satisfacción del deber cumplido y un texto hermoso en el morral. Viajé toda la noche por tierras deconocidas contagiando a los seres de los sueños con mi felicidad de estreno y aprendiendo de su peculiar cultura. Al arribar la mañana en el camión de la basura, una tierna modorra me lamía los tuétanos; me fui metiendo en mi vida despacito, puse la radio (primer error) y escuché a un locutor que decía, letra a letra mi escrito decisivo. No llegué siquiera a sorprenderme, porque un segundo camión me despertó; cabreado y en calzoncillos salí para preguntarles si cobraban por decibelio... era el camión de la basura.
Me estaba meando, así que fue un poco lo de siempre, de mala leche y sufriendo como desperté. Decidido a mejorar el prosaico comienzo del día, me dispuse a escribir la joya de la corona (segundo error): había desaparecido. Me esforcé hasta perder la paciencia, recordé a los oniritas tan divertidos de la noche y me pregunté si no es que se reían por la putada que me estaban haciendo. Desesperado por esta eventualidad, opté por jugar con sus reglas: me concentré en recordar lo que sonaba en la radio. Sólo pude recordar el final y supe que la próxima sería una nochecita burlona, decía así:

25.10.06

Día de marrones, y azules infinitos

Hoy he vuelto a hacer tareas que no me gustan; uno va especializándose en cosas grandes, bellas maldades entre el arte y la política. ¡Qué me vienen a mí, Luzbel Guerrero, tras un siglo de servicios, con chorradas del mundo del corazón (del bajo vientre, que dice mi amigo Pancracio Celdrán).
Bueno, uno tiene que ganarse el pan oiga.
La única gracia que le encontré al evento, fue Lucía; una gallega hermosa, con aspecto de cantante irlandesa y los ojos del color de los de mi nena. Me acerqué a ella con mi excusa de esta noche:
¡Sonno un paparazzi!..., ma...lei, é famosa?
-Tú eres un jeta pero hazme unas fotos.
Cambié al Castellano que hablamos en Madrid sin decir una palabra, le hice varias fotos, y todas son estupendas.
Después de fomentar una bronca en la recepción, me largué de allí.
Estos marrones se los podrían colocar a los becarios, seguro que le ponen más pasión a la cosa.
Volví a la oficina un poco mosquis, y me puse a ver las fotos; ella seguía allí, intentando adivinar en qué revista saldría.
He intentado dormir, pero su sonrisa echaba tanta luz dentro de mi cabeza...

23.10.06

Mutiny aboard

¡Hay tanto por hacer...!, la tarea es infinita, y para colmo, la Astenia Maleficarum (según M.Collin de Plancy en su Diccionario Infernal), me ha atacado. Estoy dudando entre abandonar parte de mis obligaciones con alguna argucia que colarle a Producción, o pedir vacaciones. La cuestión es que yo no quiero vivir así; me gusta tener tiempo, casi diría que es mi único anhelo.
Las empresas (sean estas las que sean), exigen a veces demasiado, y todos tenemos un mundo propio a cuestas que llevar dignamente.
¡Yo me rebelo!, y engañaré a quien sea para tener el tiempo de mimarme, porque me quiero, y soy lo único que en verdad tengo.

18.10.06

La memoria

Se sufre mucho por la memoria estos días; ocurre a nivel doméstico e informático. Pero cuando falla la memoria histórica, es hora de empezar a preocuparse. Cármen de Burgos, la maestra, periodista y escritora almeriense (conocida en la época como Colombine) y Clara Campoamor, diputada del Partido Radical, no figuran en ninguna enciclopedia. Lo curioso es que si bien mucha desmemoria puede achacarse a los vaivenes de la política, en este caso es achacable al mundo editorial.
Isaías Lafuente me ha hecho pensar en esto como una afrenta a la educación.
Hace 75 años, Clara Campoamor y Colombine, junto a un perfumado ramillete de mujeres avanzadas de la época, consiguieron el voto para la mujer española, luchando denodadamente contra una sociedad machista e incluso mujeres valiosas como la mismísima Victoria Kent (que para muchos lectores de hoy podría ser la madre de Clark).
EXIJO DESDE EL INFIERNO LA INCLUSIÓN DE ESTAS MUJERES EN TODAS LAS ENCICLOPEDIAS DE NUEVA PUBLICACION.*

* A partir de los tres millones de nuevas enciclopedias vendidas, se exigirá el canon infernal al uso, o sea las 500 luciérnagas de rigor a tratar con Marcinkus

17.10.06

Josto Maffeo


Quizás Uds.no le conozcan, es un italiano milagroso que comentaba noticias en las mañanas de los fines de semana en Radio 1.
Como el Ente está hecho polvo por los abusos del pasado y una necesidad de reestructuración, decidió prescindir de sus servicios. Cualquiera de vosotros que lo hubiera escuchado sabría, de qué clase de hombre hablamos. Hay profesionales que se hacen imprescindibles por el bienhacer y/o la gracia; este periodista reúne ambas cualidades.
NOESUNDIACUALQUIERA ya no es lo mismo (además porque le quitaron una hora). Es un programa amplio, que puede congregar a públicos disímiles, y todos tenemos algo que extraer de allí. Pido desde el INFIERNO S.A. que a las brillantes colaboraciones (a las otras me dá igual) que tiene el programa se les sume una vez más, Josto Maffeo, cuando acabe su tarea de: OJO POR OJO, LENTE POR LENTE en el Sáhara y aledaños.
¡Encima no duerme el tío!
Si quisiérais saber de él preguntad en: www.josto.net

14.10.06

Feriado diablil

Creo firmemente en que los libros deben leerse como fueron escritos; en estos días, leo un relato cada noche de: Bar del Infierno, de Alejandro Dolina. Se sugiere en este libro, la posibilidad de leer un relato cada día, pues cada noche, el "Narrador de historias" se ve obligado a contar (sin que nadie le preste atención en el bar infinito) un episodio con protagonistas, distintos y distantes. Es obvio que se disfruta más del libro si se es de algún barrio de Buenos Aires, sea Flores, Foresta, Mataderos o cualquier otro limítrofe. No quiero con esto decir que "El negro Dolina", haya escrito una pieza cada jornada, sólo que he aceptado el poco claro reto, como una de las opciones de leerlo.
Hay otro libro en cambio, que vengo leyendo desde hace veinte años; El Libro del Desasosiego, de Fernando Pessoa. En parte se trata de una actitud de lector obediente con las sugerencias y circunstancias de cada obra; también de una estratagema pueril que me permita aliviar el miedo a terminarlo algún día. Los fragmentos que componen este libro, pertenecen a distintas épocas; hay escritos de 1914 y de poco antes de su muerte por cirrosis a los 47 años. Pessoa ya murió una vez, el 30 de Noviembre de 1935, yo no puedo permitir que muera otra vez.
De tanto abrirlo aquí i allá, sin orden ni concierto, está hecho unos zorros el pobre, pero cada tanto me da la impresión de encontrar un texto nunca leído. Hoy ha sido uno de esos días en los que hallé una gemma nueva, y leí con la satisfacción casi olvidada las palabras que me estaban dirigidas.
Bueno, os tengo que dejar, se nos ha escapado un elfo exhibicionista, y ya tenemos por aquí suficientes problemas.

1.10.06

Visite nuestro Bar

Tengo muchísimo trabajo, hay una fila de peritos pidiendo consejo para ocultar trapicheos, entre ellos, el grupo más numeroso, es el de los que quieren el número de Pedro J. (¿se habrán creído que esto es el 118666?)
Así que queridos, me voy a quitar de encima al pesado de un interno: El talibán ortográfico, que hace siglos me viene pidiendo una cuña gratis. (Uds. verán, es un poco rarillo el tío)
Su página se llama cortoyconficcion, léanle si quieren mientras yo solvento estos enojosos asuntos.
¡Nooo, tengo una idea mucho mejor!, compren el libro de Alejandro Dolina: Bar del Infierno.
¿Saben Uds. acaso de algún homenaje mejor a los escritores que nos gustan?.
Esta pausa mía aliviará al menos un poco los dañinos efectos colaterales de bloguear en vuestros ojos (a los que me leéis, claro).
¿No soy un diablito encantador?, y sino, ¿cómo os atraigo para haceros la putada.

Visite nuestro Bar

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29.9.06

Dar

Te pueden dar un beso, un abrazo;
te pueden dar calabazas, o largas;
te pueden dar a entender o una colleja;
te pueden dar un aviso, o un toque;
te pueden dar jabón, o puerta;
te pueden dar pié o una patada en el culo;
te pueden dar una lección, o un consejo;
pueden darte por muerto, el pésame;
te pueden dar coba, o la enhorabuena;
te pueden dar un bofetón, un capón o un tiro;
te pueden dar gusto, y porque no, grima;
te pueden dar de comer y/o cobijo;
te pueden dar que hablar, dar que hacer,
dar que pensar y que sentir;
pueden dártela con queso, o incluso,
darte por culo.
Pero queridos míos, con respecto a la razón,
podéis daros por contentos con pensar que la tenéis, porque nunca nadie os la va a dar.

25.9.06

Letrinas no, gracias.

¡Hoy estoy muy contento!, por ello una ola expansiva me invade. No sé si será por una tarea titánica que he llevado a cabo en la jornada o porque ha llegado el nuevo disco de Jorge Drexler; la cuestión es que he decidido liberar una verdad que fue mantenida como secreto durante siglos, para que no accedieran a ella las grandes corporaciones multinacionales ni el "Chino" de la esquina de la casa de Tere. Atención señores abogados, que son los que se alimentan de las letrinas:
Pezqueñines NO, gracias, es el secreto del éxito, así como también la brillante: "el secreto está en la masa" de los nunca bien ponderados motopizzeros. (¡No veáis lo que me sugiere el corrector!, ¡obsceno, más que obsceno!).
El día que una compañía elimine las letrinas, o sea la "letra pequeña", conseguirá que una masa de seres, confiados al fin, opten por sus productos.
Ni abusar de los prácticamente desvalidos ante los bufetes, ni darles más de lo que han pagado. ¡VERDAD!, y veréis como desfilamos bajo vuestras banderas.

A todas aquellas empresas que se beneficien de esta generosa oferta, se hace saber que a partir de los primeros 3 millones de € de beneficio, deberán ingresar 500 Luciérnagas en el banco que destine el "Cardy" Marcinkus,( sí, es que algunas veces coincidimos por ahí en algún visnes) ;( y otra del traductor, ¿quien lo asesoraba, ¿Benny Hill?).
Huelga decir que aquí no nos andamos con "chiquitas"*.

* Esto no es "letra pequeña"

21.9.06

Benedetta Madonna

¿Se acuerdan cuando Madonna tenía en el Vaticano a su principal publicista?
Resulta que ahora la competencia ha encontrado en la actualidad, la oportunidad de devolver el golpe a la diva en decadencia y robarle las poco probables portadas; removiendo, por el precio módico de una jugada, las conciencias más exaltadas. Creo que las naciones de occidente no necesitaban el concurso de la Santa Sede para mejorar el Statu Quo.
Si es que estoy equivocado, y aquella nación tiene perfecto derecho a cambiar el planteamiento actual, que metan al paisito en el Consejo de Seguridad de la ONU.
No hay que meter los dedos en las llagas ajenas, antes que tener que hablar en Árabe, más vale quedarse calladito en Alemán.

