15.7.06

Lo primero fue recoger el libro, el dinero y mi navaja, en ese orden, lo que dejaba claro que yo, era un poco menos yo. No necesitaba mucho más para esfumarme, para poner toda la tierra que pudiera de por medio. Estaba terriblemente nervioso, como para pararme a pensar en estrategias; la opción era clara, debía abrir el libro en cualquier página, el me diría los pasos a seguir:

Siento la muerte rondando, es una morena llamada Adriana, que intenta seducirme en sueños sucesivos. Anoche me invitó a su casa, me explicó cómo llegar por un laberinto de escaleras imposibles en un plano sin fin; me monté en el siguiente sueño y me planté frente a su casa. Era el número 16 pintado a mano, orlado por profusas decoraciones vegetales modernistas que me recordaron las orquídeas de Guimard. Supe al instante que el número no era arbitrario, y quedé a la espera de conocer su significado. Ella abrió la puerta, y su sonrisa era un canto de sirena difícil de desatender..

La verdad es que como I Ching era bastante inútil el párrafo escogido. Pensé en hacer trampas y abrir en otro punto del libro, pero desistí y me dispuse a abandonar la casa, quizás para siempre. Al abrir la puerta me llevé un susto de muerte; un mamarracho, con gafas de ciego y una boina azul encasquetada, hizo una mueca que pretendió sonrisa:
- Por fin nos conocemos amigo Nucho...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ay, qué susto sobre el final con el "mamarracho" en tu casa. Redios!
Besos.

Lúzbel Guerrero dijo...

Tengo una mala noticia, esta historia comienza una veintena de posts atrás,a partir del título: "El libro de los sueños".
Aprovecho para contarte que me río contigo, aunque creo que ya lo he hecho. Buene, ya me contarás.
Pactitos.