6.7.06

No sé porqué martilleaba el recuerdo de estas líneas en mi caótica cabeza. La poca presencia de ánimo que en mí es habitual, se había perdido por completo. Volví a casa y me eché sobre la cama. Lo suyo era dormir, dormir durante meses y despertarme habiendo olvidado esta pesadilla; cuando todo estuviera resuelto, para bien o para mal. Lo fundamental era quitarme de en medio mientras se decidía mi suerte sin que yo tuviera que pensar en ello. Hubo épocas en las que intenté luchar contra el inmovilismo que me domina a la hora de las decisiones, pero sin resultados. Una vez atrapado en alguna telaraña, me dedico a esperar a la araña, confiando en que hará un trabajo rápido y limpio.
Por la tarde llamó Sandra enterada de las novedades. Sentía la necesidad del apoyo de alguien que estuviera al tanto de los hechos, pero al mismo tiempo quería estar solo. Ella insistió y quedó en venir esa misma tarde. Fue un buen gesto. Cuando vino, yo estaba en la cama; fui a abrirle tal cual estaba, con una camiseta de algodón, (mi preferida) y calzoncillos, (también los preferidos), de no ser así, me habría vestido. El recibirla de ese modo era algo impensable en una situación normal, pero el cariz de los acontecimientos, admitía excentricidades.
Abrí la puerta, siquiera la besé y volví a la cuna. Ella fue tras mis pasos y se echó en la cama conmigo. Nunca hubiera pensado que todo sería de este modo, ¿para qué me había devanado los sesos intentando conseguir lo que estaba ocurriendo con absoluta naturalidad?. Claro, mi desgracia contribuía.
- ¿Crees que pueden localizarte? preguntó.
No contesté, me di la vuelta y la abracé, hundí la cara contra su pecho como si quisiera desaparecer. Dejó caer sus zapatos y multiplico su abrazo con las piernas. Yo estaba francamente mal, preocupado, con miedo y confuso, pero comencé a sentir una sensación que me liberaba de mis problemas. Todo lo que había deseado unos pocos días atrás estaba ocurriendo,¡ pero lo sentía de un modo tan diferente !, como si no fuera yo el que lo vivía. Ella hablaba diciendo cosas tranquilizadoras que yo no alcanzaba a entender, había sintonizado con su piel, su aroma, no percibía nada más.

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