16.9.06

El miedo

Anoche estuve en Italia, en Bari para ser más exactos, me llevó allí la intención de tenderle una trampa a un carpintero del que había oído hablar. Parece que otras personas habían tenido la misma idea, y me vi envuelto en un episodio violento con unos mortales calabreses que intentaron matar al barese disparando desde una ventana. No sé qué es lo que ocurre en esa ciudad de la Apulia, la cuestión es que cuando quise desaparecer, no pude hacerlo y me vi tendido en el suelo entre cristales mientras se cruzaban furiosos disparos. Sentí miedo por primera vez.
Horas antes, mientras caminaba por las estrechas callejas de la cittá vecchia con el hombre que había ido a buscar tuve la ocasión de conocer el mundo brutal en que se desenvolvía. Recuerdo claramente como entregaba un billete delgadísimo a un idiota que según me dijo, vivía asomado a su ventana; era como una pieza de pan de oro, que extrajo de un fajo que llevaba en su bolsillo con enorme habilidad. Tenía su efigie y era blanco por el reverso , me dijo que hacía eso cada vez que pasaba por allí. Alto y moreno, de una belleza extraña, mi objetivo era admirado y temido por todos aquellos con quienes nos cruzábamos, comimos y bebimos gratis en varias tabernas y era penoso nuestro avance ante las muestras de pleitesía que le rendían los transeúntes a lo largo de nuestro itinerario. Aquello me animaba, sentía que, de hacer bien mi trabajo, tendría a mi disposición un buen puñado de almas.
En un momento, arrastrándome entre los añicos de cristales y mampostería conseguí salir de la habitación y mezclarme entre la gente que llevaba a cabo no sé qué celebración religiosa. No recuerdo haber tenido tal sensación de desasosiego en mi larga vida. Sin la protección de aquel hombre, eludí trabajosamente las malas intenciones de varios demonios mortales del lugar y conseguí por fin dar en los suburbios de la ciudad de la que quería desaparecer. Vi una autopista a lo lejos y allí dirigí mis pasos sabiendo que la civilización está regida por un infierno más manejable. Cuando recorría ufano el último bloque que lindaba con un campo, vi una figura delgada parada dándome la espalda en medio de la calzada con una especie de larga gabardina, era extraño verle allí inmóvil, pero mi entusiasmo de alejarme de aquella pesadilla me invitó a la burla de una despedida; me di la vuelta al sobrepasarle para darle las buenas noches, pero antes de que pudiera hacerlo me dijo: -No vuelvas. Era el idiota.
Ahora, también yo temo al averno.

29.8.06

El síndrome de Estocolmo

Ángela llevaba recluída varios días en un cuartucho alejado de la vivienda principal y los oídos indiscretos de los vecinos; María Esther, su hija, la visitaba dos veces al día con el encargo de renovar el orinal esmaltado y llevarle algo de comer. Rafael sólo entraba en el pequeño habitáculo al anochecer, para llevarle su paliza diaria. Ángela, mujer enjuta y llorosa sintió pánico cuando la niña de ocho años la miró a los ojos con su mirada dura, y levantando la servilleta de su bandeja, le descubrió un revólver del calibre 38. Le ordenó a su pequeña hija lo repusiera cuanto antes a su sitio...¡Si él lo supiera...!
Una nueva mirada sin gesto alguno, y se giró sobre sus talones para marcharse altiva, sostenida por unas piernas blancas y flacuchas, dejando el comprometedor regalo a su temblorosa madre, que ocupó todo el día buscando un buen escondite.
Aguantó séis días de tunda puntual , y al séptimo despertó.
Mientras Rafael, confiado por la mansedumbre con que su víctima había soportado el último castigo, reponía el cinto educador a sus pantalones de hombre firme, una fiera saltó sobre su espalda aprisionándolo con todas sus fuerzas, al tiempo que apoyaba algo frío sobre su sien derecha. El "clic" que sonó pegado a su oído le heló el espinazo. Ángela no tuvo ánimos, ni fuerza para apretar el gatillo una segunda vez, el mensaje del destino la había anulado definitivamente. La soba fué tan brutal que fué un milagro que aquel despojo humano la hubiera sobrevivido. Despertó a María Esther para prometerle que la enviaría a servir al cumplir los 12 años, cosa que cumplió en el mismo día de su duodécimo cumpleaños. Aquel pueblo norteño siguió deslizándose en la particular normalidad de sus costumbres; María Esther se había convertido en Titina, una hermosa moza desterrada de los dominios de aquel hotelero leguleyo y cruel.

Cuando la maldad creó un absceso en aquel cerebro purulento y se lo llevó a la tumba, Ángela fué la viuda más doliente, denostando ante quien quisiera oirla, durante años, a María Esther, quien según ella se había presentado en el velatorio, con un abrigo rojo y una actitud vergonzosa. Titina al oir esta historia siempre comentaba que jamás hubiera considerado siquiera asistir a las honras fúnebres de un monstruo, y que nunca tuvo un abrigo rojo, ni de ningún otro color.

11.8.06

Oda al film transparente

Hay inventos de vuestra civilización
como las armas de destrucción masiva,
la hipocresía, El gran hermano y el Bótox
que deberían enrojeceros la razón.
Otros en cambio trepan a la cima
del Olimpo asombroso de lo práctico.
sustituyendo al otrora indiscutible
reluciente envoltorio de pitanzas .
Lo uso para tantas cosas
que no puedo imaginarme sin su alivio
a la hora de embalsamar a un bocadillo,
o proteger los cacharros tecnológicos
en mi perdida batalla contra el polvo.
Envuelvo incluso mi libro de las aves,
cuando salgo a reclutar un ornitólogo
o una belga entrada en años que se apunte
a elogiar mi cuidado con las cosas,
comentario casual en el que basa
su estrategia de orientarme hacia sus sábanas;
y yo voy , claro,
y aprovecho a ofrecer mi mercancía
Mientras tejo la maraña que un buen día
me dará su alma envuelta en plástico.

24.7.06

In memoriam Lucca Godino


En lo que a mí respecta, esta historia se termina aquí; es bastante desagradable y repetitivo asistir a los vanos esfuerzos de este desequilibrado para exculpar a su "maestro".
Lo importante de estos hechos es que me permiten aclarar la suerte de nuestro becario desaparecido veinte años atrás.
Lucca Godino apuntaba maneras; se decía que era hijo de uno de los hombres más crueles de la historia de la criminalidad.
Cayetano Santos Godino, quien bajo el sobrenombre de: El petiso orejudo, dejó perpleja a la sociedad argentina de los años veinte del siglo pasado con sus horrendos crímenes.
Elsa Lavalle era una prostituta, que sembró la tierra sin saberlo, de un malvado de aupa.
Aprovechando vuestra endemoniada tecnología, os dejare pistas para que conozcáis al idiota supremo convertido en monstruo.
Damas y caballeros, con Uds. : Santos Godino

23.7.06

Fuí al lugar de nuestro encuentro una hora antes de lo pactado; toda esta situación se me escapaba y tuve la intuición de que jugaría con más ventaja si conocía todas las posibilidades sobre el terreno de antemano. Aparqué sobre Arturo Soria en la esquina de Fernández Caro (sabía de este atajo que te permitía esfumarte en segundos). Les ví llegar juntos; el camarero (nunca supe su nombre) venía con su indumentaria y olor habitual, y el camaleón al peor estilo McGiver: gorro negro haciendo juego con el disfraz de sigiloso; era como la maqueta de un gurka de Vogue.

_23,00 Hs en punto, somos un gran equipo.
Claro que sí inspector, terció el "guiños".
No fué una mosca lo que se me puso detrás de la oreja, fue un pterodáctilo con un plumas.
_Amigo, a Ud. le toca la parte más peligrosa, vaya por detrás de la casa y espere nuestra señal.
Cuando pasó a mi lado me hizo un guiño discretísimo para su estilo y susurró:
Es un fiera el inspector Godino.
El abrir las puertas se le daba bien, porque no tuve tiempo siquiera de ponerme nervioso cuando me hizo señas para que entrase.
Como si ya conociera el camino, se dirigió hacia la cocina y de ahí al patio trasero; ahora entendía lo de los guantes, porque parecía que se guiaba más por el tacto que por la vista, tocaba todo, como si quisiera impregnarse de aquella atmósfera malsana, ..si se quitara las putas gafas oscuras....
Había crecido hierba sobre los montículos, pero el panorama seguía siendo inquietante.
Me llamó desde la pared que sujetaba la reja de la parte posterior del jardín y me enseñó un agujero estrecho:
_Por aquí asomerá la cabeza cuando le llame, y me dio un martillo que llevaba en una especie de zurrón.
No pude pensar siquiera en ello, se asomó y chistó a la res bípeda.
Fue como si lo hubiera practicado toda mi vida, el golpe prodigioso en tempo y precisión, produjo un sordo ¡crack!; que me infundió respeto, para asegurarme, pues la situación del cuerpo era cómoda para ello, dí un corte con mi navaja en la garganta del infortunado.
Tuvimos que dar un pequeño saltito hacia atrás, aquello era una fuente. Aprendí que asir por los cabellos a un hombre que muere, transmite una extraña energía.
McGiver me hizo señas para que tiráramos de él.
Costó lo suyo, porque el menda tiraba solo.
Cavé con energía, pero el terreno ayudaba; en un momento, el gurka me hizo señas para que saliera del hoyo.
Pala en mano me paré a su lado para admirar mi obra.
_Un trabajo bien hecho, dijo mientras yo daba un paso atrás y lanzaba mi golpe en un zumbido que acabó en un ¡CLANK!, que no sólo no imponía respeto, sino que me dieron ganas de reir, parecía un sonido de dibujos animados. Saqué de su chaquetón una cartera sin dinero y la documentación italiana de un tal Lucca Godino, agente de servicios funerarios, gestor de bolsa, catedrático de biología etc., etc.
Bueno, otra gamba más.
Entraron los dos cómodamente; una vez satisfecho del aspecto del nuevo hogar de mis amigos, busqué el mejor lugar para Sandra, lo encontré debajo de un limonero, terreno sin ultrajar para el último de mis sueños.

22.7.06

Definitivamente el tipo estaba tocado del ala, le había dicho al camarero que era vital para la investigación que se encontrara con nosotros, y que él era ni más ni menos que el presidente del grupo empresarial del periódico. Según él, a mí me había puesto por las nubes.
-Seguro que el camaruti estará flipando con la posibilidad de trincar grosso.
_Perdón?
-Digo que el camarero pensará que está ante un montón de dinero.
_En cualquier caso está ante la solución de todos sus problemas.
-¿Qué problemas?
Me dio una de esas palmadas en el hombro de las que siempre me quedaban dudas si había habido en realidad contacto y se fue por la noche con su traje de camuflaje leopardo albino.

Iba escaleras arriba con los dos hijos de "D"; yo la amaba. Vertiginosamente el sueño cambió de rumbo, y arribábamos a un pasillo en lo alto del edificio; dejé de escuchar a los niños detrás de mí y me dí la vuelta; ahora eran dos perrillos tan pequeños que podían pasar por debajo de la barandilla y caer al vacío. Me apresuré hacia ellos, pero no llegué a tiempo de evitar que el más pequeño, se precipitara hacia un ruido sordo que me heló el espinazo. Todas las complicaciones, todos los reproches del mundo y la tristeza, nublaban mi futuro en ese instante feroz. Desperté de mi parálisis cuando vi que el perrillo restante se acercaba a husmear el lugar por donde habia desaparecido su compañero. Cuando estuve junto a él y sin dudarlo siquiera lo empujé con mi pié derecho hasta que cayó entre gemidos.

21.7.06

Quedé con el electrodoméstico al atardecer del día siguiente en la esquina del bar cercano al chalet de Arturo Soria.
Cuando lo ví venir no daba crédito al espectáculo. Venía en plan "Línea blanca", esto es: zapatos, calcetines, pantalón, camisa y chaqueta blancas, rematado todo ello con un sombrero blanco dos tallas mayor que la suya. Supongo que esta era su forma de no llamar la atención. Me propuso entrar al bar, y le recordé que el camarero me conocía.
_Por eso estamos aquí, dijo arqueando sus cachetes de momia a modo de sonrisa.

