27.2.07

Mis otros amigos

Alguna vez toqué el tema de mis amigos, pero hoy no voy a referirme a ellos, sino a "mis otros amigos". A aquellos que me dan la vida en sus palabras lejanas, en su pensamiento o sus actos.
Ellos no lo saben, pero me buscaban cuando preservaron su modo de ver el mundo en libros-botella, arrojados al mar de los tiempos. Son hombres y mujeres; viejos y jóvenes; intocables o pecadores de su tiempo..., porque, pensar, fué una actividad maldita para las diversas inquisiciones a que hemos sobrevivido. Leopardi, Omar Khayyam, Elsa Morante, Pablo Neruda, Fernando Pessoa, Cesare Pavese, Marisa Madieri, Ramón y Cajal. Son tantos los nombres de esta lista, que no intento siquiera enumerarlos; no por evitar ser injusto con alguno, sino por cansino.
Luego hay otra categoría, en la que están personas a las que muchos conocéis, soy amigo de Benedetti, de Serrat, de Alejandro Dolina, de Aute, de Carmen Paris, Maruja Torres, Felipe Benítez Reyes o Nieves Concostrina. Estos tampoco lo saben, y a veces, nos hemos cruzado..., y ni me han mirado, pero yo les quiero tanto, que les perdono esos detalles de gente ocupada.
Nuestra amistad es atípica, no precisa del concurso ni la aquiescencia de mis amigos para que sea perfecta. Y vosotros,¿ tenéis amigos?

25.2.07

La tregua

La primera vez que Anuri vio vestido a Abú, fue el día de su boda. Era tiempo de Monzones, cuando el calor y el frío se persiguen, atropellando a los hombres en su juego.
Un arco tosco de flores a la entrada del patio delantero era la única señal del acontecimiento; el aire agitaba las flores engarzadas, y la humedad se colgaba de aquel soplo prodigioso dando un color intenso a cuanto obstáculo encontrara en su camino.
Se casaron ellos mismos, ante la inoperante negativa de un muftí, de poca inteligencia y mano izquierda, que antepuso a la solución de un problema de orden práctico, sus prejuicios, negando la posibilidad de unión de un muladí, con una viuda del Islam.
La ceremonia consistió en un abrazo e intercambio de túnicas; a continuación se dedicaron al banquete, que eran ellos mismos. Calcularon que los meses que les separaban del Ramadán, eran suficientes para no tener que interrumpir las celebraciones contra su voluntad.
Fue una fiesta muy sonada, aunque fueran ellos los únicos invitados. Pasaron luces y sombras, dando misterio y claridad a las miradas; hubo risas, gemidos y susurros, cucuruchos de frutas, té y cáñamo.
Un ave les despertó finalmente, del minuto, o las horas que durmieron; volvieron cada uno a sus tareas, prometiéndose encontrarse en cada sueño.

19.2.07

Viudamantesposa

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Anuri casó con un hombre viejo, todos cuchicheaban en la aldea.
Abu tenía la mejor casa del poblado, espaciosa y alta; albergaba a dos magníficos bueyes y a un cerdo, que era él. Hombre silvestre y libre, nunca entendió de convencionalismos. Nadie sabe si por piedad o usura, aunque arriesgaran igual un veredicto, la joven viuda Anuri, se trasladó a casa de Abu Harib.
Todos sabían que el viejo había contraído el mal del olvido, que tiene un nombre muy raro en la culta Europa, y se burlaban en secreto del venerable anciano cuando cortejaba a las muchachas en la fuente.
Anuri siempre fue adelantada entre las mujeres de su edad, pero haber enviudado joven, la había relegado a un status de inferioridad (las costumbres de este país de oriente son de una crueldad implacable...cosas de la economía). Quizás por eso, porque era una mujer de inteligencia, retiró todos los espejos de la casa, corrió los cortinados, y puso en escena :"Un tiempo feliz".
Abu se había olvidado de su edad, de su muerte próxima y los conflictos con El- Dajed, su ancestral enemigo heredado.
Tierno y meloso, trataba como a una odalisca de palacio a su flamante esposa, con el mismo deseo y admiración. Ella sí sabía que él pronto partiría y quiso darle un anochecer feliz.
Cuando nuestro hombre terminó de irse, sin irse, convirtió a Anuri en una pluriempleada; que llevaba la tienda, cuidaba del ausente Abu Harib y se preparaba para la periódica recuperación de la conciencia de su esposo muerto a ratos.
Ella estaba feliz, era una viuda con la esperanza del reencuentro, una enfermera que cosechaba reconocimiento social, y una esposa anhelante, que aguardaba a un hombre que al llegar, podía tener cualquier edad, menos la suya.

10.2.07

Cardioargucia

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Voy a convertir a mi corazón en una máquina perfecta; voy a darle todos los nutrientes, el ejercicio, el reposo. Voy a hacer del rey de la casquería, un reloj de precisión suiza, sensibilidad latina y high endurance (pongo la consabida frasecita en Inglés para que se sepa que será un cuore de nuestros tiempos).
También voy a darle emociones a porrillo. ¿Porqué será que utilizo esta palabra en desuso?; ¿tendrá algo que ver con el único daño que no pienso ahorrarle a mi músculo cordial ?
Como decía, voy a abrir las puertas a otra víscera, que habita al borde del agua, y sin embargo, es una sirena que ha alterado mi rumbo.
Voy a permitirme amarla, como en los mejores tiempos, sin cicatrices, sin memoria, con la misma ingenuidad de entonces. Vale.
Firman en Madrid:
LÚZBEL GUERRERO CARMONA, con domicilio en Madrid;

y como garante de la operación:

EL DESTINO, sin domicilio ni fallos conocidos.

Cláusula 1 y última: NADA ES PARA SIEMPRE

6.2.07

Robaiyat



Y ya que estás en este mundo
toma la vida como un don
y aprovecha con avaricia
todo lo que ella tiene de bueno.
No guardes para mañana...
piensa apenas en el presente,
pues ni la hora en que estás
te pertenece por entero.
¿Podrías tú acaso,
con certeza, calcular
si la frase que ahora comienzas
llegarás a terminar?
Mañana puedes ir lejos
de esta vida de engaños,
como los que murieron
¡hace siete mil años!
Si ignoras tu futuro,
junta los gozos del presente,
y hoy al menos, ¿porqué no?
Sé feliz y contento.
Toma un vaso de vino
y ve a beberlo a la luz de la luna.
La luna, a su regreso,
puede no encontrarte ya.
Miserias y desatinos
en la tierra, el mar y los cielos,
¿quién generó tanta desgracia?,
¿serás tú ebrio mi Dios?
Aspirar a la paz de la tumba
es refinada locura:
después de la muerte,
tu sueño será efímero,
¿renacerás en una flor
toda cercada de espinos?,
¿o brotarás de hierba humilde
en las cunetas de los caminos?
¿Qué habrá más allá
de la terrible sepultura?
¡Impenetrable misterio
es el de esa vida futura!
De tantos, tantos que parten
hacia la muerte hórrida y mala,
ni uno solo volvió para decir
lo que allí ocurre.

Omar khayyam, poeta persa ( 1040-circa 1120)

Gracias a Menina Marota