-Ah, ya sé, cooontrolarr..
_ Ud podría ser mi mejor alumno.
Cuando iba a preguntarle de qué, se acercó el camarero con una actitud rayando en la profesionalidad de una novela negra, y tras un saludo afable y cortés preguntó:
¿Qué van a tomar los señores?
Iba tan bien el tipo que Tutankamon me miraba inquisitivamente; pero claro, la tenía que cagar de alguna forma: al irse me guiñó un ojo con la misma discreción de una de esas putas viejas de la calle Amparo, en la frontera de la prostitucón y la mendicidad.
_Comenzaba a pensar que me había engañado usted.
- No cantó nada el guiño, ¿a que no?
_Perdone, pero no le entiendo
-Es igual
El camarero trajo los cafés y LaGartijo le pidió tres sobres más de azúcar
Muy bien señor, contestó servil haciendo un amago de reverencia. Lo veía venir, pensé que si me guiñaba el ojo de aquella forma, iba a estallar en una carcajada; tal cual, lo malo fué que cuando lo hizo, acababa yo de tomar un buen trago de café.
media milésima de segundo despúes de que entrara en la cocina, un aerosol humano entraba en erupción. El café y la ropa blanca nunca se llevaron bien.
El zorro de las nieves estaba hecho propiamente unos zorros, y acabó en la cocina auxiliado por el atento camarero.
Tardó un rato en salir, y cuando lo hizo, venía del brazo del guiñador. Nos despedimos (afortunadamente sin guiño esta vez), y ya en la calle, eL Guarro dijo con aire triunfal:
_Hemos quedado con él mañana a las 23,00 Hs

20.7.06

Cuando uno por fin entiende las reglas del juego, casi todas las piezas encajan; pero no hay una satisfacción vinculada a este triunfo de la inteligencia. Dolorosa conquista es comprender que cada uno es un universo; y que en él, se es dios y esclavo, demonio y filántropo con un solo fin, la propia supervivencia . Así como la madre Naturaleza desparrama sus cebos entre sus criaturas con un único fin, así damos nuestros favores a nuestros huéspedes. Les adulamos y jugamos con ellos a que les admiramos, siempre con los ojos puestos en nosotros. Complicado mecanismo el que nos hace ocultar quienes somos mientras tendemos nuestra trampa. Buscamos que se nos valore por lo que somos, como si alguien pudiera entender realmente que existimos como entes autónomos, no como meras piezas de este ajedrez fatal de las relaciones humanas. Proveedores o presas, negociamos nuestra existencia en un mercado de fieras educadas que hacen los mismos números que nosotros, que han aprendido que si simulas dar, podrás quitar, como tu has nacido sabiendo y aún así han tenido que enseñarte.
Qué dulces eran los besos de la ignorancia de este reglamento sombrío, qué grandes los ídolos de nuestro candor generoso y atolondrado, que ofensiva la realidad destemplada de los descreídos, prosaica y canalla ante tu corazón aspirante a ser superior .
Quisiera por una noche vagar por la ciudad con mi corazón de los 17, ¡…volver a los 17 ! como cantaba Violeta …y claro, se terminó matando, porque aunque pudieras volver, tendrías las ropas manchadas del llanto y la miseria de haber sido adulto aunque fuera por un día. Volver, nunca es no haberse ido; y los sueños no perdonan a los desertores.
El destino te ha ignorado a la hora de repartir las armas contundentes, y la astucia te queda grande, así que te quedas en un rincón oscuro y esperas recoger los besos caídos, los puestos desdeñados y los corazones vacantes de tanto miedo a la soledad, pero no eres sincero. Nunca has dicho que en realidad, cuando quieres a alguien, es porque tienes un motivo para hacerlo, y nunca ese motivo ha salido de los límites estrictos de tu mundito interior. La generosidad es siempre una inversión; y los corazones ajenos, una escala hacia lo inconfesado de nuestras aspiraciones últimas, sean estas las que sean.
Ambicionamos poseer lo mejor, como una garantía del reconocimiento por parte de los demás, pero en el fondo, la opinion de los demás no tiene más valor que el que le adjudicamos en cada momento, nunca es algo definitivo. Los demás son muchos, y hay demases y demases; como ya había descubierto Séneca cuando sentenció el poco valor que tiene la admiración de aquellos que tú no admirarías a tu vez.

19.7.06

Le conté todo.
Era para mí una liberación terminar cuanto antes.
No me interrumpió siquiera una vez, y al terminar mi relato, hizo algo que no esperaba.
-Vamos a ver cómo te sacamos de esta, me dijo mientras me daba una palmada en el hombro con su mano leve.
-¿Entonces no es Ud. de la policía?
_ ¿Cree Ud. que lo parezco?, preguntó con su sonrisa preferida para acojonar.
-La verdad es que no Sr.....
_Señor está bien.
-Oiga, no me diga que voy a tener que decirle señor cada vez, odio lo que implica la puta palabra, dije como si fuera yo el que dominaba la situación; una milésima de segundo después, cuando iba a comenzar a disculparme, me dijo:
_Bueene, L.G., puede llamarme L.G.
La suavidad del tono que usó me confortó, y me puso incluso de buen humor:
-¡Joder, como los electrodomésticos!
_Algo así, siempre por una vida mejor, laaarga y mejor.
-¿Porqué quiere complicarse la vida para ayudarme?
_Porque mi sobrino no me perdonaría que no le ajudase.
-¿Entonces es verdad?
_No, me dijo, y flasheó la sonrisa "cállate".

Repasamos los puntos en los que podría implicárseme con el caso y convinimos que, afortunadamente, aparte de la posibilidad de haber dejado huellas, sólo había dos personas a las que "controlar" (según la palabra que usó).
-¿Qué es "controlar"?, pregunté intrigado ante lo ambiguo del término.
_Ya lo verá, me dijo acariciándose el cuello, y creo que Ud. disfrutará haciéndolo.
Me pidió el libro, y se sentó a leer tranquilamente.

18.7.06

Lucho, si no le importa...
-Pero clare..qué cabeza la mía, siempre llena de luciérnagas...
-"¡Claaare!", con un meloncillo de esa talla los pajaritos iban a andar apretujados.
Era un tipo pequeñajo, con unas manos muy pequeñas y dedos muy finos, como de pianista, pero para esas flautas con teclas.
Sin embargo tenía mucha presencia ; creo que le conté dos gestos en la media hora que estuvo, y aún así se había expresado con muchísima claridad, al tiempo que llevó la batuta del encuentro.
Me dijo que en realidad no era tío del Agus, sino un antiguo amigo de la familia, tan próximo que todos le llamaban tío; que había sido médico forense y que su "sobrino" le había dicho que yo tenía contactos en el periódico.
Yo empezaba a pensar que para ser de la pasma era un rollo muy elaborado. Mis fantasiosas fanfarronadas ante mis colegas parecían haber trascendido; un mensaka conoce a gente si, pero del nivel más bajo. El Agus, al parecer, era un crédulo.
Su intención era hablar con alguno de los que habían cubierto el caso de Arturo Soria, pero no quería aparecer en el complejo sin una presentación.
La verdad es que sonaba creíble, pero el hecho de que un asunto sobre el que no había cruzado una palabra con Agustín le trajera a mi casa era bastante extraño...¿y donde estaba su "sobrino"?, lo de Londres no se lo creía ni él.
No se quitó las gafas (seguro que no veía un pijo en mi cueva), y hasta lo agradecí, porque era bastante difícil aguantarle la mirada; me curré con esfuerzo no mostrarme asustado y vulnerable. Mientras hablábamos del tema, esperaba ver venir la trampa, pero esta no aparecía, o al menos yo no la veía.
En un momento se asomó a la ventana y me dió la espalda durante un par de minutos; pensé que no sería difícil levantarle por las piernas y hacerle caer los dos pisos. Nunca supe porqué tenía estas fantasías, la primera vez que me ocurrió fue con una bibliotecaria siendo yo un adolescente lleno de granos; mientras ella me explicaba en voz baja como rellenar el formulario de pedidos, yo pensaba si su fina mandíbula se rompería si le acomodaba un gancho de derecha. Luché con todas mis fuerzas para evitar agredirla, y no había ningún motivo que lo justificara.
-Ni se le ocurra- le oí decir antes de darse la vuelta

15.7.06

Lo primero fue recoger el libro, el dinero y mi navaja, en ese orden, lo que dejaba claro que yo, era un poco menos yo. No necesitaba mucho más para esfumarme, para poner toda la tierra que pudiera de por medio. Estaba terriblemente nervioso, como para pararme a pensar en estrategias; la opción era clara, debía abrir el libro en cualquier página, el me diría los pasos a seguir:

Siento la muerte rondando, es una morena llamada Adriana, que intenta seducirme en sueños sucesivos. Anoche me invitó a su casa, me explicó cómo llegar por un laberinto de escaleras imposibles en un plano sin fin; me monté en el siguiente sueño y me planté frente a su casa. Era el número 16 pintado a mano, orlado por profusas decoraciones vegetales modernistas que me recordaron las orquídeas de Guimard. Supe al instante que el número no era arbitrario, y quedé a la espera de conocer su significado. Ella abrió la puerta, y su sonrisa era un canto de sirena difícil de desatender..

La verdad es que como I Ching era bastante inútil el párrafo escogido. Pensé en hacer trampas y abrir en otro punto del libro, pero desistí y me dispuse a abandonar la casa, quizás para siempre. Al abrir la puerta me llevé un susto de muerte; un mamarracho, con gafas de ciego y una boina azul encasquetada, hizo una mueca que pretendió sonrisa:
- Por fin nos conocemos amigo Nucho...

14.7.06

Estaba hecho un lío; no solo debía soportar unas noches que no eran mías, soñando los sueños de un muerto que no parecía generar más que episodios tristes, violentos o aterrorizadores, los días no eran mejores. Su forma de ver el mundo, era tan distinta, que actuaba sobre mí como el imán que lleva a un abismo, como los despiadados ojos de la serpiente que atenazan la voluntad del pajarillo. No podía concebir sin irritarme la idea de que este hombre fuera recordado como un loco asesino sin poder hacer nada para desmentirlo que no comportara un riesgo para mí. Decidí llamar a Agustín, su sensatez podría ser de ayuda. Había previsto ya dedicarle cincuenta boñatos para aplacar su prevista ira, pero agregué diez con la secreta intención de darle más de lo que le debía y jugar así la inestimable baza de la esplendidez. Me atendió un tipo que dijo ser su tío, y estuve a punto de colgar( nunca supe que el Agus tuviera tío alguno), pero en un alarde de rapidez mental, comprendí que no debía hacer nada que los investigadores esperaran para aumentar sus sospechas sobre un servidor. Además tuvieron el poco tino de poner a un tío con un acento tan lejano a Jaén como el de un sefardita a un sudaca. La verdad es que no sabría decir de dónde era, seguramente producto de sus fracasados esfuerzos por parecer creíble. Me dijo que su sobrino estaba en Londres y que tardaría un par de semanas en volver. Eso lo confirmaba todo, mi colega no hablaba una puta palabra de Inglés (creo que por eso me soportaba, por nuestra única coincidencia). Le seguí el rollo con un canguele bastante bien disimulado, y me dijo que me pasara cuando quisiera para recoger algo que había dejado para Nucho.
-Para quién?
-Pero tú no eres Nucho?
-Lucho, le dije (y pensé que eran bastante malos esos maderos)
-Ah, buene, le habré oído malo.
Su puta madre,¿ será que ese estaba más nervioso que yo?
- Bueno, me pasaré mañana o pasado, es que tengo mucho tajo estos días (y automáticamente pensé que la frase no era muy afortunada).

11.7.06

Cada día al levantarme, estoy más cerca del desastre final y no
parece que la reacción a tan delicada situación surja de las sombras
como por encanto. En el fondo, siento que haga lo que haga, seguiré
siendo un hombre triste, así las cosas, ¿de que me servirá salvar este
obstáculo si no voy a ninguna parte?.
Maldigo al dios de los repartos, porque no me dió energías suficientes para intentar ser feliz ni la estupidez necesaria para ignorar el problema.
Veo tipos por ahí fuera que ponen su vida al servicio de ideales incomprensibles, que son capaces de ser luchadores tenaces, sólidos pilares de la especie humana o borrachos inútiles que justifican la existencia de los altruistas a tiempo parcial de las ONG. De todos siento una envidia mal disimulada, porque mi vida no parece tener
ningún sentido; ni meta más que el sufrirla como un espectador insatisfecho, que no abandona la función ni disfruta de ella.
Me deslizo por la ciudad arrastrando mi incapacidad para la lucha y me pregunto:¿que ocurre dentro de las cabezas de toda esa gente indescifrable con la que me cruzo cada día?. Veo sus caras y no parecen traslucir ninguna tormenta interior, les escucho hablar y no parecen verse inmersos en ningún problema existencial, más bien parece que fueran incapaces de captar la posibilidad de los problemas existenciales. Entonces, si es posible vivir en la inconciencia, ¿porque no puedo yo ser uno de ellos?, ¿porqué me cuesta tanto aceptar la crudeza de este juego ?

10.7.06

Leimos lo que nos quedaba del libro., una vez puesto cierto orden en la disposición aleatoria de los escritos, estuvimos de acuerdo en que había una progresión violenta y autodestructiva en nuestra hipotética cronología de los sueños. En la simbología onírica de DML, la navaja ocupaba un lugar de privilegio, porque contamos 14 sueños en que aparecía la famosa navaja que nunca vimos, y al parecer la policía tampoco. Parecía que la importancia de este objeto, gracias a la posesión del libro, solo era conocida por nosotros.
Comencé a tener extrañas pesadillas en las que, una y otra vez, los protagonistas eran mi navaja y una progresiva pérdida de la razón. Poco a poco me iba identificando más y más a aquel hombre extraño; el punto de partida había sido nuestro fetiche compartido. Su navaja y la mía eran un elemento omnipresente. Recuerdo que cuando murió mi padre fué la única cosa que quise, siquiera di a mis hermanos la posibilidad de una negociación al respecto. La robé de su cajón la misma tarde de su muerte y la mantuve escondida hasta que abandoné la casa familiar años más tarde. Mi padre me había dicho en el curso de una cacería que el espíritu de un hombre vivía en sus objetos más preciados; ese día me había dejado disparar por primera vez, y me pareció que no era una coincidencia, que un ritual de iniciación había tenido lugar y que cada detalle debía tomarse como una ley del oscuro mundo de los adultos.
Apuntaba detalladamente todo lo que podía recordar de aquellos malos sueños y me limitaba a guardar un silencio estricto sobre ellos. Mi conducta corría la misma suerte que mis sueños y se deterioraba mi relación con los demás. Sandra intuyó que yo era un barco que se hundía porque, sin explicación alguna, dejó de llamarme y siempre tuvo una excusa a mano en las contadas ocasiones en que volví a llamarla. Llegué a profundizar tanto en el libro, que mis sueños eran la mera puesta en escena del onirismo de aquel hombre muerto y olvidado a las pocas semanas por el gran público.
Mi vida, sin embargo, se ligaba más y más cada día a las huellas imprecisas dejadas por aquel ser peculiar y atormentado por un mundo exterior que le desesperaba.

9.7.06

El Sábado por la mañana, Sandra se presentó en mi casa y noté que algo en mí le chocaba o producía una especie de rechazo porque a los pocos minutos sugirió que fuéramos a un bar que conocía; me pareció que la idea de que estuviéramos a solas, la incomodaba por alguna razón.
-Aféitate por lo menos. Sugirió.
-¿Qué quieres decir con eso de por lo menos? inquirí poco conciente de mi aspecto general. Me acerqué al baño y al verme al espejo entendí los reparos de Sandra; los ojos un poco hundidos, bordeados por un halo oscuro, barba de varios días y el cabello sucio y despeinado. Me adecenté un poco y salimos; en ningún momento hubo contacto físico alguno entre los dos, algo parecía haberse roto o al menos cambiado de forma significativa. En otro momento, aquello me hubiera preocupado, pero ahora, mis prioridades eran otras y siquiera notaba que había una mujer hermosa a mi lado. Empezamos por una de las cartas traducidas:
No sé cómo explicar el vacío de desesperanza que se agita en mi interior, no sé luchar contra esta fuerza oscura que me ha sumido en una confusión y un desánimo con sabor a tragedia. No puedo enfrentarme al mundo exterior ni comunicarme, sin un gran esfuerzo, con otras personas. He perdido el interés por casi todo . Algo dentro de mí está por resolverse y permanezco ajeno a las circunstancias de lo que habrá de ocurrir. Me irritan los ecos de esa alegría institucional de ahí fuera, los villancicos y las voces, los pasos de los viandantes y la urgencia de los automoviles. Algo está por estallar en mi vida, lo siento con una claridad que asusta, porque nada bueno podría ocurrir en esta atmósfera triste y desesperada .
El frío es intenso, fuera y dentro, y los recuerdos bellos aparecen como fotos descoloridas de un pasado lejano e irrecuperable. La soledad en que vivo, tiene el filo de los cristales rotos, y no puedo evitar arrastrarme sobre ellos. Vivo una enfermedad misteriosa que ataca a la base misma de la vida, y me encierro en una cuarentena que no sé si trabaja en pos de la salud o la enfermedad. Algo en mí se ha dado por vencido.

8.7.06

La conversación que tuvimos luego fué bastante tranquilizadora para mí. Sandra me aseguró que los que seguían el asunto, veían a la policía bastante desconcertada, sin pista alguna del asalto a la casa. Una cosa se daba casi por definitiva, se trataba de un suicidio. Ahora, más que nunca, el libro era la única posibilidad de desentrañar el misterio. Hice fotocopias de todo el libro y entregué a Sandra las páginas en Inglés maldiciendo mi ignorancia de esa lengua y quedamos para el siguiente fin de semana a fin de dedicarle al libro el mayor tiempo posible. Pasé los días siguientes intentando recuperar mi ritmo habitual, pero no fuí capaz de conseguirlo, mi vida había dado un vuelco y ya no me sentía al mando de sus evoluciones. Sentía aflorar en mí a un habitante de las profundidades de mi conciencia, sólido, hosco y obsesivo que siquiera sentía la necesidad de hablar, bañarse o comer.
Las fotocopias que había entregado a Sandra para que las tradujera, con la esperanza de que revelaran algo sustancial resultaron ser cartas de amor y desamor a una extranjera, que probablemente fuera uno de los infortunados inquilinos del jardín. En nuestra conversación telefónica del Viernes, prometió llevarlas traducidas al día siguiente y me hizo notar que percibía en mi conducta y hasta en mi voz, unas diferencias que no concretó.

7.7.06

Hacía calor, hice correr mi mano buscando la pantorrilla para desandar luego el camino subiendo lentamente por la cara posterior del muslo. La sentí estremecerse, eso bastó para que una especie de locura se apoderara de mi respiración, mis sentidos; busqué su boca a tientas con la mía, como un ciego; la encontré abierta y tierna, dulce como un lichi. Mordí su boca con la avidez de un náufrago, sus piernas me apretaban en espasmos mal contenidos. La cogí por las muñecas, y como a un enemigo al que se vence, la puse de espaldas sobre la cama. Ya sobre ella, la miré a los ojos mientras la sujetaba, en un juego sutil y tácito en el que no podría defenderse. Sus ojos decían que aceptaba el juego y su boca lanzaba dentelladas. Solté una de sus muñecas y la sujeté por el pelo de la nuca; eche su cabeza hacia atrás dejando el tierno y blanco cuello en primer plano, clavé levemente, una y otra vez, mis dientes en él. Ella se agitaba y yo estaba como poseído, no era decididamente mi estilo, bastante más conservador en el tema, casi diría demócrata cristiano.
Lentamente fui arrojando su ropa lejos del cuadrilátero; no dijimos una sola palabra, aquello era una guerra desesperada, desprovista de cualquier vestigio de afecto, una fiesta de las sensaciones. Yo parecía estar abocado al último festín de un condenado a la horca y la dulce Sandra a la recuperación de los sentidos tras unos años de amor puntual y desmotivado. No recuerdo haber tenido una primera relación parecida con mujer alguna. Como si el destino se hubiera propuesto rematar una buena faena, nos obsequió con un orgasmo fortuitamente simultáneo. Como una flecha envenenada de placer extremo, me atravesó, de Norte a Sur y de Este a Oeste, el rayo helado y a la vez incendiario del amor desnudo de amor. Sandra abrió su boca en un grito que nadie oyó, (incluído yo que estaba bastante cerca). Alguien cortó los hilos que movían su cuerpo, quedó como paralizada. Me dejé caer a su lado sin pensar en nada, no sentía el impulso de ser cariñoso con ella, es más, no había en mí impulso alguno, simplemente estaba allí.

6.7.06

No sé porqué martilleaba el recuerdo de estas líneas en mi caótica cabeza. La poca presencia de ánimo que en mí es habitual, se había perdido por completo. Volví a casa y me eché sobre la cama. Lo suyo era dormir, dormir durante meses y despertarme habiendo olvidado esta pesadilla; cuando todo estuviera resuelto, para bien o para mal. Lo fundamental era quitarme de en medio mientras se decidía mi suerte sin que yo tuviera que pensar en ello. Hubo épocas en las que intenté luchar contra el inmovilismo que me domina a la hora de las decisiones, pero sin resultados. Una vez atrapado en alguna telaraña, me dedico a esperar a la araña, confiando en que hará un trabajo rápido y limpio.
Por la tarde llamó Sandra enterada de las novedades. Sentía la necesidad del apoyo de alguien que estuviera al tanto de los hechos, pero al mismo tiempo quería estar solo. Ella insistió y quedó en venir esa misma tarde. Fue un buen gesto. Cuando vino, yo estaba en la cama; fui a abrirle tal cual estaba, con una camiseta de algodón, (mi preferida) y calzoncillos, (también los preferidos), de no ser así, me habría vestido. El recibirla de ese modo era algo impensable en una situación normal, pero el cariz de los acontecimientos, admitía excentricidades.
Abrí la puerta, siquiera la besé y volví a la cuna. Ella fue tras mis pasos y se echó en la cama conmigo. Nunca hubiera pensado que todo sería de este modo, ¿para qué me había devanado los sesos intentando conseguir lo que estaba ocurriendo con absoluta naturalidad?. Claro, mi desgracia contribuía.
- ¿Crees que pueden localizarte? preguntó.
No contesté, me di la vuelta y la abracé, hundí la cara contra su pecho como si quisiera desaparecer. Dejó caer sus zapatos y multiplico su abrazo con las piernas. Yo estaba francamente mal, preocupado, con miedo y confuso, pero comencé a sentir una sensación que me liberaba de mis problemas. Todo lo que había deseado unos pocos días atrás estaba ocurriendo,¡ pero lo sentía de un modo tan diferente !, como si no fuera yo el que lo vivía. Ella hablaba diciendo cosas tranquilizadoras que yo no alcanzaba a entender, había sintonizado con su piel, su aroma, no percibía nada más.

5.7.06

¿Podía yo realmente confiar en Sandra y su discreción?. Quizás a esta hora ya le habría contado todo, o casi todo a su marido y en pocas horas estaría la policía aquí para llevarse mi libro, mi minicadena y el dinero conseguido con tantos miedos. Cogí el libro y el dinero, era muy temprano, salí a la calle y me metí en el coche. No tenía muy claro lo que estaba haciendo, pero la idea de quedarme en casa no era muy tranquilizadora. Estuve una media hora sentado en el coche mirando hacia el portal, dispuesto a esfumarme a la menor visita sospechosa. Alternativamente pensaba que lo que hacía era inteligente y precavido, para luego pasar al otro extremo y verme como un estúpido y un paranoico sin mayores motivos. Claro que un paranoico no necesita que nadie le dé motivos, él solito se las arregla. Ese pensamiento me desanimó. Finalmente, decidí dar una vuelta por el chalet y ver el movimiento que allí había. Llegué bastante tenso, di una pasada lentamente por la casa y vi lo que me temía. Una intensa actividad de personas que entraban y salían, dos coches de la policía en la entrada, en la rampa del garaje y curiosos en grupos por los alrededores. Mi primera reacción fue desaparecer de allí lo antes posible. Tomé por la primera calle para el cambio de sentido y me encontré con el bar en que acechara tantas cañas. Luchando contra el miedo de estar entrando en la boca del lobo, detuve el coche y entré en el bar dispuesto a enterarme de lo ya sabía; al menos eso creía yo. El camarero me reconoció y se acercó a mí.
-¿…y? ¿ qué me dice del nuevo episodio?
-Pues por ahora muy poco, ¿qué ha pasado?
- Que el tío ese ha aparecido muerto. Lo dijo con la satisfacción morbosa de poder dar una primicia, de ejercer de enterado. Pedí una cerveza que no pude tomarme y trataba de escuchar todas las conversaciones a un tiempo, buscando datos aquí y allá. Oí estupideces a granel; solo faltó la adjudicación de su muerte a la conspiración judeo-masónica. Yo también tenía mis especulaciones, pero comentarlas allí no se me hubiera ocurrido ni ebrio ni dormido. Dejé el bar y me sumé a los curiosos que rodeaban la casa; allí supe unas pocas cosas más.
Que el olor del cuerpo descompuesto en la bañera había alertado a los vecinos, que con el síndrome de los cadáveres del jardín no dudaron en llamar a la policía, que una de las ventanas presentaba signos de haber sido forzada, con lo que la hipótesis del asesinato no quedaba descartada. Recordé aquel olor al entrar y un amago de arcada trepó por mi interior. Mis piernas comenzaron a temblar; estaba seguro de haberme metido en un buen lío, del que no sabía si podría salir indemne. Era claro que el hombre estaba muerto en la bañera mientras yo rapiñaba en la biblioteca y existía la posibilidad de haber dejado huellas que no se habrían buscado por un robo, pero sí en un asesinato y que dieran con mis huesos en la cárcel por algo más que un simple expolio.

Los sueños nos guían irremediablemente a la realización de sus contenidos, juegan con nosotros y nos impulsan a la destrucción . Debo escapar a su influjo.

4.7.06

Entran dos hombres por la ventana de mi habitación y se sientan sobre el borde de mi cama . Estoy despierto y tranquilo, les oigo cuchichear. La puerta de la habitación está abierta. Me levanto de la cama fingiendo no notar su presencia; me dirijo a la puerta y la cierro. Vuelvo lentamente a la cama y les digo en tono de extrañeza: ¿ Qué están haciendo aquí dentro?…salgan por favor. Silenciosamente, sin protesta alguna se encaraman a la ventana y salen . Me acerco a la mesilla de noche, y de una mirada reviso lo que hay encima de ella; está todo lo que estaba, incluida mi navaja, que de todos los objetos es el más importante. La abro justo en el momento en que un nuevo desconocido aparece en la ventana y se dispone a entrar. Echo mi mano armada hacia atrás, como quién estira un arco amenazante y el hombre ahoga un grito de terror al verme y escapa. A unos diez metros, le intercepta un grupo que le agrede brutalmente; uno le asesta un botellazo en la cabeza y al caer es víctima de puntapiés e insultos, le dejan como muerto. Despierto sobresaltado.
La alegoría del sueño me pareció clara, temía encontrar en el libro algo que delatara a DML, ser el causante de que cayera sobre él el castigo de la sociedad.

3.7.06

Mientras pasábamos las páginas, la personalidad de DML me iba seduciendo; ya no quería que este hombre fuera un asesino, y si lo fuera, no sería yo quien le descubriera. Veía en sus sueños y extraía de sus confesiones, de las poesías que recopilaba, la idea de una lucha dispar que estaba produciéndose. El mundo contra Domingo Moreno Lobo. Era evidente que odiaba la mediocridad sin poder escapar del todo a ella, buscaba a tientas un mundo luminoso que le daba la espalda y se refugiaba en sus pensamientos lúcidos por momentos y extravagantes, o mejor, incomprensibles en otros.
Intuía que a Sandra le ocurría algo parecido, o al menos lo deseaba como forma de medir su espíritu, sus otras medidas eran lo que yo necesitaba.
Sobre las siete hicimos un alto, la intensidad de nuestra curiosidad nos había tenido más de dos horas sumergidos en el libro. Eso sin haber tocado siquiera los múltiples tramos en Inglés.
Preparé unos bocadillos y abrí otra botella de cerveza. Al volver a la sala, la encontré extendida en el sofá con el libro apretado contra su pecho y la mirada perdida en el techo. Sin pensarlo mucho, me incliné y la besé en la boca; no colaboró, pero tampoco ofreció resistencia alguna y me sonrió, lo cual alcanzaba.
-Esto es para que veas que lo que te dije antes iba en serio.
Se incorporó, tomó mi cara entre sus manos y me besó a su vez. Dejé las provisiones y los vasos en el suelo y me senté a su lado . La cogí por la cintura mientras seguía dándome cortos y dulces besos con los ojos cerrados, y cuando mi mano comenzó a trepar en busca de algo con más entidad sexual me dijo:
- Vamos a comer.
Me sentía muy a gusto, comíamos y bromeábamos como si nos conociéramos desde siempre.
A eso de las ocho me dijo que tenía que irse. Con la promesa de llamar al día siguiente, me dejó a solas con el libro. No conseguí concentrarme mucho en él, por lo que lo dejé y fui a dar una vuelta por el parque con el alma llena.

2.7.06

¿A quién se refería cuando hablaba de "…tus deseos y debilidades…";
yo concluí, quizás por no pensar mucho, que se escribía a sí mismo en un claro desdoblamiento de la personalidad; además el argumento sonaba científico y sofisticado, y yo quería impresionar. Ella desmontó el artificio generosamente, sin destacar su cualidad irreflexiva, con una mención certera a "¿Cuántas veces fue mi ignorancia la que lavó tus culpas?.
Sin duda, la lectura a dos tenía mayor interés que la labor en solitario; la capacidad de especulación de dos personas, sobre un
mismo texto, es una progresión geométrica con destino generalmente disparatado, pero que genera una excitación especulativa susceptible de echar luz sobre un misterio. incluso, Sandra teorizó que el párrafo: " Nunca llegaré a saberlo … " era algo definitivo como la muerte, que cabía pensar que se refiriera a una de sus víctimas.
Quizás por corporativismo masculino, o por una solidaridad creciente con un tipo en problemas dije:
-Presuntas víctimas.
Sin levantar la mirada del libro, Sandra hizo un gesto sutil con las cejas, un germen del fastidio que cultivan las mujeres mientras nos van conociendo.
Estuvimos más de una hora saltando de una página a otra, buscando un nexo que no aparecía, y no entendíamos tampoco el que hubiera páginas en blanco entremezcladas con las escritas, unas veces a lápiz, otras, las menos, a boli puro y duro. Establecimos un plan de trabajo que nos obligaba a leer el libro ordenadamente y apuntar todo aquello incomprensible, esperando hallar más adelante, pistas que pudieran completar el puzzle:
" Quizás todo hubiera sido diferente con algunas victorias oportunas.
Nada sería seguramente igual, porque nuestra visión del mundo no se apoya en los triunfos, sino que se forja lentamente en la percepción de derrota que nos dejan algunas situaciones."

"Ved como monos al conjunto, empeñados en no ser diferentes, de tanto querer serlo."

1.7.06

Una vez aclarada aquella cuestión, nos metimos de lleno en el libro. Con el ego a salvo, Sandra repitió la misma operación que se había truncado ante mi negativa de desvelar la procedencia del libro; buscó la última página. Este detalle revelaba una personalidad ansiosa y el mismo candor que había demostrado yo cuando hice algo parecido con la secreta esperanza de leer algo así como: “…y entonces, con un cuchillo de grandes dimensiones…”. Nada de eso, lo que parecía el final, y luego descubrimos no era tal, estaba ocupado por unas confesiones dolorosas mas propias de un diario íntimo:
“ ¿Cuántas veces más habría de pagar mi dolor las deudas de tus deseos y debilidades?. ¿ Cuántas veces fue mi ignorancia la que lavó tus culpas?. Nunca llegaré a saberlo porque ya no hay forma, no hay testimonios fiables. Maldigo la debilidad que me impide poner fin a estos absurdos tormentos.
Maldigo a los imbéciles que murmuran en mi ausencia y a los que me compadecen. Durante años he confundido mi debilidad con la bondad . Se ha levantado ante mí una categórica evidencia. Mi personalidad se ha convertido en un rompecabezas compuesto e pequeños miedos, a la soledad, al ridículo, al dolor…al destino. No soy un hombre bueno, sino un pobre diablo que teme darle a Dios una patada en el culo, no sea que exista y se moleste. Estoy harto de los que se buscan así mismos en el Tíbet cuando podrían haberse encontrado, haciendo fintas frente al espejo del baño, o poniéndose los pantys de su hermana un día en que quedó solo en casa. El que dijo que la vida no era un lecho de rosas, omitió describir lo que en realidad era, un prostíbulo que huele a mierda y cloro, habitado por gente que hace cualquier cosa por despertarse mañana,una vez más. Me reconozco como un amargado, no considero a esta clase de hombres como algo detestable o dignos de pena, todo lo contrario, es un signo de lucidez; el optimismo, en cambio , se me antoja como un defecto de quinceañeros e idiotas que tropiezan con las calamidades sin darse cuenta, son los más peligrosos.”

30.6.06

Por el camino iba revisando mentalmente las condiciones de la casa trampa.
El baño estaba discretamente limpio (no recordaba haber visto calzoncillos sucios en los rincones. Había cervezas, ron, coca y el relativo desorden era más pintoresco que desagradable. Conforme con el escenario abrí el primer portal y luego el buzón; como siempre, mi correspondencia se limitaba a publicidad de un híper, ordenadores y dos reclamaciones por facturas atrasadas de gas y teléfono. El sistema era insaciable y despiadado. Subimos en el ascensor y percibí por primera vez una cierta tensión en Sandra, no digo que oliera a feromonas, pero igual asenté su leve turbación en el haber de mi previsto negocio.
Ni bien entramos, cogí una botella de cerveza y serví dos vasos. Le mostré rápidamente la casa, la amplia terraza, la cocina (de la que estoy secretamente orgulloso por no parecerse a ninguna cocina de soltero que haya conocido, higiénicamente hablando), y desde la sala, invadido por un pudor inoportuno, señalé una puerta y dije, “ese es el dormitorio”.
- Me gusta tu casa, ¿y el libro?
La invité a sentarse en el sillón y me puse en cuclillas a su lado mientras se lo entregaba.
-¿Y como lo has conseguido?. Preguntó mientras pasaba las hojas escritas en busca de la última.
-Prefiero no decírtelo.
Se me quedó mirando confusa; probablemente pensaba que todo esto no era más que un truco y supongo que maldecía su credulidad porque cerró el libro sin haber leído ni una línea.
Sin pensar en posibles consecuencias, supe que era vital quitarle aquella idea de la cabeza porque, aunque probablemente sus intenciones fueran parecidas a las mías, a nadie le guste que le tomen por tonto.
Se había quedado con las manos apoyadas sobre la tapa del libro; apoyé sobre las suyas mi mano derecha y me lancé:
-¡ Qué desconfiada eres guapa !…mira, tu me gustas, es más, me gustas mucho, y me parece una idea excelente el que estés aquí, tanto mejor si consigo seducirte, que hagamos el amor y todas esas cosas, pero aquí no hay ningún gato encerrado.
Mi prosa era fluida, precisa y efectiva, me sorprendió a mí mismo el hecho de ser tan directo en semejante cuestión sin el menor asomo de nerviosismo.
-El libro lo he robado, así como otras cosas que me da vergüenza reconocer, de casa del tío ese.
Estaba seguro de que me creía, y le narré los pormenores de mi, hasta ese momento, secreta incursión al chalet de Arturo Soria.

29.6.06

Siempre me costó caminar hacia alguien que me está viendo, nunca sé que hacer con las manos salvo que sea Invierno, y en este caso, hasta mis pasos perdían el ritmo. No había nada que hacer, esta mujer me tenía hecho un imbécil. Unos metros antes de su encuentro, caí en la cuenta de que no traía el libro conmigo; un choque frío me llevó las manos a la cabeza, y por fin supe qué hacer con ellas.
Después de todo, no era mala idea el que el libro estuviera en casa, donde también había música suave, cervezas y la posibilidad e atenuar la luz si fuera menester.
Estaba radiante; falda vaquera más bien corta y una camiseta de algodón amplia sin mangas, muy vulnerable a mis ojos que conseguían deslizarse con facilidad hasta la generosa redondez de sus senos. Las gafas oscuras le sentaban muy bien; muchas mujeres suelen esconder parte de su rostro tras las gafas de sol con resultados beneficiosos. En este caso, aunque no había nada imperfecto que ocultar, aportaban un misterio que se agradecía en aquella cara de no romper un plato.
-Hablame del misterio.
- Antes cojamos una barca.
-¿Con este sol?.
Mis fantasías comenzaban a derrumbarse muy pronto, además, tenía razón, era una locura.
Nos echamos a la sombra sobre el césped. Se montó las gafitas en la frente y me atravesó con aquellos ojos claros que siempre me habían turbado.
-¿Y bien?
-Bueno, allá voy; ¿recuerdas el “Libro de los sueños” ?
Entrecerró los ojos y elevó la mirada como buscando en las copas de los árboles un vestigio de algo olvidado. Aproveché su concentración para pasear demoradamente la mirada por el dulce abismo de su escote e instintivamente me mordí el labio inferior.
-! Ya…,¿ el supuesto libro de los sueños del tío del chalet?
-No tan supuesto, lo tengo en casa.
- !! No jodas ¡¡ dijo con cara de sorpresa.
-! qué boquita guapa ¡, ¿no sabes que esas cosas no se dicen?
-¿ Y qué hay en él?
Cambié de posición y cargué el peso de mi cuerpo estirado sobre el brazo izquierdo. Mi antebrazo derecho, así como el codo, presentaban un ligero enrojecimiento y estaban surcados por infinidad de líneas, formando un entramado irregular y confuso. Examiné la zona un poco más y requerí su atención sobre mi brazo.
-Lo que hay en el libro es algo así. Le dije enseñándole las marcas entrecruzadas que sugerían un jeroglífico.
- A ver si voy entendiéndote. Dijo mientras se incorporaba en actitud de máximo interés ( y adiós tetitas).
-¿Se trata de un libro escrito en signos a descifrar?
- Sí y no. Respondí echando otra pizca de misterio a mi guiso traicionero.
- ! Venga hombre, suelta ya ¡.
- Se trata de un libro manuscrito, en Castellano, Portugués e Inglés, pero estoy dispuesto a asegurar- aunque sólo he leído retazos aquí y allá- que se trata de un jeroglífico.
- Quiero verlo. Me dijo,
¿ahora? pregunté con aparente desgana mientras mi otro yo se frotaba las manos y se peinaba las cejas ante un espejo imaginario.
-¿Puedes? preguntó con un gesto de súplica burlona que supongo sabía letal.
- Puedo. Y me levanté de un salto extendiéndole mi mano. Una mano cálida sujetó la mía, no podría describir la intensa sensación que me produjo. Una vez en pié, retuve su mano un momento y disparé un rayo con mis ojos a los suyos; debí haber errado el lanzamiento, porque su rostro permaneció impasible. Otra posibilidad es que mi poder de seducción se encuentre alojado en alguna víscera inalcanzable a la percepción de los demás. Una décima de segundo antes de que la situación se inclinara hacia un ridículo inmanejable, solté su mano, y al modo de un líder que decide atacar la fortaleza dije gravemente: Vámonos.

28.6.06

De camino, pasé por la gasolinera, y por primera vez en mi vida, experimenté la gratificante sensación de decirle al de la gasolinera: “Lleno por favor”. Al decirlo, me sentí casi importante. El tipo me miró un momento, como dudando de lo que había oído; nunca me había excedido allí de lo suficiente para apagar la luz de la reserva.
El 1430 no entendía nada, acostumbrado como estaba a la pobreza, temí que muriera por sobredosis.
Mientras comía, tejía historias ingeniosas, en las que le entraba a la
beldad con una brillantez fácil y demoledora. Todas las fantasías terminaban igual, a los besos sobre la barca a la deriva. Sabía que la realidad sería diferente, así que , en aquellas ensoñaciones bañadas en salsa agridulce aprovechaba para palpar la generosa humanidad de Sandra; al borde de la erección y la dispepsia salí del chino y me introduje en el sauna azul metalizado en que se había convertido mi Masserati. Como aún daba tiempo, y quedaban la mayor parte de las quince mil con que había salido, decidí lavar el coche en uno de esos túneles que, no lavan bien, pero sin duda contribuiría a enfriarlo un poco. Comprobé dentro, lo que debieron sentir los que se quedaron en el interior del Titanic, el agua entraba por todos
lados. Me fui chorreando por Alcalá, y en pocos minutos, estaba en el
parque.
Caminaba lentamente por los frescos túneles que formaban los árboles aislando las veredas del bochorno. El canto de los pájaros mitigaba el zumbido incesante de la ciudad a unos pocos metros. Una brisa suave me daba de frente cuando la vi de lejos, ! qué guapa estaba ¡, o mejor,… era. Ahora el aire sabía a gloria.

27.6.06

Sandra llamó al día siguiente; estaba yo sumido en un estado que debe ser parecido a lo que llaman crisis existencial. La excitación inicial había remitido, y poco a poco, la desgana y la confusión se iban apoderando de mí.

-Hable.
- Hola , buenos días, ¿está el águila?
-¿Que hay guapi?
-¿Estabas dormido?
- No, …no. Dije secamente.
-¿Seguro?
-Si quieres te firmo una declaración jurada_. Al terminar la frase me di cuenta de que estaba siendo bastante desagradable e intenté imprimir un poco de cordialidad a mi tono. Digamos que algo más acorde con mis verdaderas intenciones.
-¿ Nos vemos hoy? pregunté con aire de modesta súplica.
-Sí, tengo la tarde libre.
-Sandra, ¿tú sabes Inglés?.
-Bastante bien, ¿por?
-Ya te contaré, y…¿tienes dinero?
-¡Vaya!…¿como cuanto?
-Cinco millones.
-Espera a que vea en el monedero- rió.
-Es que lo que tengo para enseñarte es muy , …pero que muy valioso.
-Oye, no me tortures más, ¿no sabías que las mujeres somos muy curiosas?.
-Es verdad, a veces sois muy curiosas.
-¿De que se trata?
-Lo sabrás pronto, ¿te parece a las 4 en las barcas del Retiro?
-Vale, ahí te veo.
Al colgar, estaba un poco un poco más animado, quizás un poco de naturaleza ordenada y tía guapa consiguieran volverme a mis cabales.
Busqué algo que comer y lo que había tenía tan poco atractivo que opté por ir al chino. Antes, me di uno de esos baños que uno se da en las grandes ocasiones, y me demoré mucho más de lo habitual en considerar el atuendo que llevaría a la cita con mi mejor sueño. Hice mi primera incursión para diezmar el diccionario, en realidad fue para quinciesmar. Había que ir a lo grande

26.6.06

José Luis Candela me lleva a un bar muy extraño, él tiene once años y yo mi edad actual. El dueño se niega a servirnos. Arrojo mi navaja y se clava en la tibia del hombre con un ruido sordo. Me desperté sobresaltado por el sueño que contenía una carga de violencia
desconocida en mi actividad onírica, pero me abracé al libro, sonreí a la minicadena y volví a dormirme.
Omar y yo estamos en un automóvil esperando que otro vehículo que obstruye el paso, nos deje pasar. La policía revisa el coche y saca del maletero un radiocassette y le obliga a arrancar y marcharse. Mi hermano sale del coche (donde antes no estaba) y tropieza dando con la frente en un árbol ; alcanza, antes de desmayarse, a decir : “me rompí la cabeza”. Lo levanto del suelo y lo llevo en brazos hasta un bar cercano. Dentro del servicio encuentro al barman que orina tranquilamente en la pila con una navaja clavada en la pierna. Le digo que salga , abro el grifo y lavo la cara de mi hermano cubierta por la sangre, parece muerto.

25.6.06

Influenciado seguramente por el siniestro encanto del “L de los S”, decidí que, en el futuro, apuntaría los sueños, o retazos de ellos que consiguiera recordar. Una y otra vez me desconcentraba recordando involuntariamente mi asalto al chalet. Ni en mis elucubraciones más osadas había llegado a plantearme una cosa semejante. Me preocupaba la idea de tomar como hábito, acciones de este tipo. Robar, para mí, hasta aquel momento, era una travesura más que no pasaba del minipillaje en los grandes almacenes; una especie de reto personal que buscaba simplemente sentir correr la adrenalina entre neuronas dormidas. Además, las cosas que robaba, (y no lo hacía con frecuencia), nunca eran mas que objetos pequeños de ínfimo valor; esta vez no había asaltado el tren de correos, pero sin duda se trataba de un precedente peligroso.
Siempre había sostenido que yo era, esencialmente, un chico bueno, dotado de una cierta incapacidad para el mal y las acciones injustas. Me molestaba la idea de que aquel concepto, del que me enorgullecía, no fuera más que una actitud formal, un dique social, que había cedido ante la presión de un embalse de alcohol mayor de lo habitual.
Me preguntaba porqué este hombre escribía algunas páginas en Inglés y maldije infinidad de veces mi desconocimiento de esa lengua, rogaba que Sandra supiera lo suficiente de este idioma como para traducir porque no me gustaba la idea de involucrar a nadie que no fuera ella.
No tardé mucho en empezar a quedarme dormido con el libro en las manos sin haber podido leer más que algunos sueños y frases inconexas, el día había sido muy agitado.

24.6.06

-¿Sandra?
-Si, estuve llamándote estos días y no estabas en casa.
-Pues ya estoy y tengo algo sensacional para ti…
-Todos decís lo mismo, ¿me lo vas a contar ahora?
Sobre las once, aquí en casa, ¿sabes llegar?
-Seguramente sí, pero no puedo hoy, ya es un poco tarde, ¿no crees?.
Lanzado como estaba , olvidé el pequeño detalle de que era una hora un poco sospechosa para que una mujer casada fuera a ver a un amigo desconocido de su marido y quedamos para el día siguiente. Al colgar me quedó la impresión de haberme comportado como un caballo desbocado y el temor que no viniera. Me di un baño, puse música suave en mi flamante minicadena y me dispuse a zambullirme en el “Libro de los sueños”; antes revisé el diccionario por enésim vez sin que se incrementara mi tesoro. No estaba mal, 175.000 era la mayor suma que recordaba haber tenido; además, la minicadena sonaba bien y la noche prometía ser excitante. Siempre me gustó la idea de conocer los secretos de otra gente, y adivinaba que este libro, era un compendio de ellos.

“Estoy durmiendo en una sala donde se desarrolla una reunión en la que hay algunos conocidos pero son más los extraños. Me despierto y oigo sus voces y sus risas, eso me molesta y doy un alarido. Se produce un silencio; uno de los asistentes se justifica ante los demás en voz baja y tono comprensivo, :
“está muy enfermo” , y se acerca a mí para apoyar su mano en mi boca . Vuelvo a dormirme mientras les oigo murmurar. Una vez más me despierto al oir un gemido y vuelvo a gritar; deseo que aquella mano amiga vuelva a confortarme con su calidez… pero nadie viene. Me incorporo y echo un vistazo a la sala; alguien ha hecho una escabechina en la sala y masacrado a los invitados , un pequeño charco de sangre orla mis zapatos al lado de la cama.

23.6.06

Metí el libro en la bolsa y decidí llevar los folletos también ante la posibilidad de haber dejado huellas. Salí de allí con un nerviosismo mayor del que experimenté al entrar. Antes de saltar la verja intenté centrarme un poco.-” No la cagues ahora tío” me dije, aspiré profundamente y salté con agilidad encaminando mis pasos hacia el coche.
Estaba tan nervioso ante mi primera experiencia delictiva de primera división que, encajar la llave en la cerradura costó lo suyo. La paranoia se hacía insufrible por momentos. Todos me miraban ; al poner el pié en el embrague, mi pierna temblaba descontrolada. Salí a los tirones, transpiraba copiosamente y aproveché el primer semáforo adverso para tranquilizarme un poco. Revisé mentalmente la posibilidad de haber cometido un error que me delatara y lo único inquietante era haber reconocido interés por DML los días que fui al bar próximo. Confiaba en que el robo no se descubriera pronto y que se olvidaran de mí o no me relacionasen con aquel asunto. Pensé que lo mejor era seguir yendo al bar unos días más pero estaba seguro de no tener huevos para hacerlo y aumentaría así la posibilidad de meter la pata.
A poco de llegar a casa sonó el teléfono.
-Agencia de detectives el águila tuerta, dígame, solté convencido de que se trataba de Agustín. Siguió a mi respuesta un silencio incómodo, y sintiéndome un poco tonto confesé: - Perdón, era una broma, ¿quién habla?.
-¿Siempre atiendes así el teléfono?, preguntó una voz de mujer asombrada.

22.6.06

Sabía que no debía encender luces y esperé un momento a que mis ojos se acostumbraran a la penumbra, allí olía bastante mal, un aire pesado como de encierro y basura de días. Recordando películas de detectives, comencé por lo que parecía una biblioteca; un salón amplio con dos estanterías repletas de libros. Asistido por un mechero que se calentaba demasiado deprisa y poseía un coeficiente elevado de temblor, eché un vistazo a uno de los estantes medios; la mayoría de los títulos eran tan convencionales que no sugerían para nada estar en la casa de un monstruo. Claro, si tuviera libros como: El manual del crimen perfecto o Como descuartizar a sus víctimas, los interrogatorios se hubieran prolongado algo más, por si las moscas. Entre los papeles de una mesa que hacía las veces de escritorio había facturas de gas y teléfono, publicidad de muebles de oficina, nada importante. Me di cuenta pronto de que en realidad, no sabía qué buscar, y en un arranque de inescrupulosidad, comencé a tasar las cosas que allí había; una minicadena guapa llamó enseguida mi atención. Desconecté los cables, los hice un bollo y los metí junto con los componentes en una bolsa del Corte Inglés que había en un estante llena de folletos de viajes de esos que nunca haremos. En el segundo estante había un diccionario Inglés-Español que consideré de utilidad, y vaya si la tenía porque, dentro,y a lo largo de muchas páginas, estaban intercalados, impecables billetes de mil duros. A estas alturas, la investigación inicial había mutado en un pillaje descarado.
Comencé a retirar libros de sus anaqueles y revisar su interior en busca de retratos de su Majestad. Fue así como di con “El libro de los sueños”, de la forma más inesperada. Las tapas correspondían a un libro titulado “Radioscopia de las cuatro columnas” por Claudio del Véneto, pero contenía otro, un tomo con cuartillas cuidadosamente encuadernadas. Escrito a mano, estaba encabezado con caligrafía meticulosa con la leyenda:
El libro de los sueños

21.6.06

DML quedó en libertad pocos días después y decidí merodear por su casa con la remota esperanza de poder hablar con él. Al principio, una ligera paranoia me impedía estar parado mucho tiempo en una misma esquina; poco a poco fui ganando confianza y me pasaba horas enteras mirando hacia la casona. En un bar próximo pasaba también las horas muertas, llenándome de cañas. Le pregunté al camarero por su vecino tristemente ilustre, le mentí que era periodista y noté que me trataba con una cierta deferencia que me agradaba. Me dije que era una suerte que la gente fuera tan simple mientras le oía decir que no lo había vuelto a ver más que en la tele.
El de la barra tenía su teoría con respecto a la probable reclusión : decía que, lógicamente, ahora que todo el mundo le conocía, prefería no mostrarse y sustraerse así del morbo y la curiosidad . Después de tocar el timbre de la casa a diferentes horas y días, (sería el quinto o sexto día de mi vigilia) y bajo los efectos de un montón de alcohol que llevaba encima salté la verja por la parte trasera del chalet. Una vez dentro, sentí una extraña sensación en el estómago; lo de las rodillas era más definible, me temblaban. Protegido por las sombras que se acentuaban en aquella hora, rodeé la casa . Pasé cerca del patio donde la tierra removida me dio un pequeño escalofrío; una ventana y una puerta que daban a la parte posterior eran las mejores opciones a colarme dentro. Cuando rompí el cristal de la ventana, sonó una campanilla en mi cerebro, y me di cuenta de que lo que estaba haciendo era una completa burrada; y además, ¿desde cuando era yo capaz de hacer estas cosas. Me dije que dejaría de beber, y conforme con mi decisión me deslicé al interior.

20.6.06

Un Viernes en que fui al periódico, pasé al salir por la cafetería; acostumbro colocarme unas cañas para viajar en Metro o lanzarme con mi bólido por la M-30 a 90 Km. /h; no tanto por respeto a las normas sino porque es todo lo que da de sí . Ese día iba de peatón, pero decidí repostar igual. Estaba la dichosa criatura apalancada en la barra con la habitual insolencia de la belleza. Dudé apenas un instante y me acerqué a ella.
-”¿Como lo llevas?”, le pregunté sonriendo.
-”Vaya… respondió con la misma gracia que yo le hubiera atribuido si me hubiera dicho “muérete”. Hubo un corto silencio y decidí atacar con lo primero que se me vino a la mente. Lo esencial era hablar con ella, mostrarle lo brillante que yo era para que loca de pasión me rogara fugarnos a Brasil, aunque fuera un par de horas.
-”¿ Sigues la historieta de DML y sus cadáveres boys?”.
Seguramente era original esa forma de entrarle, porque se me quedó mirando. Nuestro contacto no había pasado nunca de : “Buenos días, buenas tardes o ¿que hay?”.
Acercó su cara mientras bajaba el tono de voz. -” ¡ Me apasiona la movida que ha desatado !”.
-”Pues ya somos dos; con lo que se ha dicho hasta ahora, podrían escribirse varias novelas y todas serían un éxito. Además, en la mirada de ese tío hay algo que produce escalofríos.
-”¿Lo has notado?”. preguntó entusiasmada.
Sentí inmediatamente que ese interés podía explotarse y creo que cargué excesivamente las tintas en lo que me sugerían los ojos aparentemente tranquilos de aquel hombre.
Al cabo de media hora de charla, le había dado mi teléfono, mi dirección y algunos certeros impactos en algún alerón del alma porque, al despedirse, “sentí” que iba a llamarme.
Yo estaba que saltaba; me reconocía como un aprendiz de buitre sobrevolando el desencanto de una mujer joven tras unos años de matrimonio. Pero la verdad es que frente a semejante material, no valían los escrúpulos.
El resto de la jornada la pasé extrañamente animado y sólido. Rechacé un par de invitaciones de amigas trilladas a terrazas y cine y me quedé en casa regocijándome en el recuerdo de nuestra conversación y la imagen de Sandra, una y otra vez. Curiosamente, no tenía rectificaciones baldías que hacer a mi forma de llevar aquella charla como casi siempre me ocurría cuando ya era tarde para reestructurar la telaraña y la mosquita había escapado. Mi única preocupación era la de no saber manejar favorablemente aquellas posibilidades nuevas e inesperadas.

19.6.06

DML sostenía no haber estado en su domicilio en los últimos 40 días, lapso en el cual sugería podrían haberse llevado a cabo los enterramientos y los vecinos más próximos confirmaban no haberle visto en la última temporada. Poco a poco, algunos medios comenzaban a contemplar la posibilidad de la inocencia del belga y consultaban con sus asesores sobre algún probable exceso en los virulentos titulares de mediados de Agosto. Pasados unos días, cuando el común de los mortales apenas recordaba el inolvidable suceso, “La Jet”, tras defenestrar el prestigio del Psicólogo saltaba a la arena con la perla de la hipocresía”:
”Siempre dijimos que no era claro” .
Al leer este titular, el abogado de DML seguro comentó: “ Ladran Sancho”.
El espacio de televisión “Sumario” consiguió por fin entrevistarle en la misma prisión . Apareció ante sus cámaras un hombre tímido, vestido correctamente y dotado de un vocabulario amplio y preciso, pero con una incapacidad manifiesta para sostener su mirada hacia la entrevistadora.
Me pareció que jugaba inteligentemente con la posibilidad que le ofrecía un espacio multitudinario como aquel para probar o al menos sugerir su inocencia. Habían acabado ya las fatigosas sesiones de interrogatorios y su rostro mostraba cansancio. Quizás el único momento en que creí verle titubear fue cuando la comentarista se refirió a aquel supuesto misterio del Libro de los sueños. Fue muy leve su duda, pero contestó a continuación de forma contundente, cuidándose de causar la impresión de que aquel asunto tuviera importancia:
-” Cuando era niño, tenía un libro en el que apuntaba mis sueños, fue una asociación lógica que el periodista no tenía porqué entender”.
-”Era una periodista “ puntualizó la cronista en un arranque de corporativismo feminista-” Que más da, seguro que lo hace mejor que muchos hombres”
Creo que fue esta respuesta la que consiguió el respaldo sin matices de la floreciente masa laboral femenina. El muy cabrón era un relaciones públicas nato. Sin embargo y francamente no sé debido a qué, sentí que el libro de los sueños era algo más.

18.6.06

Nada más llegar, el guarda de seguridad me informó de lo que se consideraba la noticia del verano. La policía había descubierto un cementerio privado en un chalet cercano a Arturo Soria. El único detenido, era un hombre entre los cuarenta y los cincuenta años al que iban a caerle nada menos que dieciséis acusaciones de asesinato.
La primera foto que vi del presunto multihomicida fue en “El hecho”, un semanario escrito con sangre, sudor y semen que siempre tiene la foto más desagradable en su portada. Esta vez, presidía la noticia a varias columnas, la foto de un señor con aspecto de tecnócrata de Bruselas. Había detrás de su aspecto apacible algo que no sé explicar, que generaba desasosiego; evidentemente también lo había notado el autor del libelo que había optado entre esta foto y otra en páginas interiores del levantamiento de algunos cuerpos.
Absolutamente todas las publicaciones consiguieron vender más; cada uno explotando el aspecto que mejor manejaba. Todos tenían “nuevas revelaciones sobre el monstruoso suceso”.
“El hecho” abandonó su mesura inicial y descargó su artillería de “fotos espeluznantes”, La Nación desistió de su habitual circunspección y se atrevió a titular con tipos de casi un Cm. de alto en la página 36 las primeras informaciones al respecto.
Hasta la prensa del corazón se montó al burro del dinero ajeno y pudimos ver fotos inéditas del acusado y una primera mención de “El libro de los sueños”. En aquellas otras fotos, el aspecto de Domingo Moreno Lobo era el de un hombre bueno, incapaz de algo semejante; su historia, contada por vecinos ansiosos de leer sus propias declaraciones en letra impresa, era imprecisa, como lo es la de todas esas personas que restringen su contacto con los demás a los saludos corteses y los comentarios atmosféricos de una duración siempre inferior a los treinta segundos. Por último, el psicólogo que nunca falta en revistas como “La Jet”, aventuraba un diagnóstico teledirigido en el que se nos inducía a buscar en sus ojos transparentes “la sed del mal”.
Aquella mención al “Libro de los sueños” a que me refería, era justamente una exclusiva del semanario. Una joven periodista, tras maratoniana espera sobre las más que soleadas escalinatas de los juzgados de Plaza de Castilla en las que había aprendido Caló en un curso acelerado, consiguió cruzar unas pocas palabras con el acusado:
-¿Quien es el culpable de esta pesadilla? - preguntó atropelladamente
-Ah… es una pesadilla, ¡ apúntala en el libro de los sueños!… y desapareció dentro de un camión celular custodiado por dos armarios uniformados.
Había enigma y cinismo en esa respuesta, “La Jet”, en aquel momento, prefirió entender locura.

17.6.06

Suelo dormir cuando necesito sintetizar y/o absorber algún contratiempo. Aquel día, la síntesis se demoró en llegar.
Al anochecer, prevenido de la caótica situación de mis finanzas, decidí llamar a mi amigo Agustín. El contestador me dio tiempo a repasar otras posibilidades y caer en la cuenta de que ya no había teléfonos a los que no debiera algún dinero.
-”Agustín, soy yo, llámame en cuanto tengas un minuto”. Sabía que lo escueto del mensaje, no traslucía la esencia de mis intenciones y quedé conforme a la espera de un hipotético contacto con la víctima. He llegado al convencimiento de que la presa conocía su condición de tal, porque no he vuelto a saber de él en este último mes, el más agitado de mi vida.
Al día siguiente fui al periódico; como siempre, al llegar sentí la inquietud del deseo subyacente de trabajar allí algún día y ver a todas horas a la saludable Sandra, mujer del director del dominical, ¡vaya tía!. Muchas veces ha coincidido que mientras esperaba entregar algún paquete, la dichosa Sandra, abandonaba el serpentario y se dirigía a un pasillo al otro lado de la sala pasando muy cerca mío; lo suficiente como que me pareciese percibir la vibración de aquel montón de músculos lascivos rematados por una cara al mejor estilo “yo no fui”. Cuando en su desplazamiento quedaba de espaldas a mí, me deleitaba paseando la mirada verticalmente por su cuerpo tantas veces como me era posible hasta que tras de sí aparecía una puerta marrón sin encanto aparente. Me temo no poseer dotes suficientes para describirla sin caer en algún comentario de mal gusto.

16.6.06

El libro de los sueños

Buenos días, traigo un manuscrito y me gustaría saber si es de interés para la editorial. Al ver el mazo sobado de papeles heterogéneos escritos a Bic la mujer arrugó un poco el ceño y preguntó:
-¿”Ese” manuscrito?
-Es que no tengo máquina de escribir y no conozco quien la tenga.
-…Pero hay personas que se dedican justamente a pasar en limpio, …transcribir.
-Olvidé decirle que tampoco tengo dinero.
-Lo siento, no acostumbramos trabajar de esta manera.
Me quedé un momento callado, ensayé una sonrisa que pretendía ser entre simpática y enternecedora y le pregunté sin convicción:
-¿No se le ocurre pensar que, quizás algún día, poseer este manuscrito podría ser muy rentable?.
La mujer paseó sus ojos con rapidez sobre mí, contuvo una sonrisa de desprecio y con los retales, elaboró otra entre benevolente y piadosa mientras clausuraba nuestro encuentro con un :
-”no lo creo…pero gracias igual, y lo siento”, al tiempo que me extendía su mano para dejar claro el estadio de nuestra entrevista. No pude determinar si en aquel sólido apretón de manos anidaba la franqueza o la difundida tesis comercial de que una mano “pescado muerto” genera desconfianza. En cualquier caso era un gesto logrado. Mientras estrechaba su mano, y a modo de confidencia bromista le dije: -”No se apure, con los genios siempre pasa igual”. Salí a la calle sin sensación derrota, enarbolando el estigma de la incomprensión y entré en un bar. Había imaginado muchas veces situaciones que acontecían en mi primer intento de publicar un trabajo; y en todas las ocasiones se producían duelos verbales, por demás ingeniosos, en los que la figura del editor, (siempre un hombre de poblada barriga) era el monstruo a batir con una retórica brillante. Como fuegos artificiales, pero con palabras.
El que hubiera aparecido una mujer sin barriga, hablando poco y de forma precisa, había destrozado rápidamente mis esquemas preconcebidos.
Al salir de la oficina, me demoré un poco en pulsar el botón de llamada del ascensor por si aquella mujer, abría apresuradamente la puerta para informarme que haría una excepción por algún motivo oscuro, (seguramente embelesada por el encanto personal que me gustaría poseer). Por supuesto nada ocurrió, y tomé el primer ascensor que me alejaba de la fama y la holgura económica.
Supongo que al llegar a casa mi ánimo había descendido algunos escalones, porque recuerdo haber liado un porro a deshoras, que fue la antesala de una poderosa siesta.

En casa con papa

Me he traído por fin a otro huido, y este me dio sin querer la solución a un misterio que casi tenía olvidado. Trajo con él el libro que le condujo a mí. Creo que os daré a leer unos fragmentos; ¿os gusta espiar en los secretos de la gente?...lo sabía.

22.5.06

Reo

Hay momentos en los que no sé si hemos de esperar, pacientemente, un desencadenamiento de hechos monstruosos, o es que la verdadera condena de este sitio es que nunca ocurra nada.
Aquí no puedes morirte, ni ocupar en tus pasiones o manías, las horas que garantizaran tu eterna expiación. Es la idea de una carrera contra el reloj, lo que nos mueve, una vez alcanzada la madurez, a procurar los logros que creemos nos definen, o satisfacen nuestra ambición. Sin meta no hay voluntad.
Tampoco podemos ya hipotecar un alma que no nos pertenece en esta estación final, para darle largas al destino. Todos estamos aquí, en esta espiral que se recrea a sí misma una y otra vez, dejándonos ver con detalle, tanto los errores como nuestras horas más felices; y lamentamos así, conocer tardíamente la solución a todos los problemas, así como la imposible vuelta atrás.
Infierno o Paraíso, es la Eternidad lo que me aterra.

3.5.06

El espejo

Suelo mirarme mucho al espejo, voy al cuarto de baño, y con una combinación de espejos entre legada y regalada, me observo desde todas las direcciones. No soy un hombre guapo, ni tampoco decididamente feo, pero a veces me gusta lo que veo (generalmente de medio perfil). Supongo que es una tara como otra cualquiera, unos la llaman narcisismo y otros mera supervisión del acicalamiento. Creo que estas muestras de interés por el aspecto de uno, están ligadas directamente a nuestra preocupación por agradar, y conseguir de este modo nuestros fines, generalmente inconfesables. Miro a veces mis ojos rojo oscuro y veo en ellos a un seductor con apariencia inadecuada, pero que si le dejas inocularte su veneno, pasarás una temporada (generalmente corta)bajo sus designios.
Todos tenemos un encanto para alguien, el secreto consiste en intentar acompasar sus debilidades con nuestros planes.
Me canso de todo, por eso a veces recurro al espejo, para ver a alguien.

23.3.06

El discurso del Honorable

Le gustaría comer con hambre , dormir con sueño o tener cualquier esperanza, aunque fuera pequeña . Le gustaría que le contaran un cuento de amor, aunque sabe bien que esas fantasias dolorosas, viles y demoledoras son un atajo al desaliento. No tener ilusiones es una condena; tenerlas, se dice, es asistir al juicio en que todos los culpables quedan al descubierto. Termina por tanto convirtiéndose en un juez implacable que se condena a sí mismo al ostracismo, que se destierra en lo inaccesible para añorar los sueños de juventud y el candor que cegaba sus ojos; y llora con las películas de amor, con la música del pasado. En definitiva, se le reblandece el cerebro y se convierte en un viejo inútil y desagradable que no puede evitar seguir sintiendo los deseos que nunca envejecen. Aspirante perpetuo al ridículo, los ojos del "Honorable" persiguen las piernas y los senos de las mujeres jóvenes, maldice a Natura por no liberarle de estos deseos inoportunos, pero fantasea con que el milagro podría darse, y alguna estrafalaria, poseedora de un envase en condiciones, le buscara como quien busca a un príncipe azul.
-Su señoría, ¿no ha pensado usté. en buscarse una muhé de su edá?
-Calla bastardo ¿para que mierda quiero yo una vieja resabiada que de mujer solo le quedan los inconvenientes?.
-Yo decía nomás…
-A las mujeres se les caen las tetas, se les arruga el deseo y crecen en la circunferencia equidistante de las zonas de interés, pero su maldita filosofía matemática no hace más que mejorar con los años. Animales razonables hasta la extenuación, pretenden confundirnos poniendo el intermitente a la derecha para girar a la izquierda, tener el retrovisor apuntando al maquillaje y pretender que el aparcamiento es una tarea insoluble; pero todo lo demás, las cosas importantes para su esquema de funcionamiento o su futuro están diseñadas con tiralíneas, cimentadas para aguantar los terremotos mas destructores, y socavar las personalidades más sólidas.

14.1.06

Gregorio y el pan duro

Hoy me encontré con Gregorio, un monje loco que conocí en tiempos; cocinero en un monasterio cisterciense, al que abandonó a los ochenta años para casarse con su primera y última mujer. Hay quienes decían que se trató de una estratagema de los hermanos para librarse de él y sus guisos. Me extrañó encontrarlo aquí, pero más me sorprendió cuando me hizo un gesto para que no hablara, y a continuación declamó:

Me gusta comer pan duro
como una oda a la austeridad,
como un homenaje a los tantos,
que lo hacen sin que les guste;
y desparramar las migas
como un acto de autoafirmación
ante mi esposa.
Me gusta comer pan duro,
con patatas, tomates y pimientos,
salpicados de nueces.
Como mediterráneo inteligente,
que no come, cuando quiere alimentarse,
pan duro empresarial, de ese
que ahora llaman pizza ¡Ja!
Me gusta comer pan duro,
por varias razones,
pero sobre todo por el hecho
de que no estoy obligado
a hacerlo.

Y se marchó sin más.