24.7.06

In memoriam Lucca Godino


En lo que a mí respecta, esta historia se termina aquí; es bastante desagradable y repetitivo asistir a los vanos esfuerzos de este desequilibrado para exculpar a su "maestro".
Lo importante de estos hechos es que me permiten aclarar la suerte de nuestro becario desaparecido veinte años atrás.
Lucca Godino apuntaba maneras; se decía que era hijo de uno de los hombres más crueles de la historia de la criminalidad.
Cayetano Santos Godino, quien bajo el sobrenombre de: El petiso orejudo, dejó perpleja a la sociedad argentina de los años veinte del siglo pasado con sus horrendos crímenes.
Elsa Lavalle era una prostituta, que sembró la tierra sin saberlo, de un malvado de aupa.
Aprovechando vuestra endemoniada tecnología, os dejare pistas para que conozcáis al idiota supremo convertido en monstruo.
Damas y caballeros, con Uds. : Santos Godino

23.7.06

Fuí al lugar de nuestro encuentro una hora antes de lo pactado; toda esta situación se me escapaba y tuve la intuición de que jugaría con más ventaja si conocía todas las posibilidades sobre el terreno de antemano. Aparqué sobre Arturo Soria en la esquina de Fernández Caro (sabía de este atajo que te permitía esfumarte en segundos). Les ví llegar juntos; el camarero (nunca supe su nombre) venía con su indumentaria y olor habitual, y el camaleón al peor estilo McGiver: gorro negro haciendo juego con el disfraz de sigiloso; era como la maqueta de un gurka de Vogue.

_23,00 Hs en punto, somos un gran equipo.
Claro que sí inspector, terció el "guiños".
No fué una mosca lo que se me puso detrás de la oreja, fue un pterodáctilo con un plumas.
_Amigo, a Ud. le toca la parte más peligrosa, vaya por detrás de la casa y espere nuestra señal.
Cuando pasó a mi lado me hizo un guiño discretísimo para su estilo y susurró:
Es un fiera el inspector Godino.
El abrir las puertas se le daba bien, porque no tuve tiempo siquiera de ponerme nervioso cuando me hizo señas para que entrase.
Como si ya conociera el camino, se dirigió hacia la cocina y de ahí al patio trasero; ahora entendía lo de los guantes, porque parecía que se guiaba más por el tacto que por la vista, tocaba todo, como si quisiera impregnarse de aquella atmósfera malsana, ..si se quitara las putas gafas oscuras....
Había crecido hierba sobre los montículos, pero el panorama seguía siendo inquietante.
Me llamó desde la pared que sujetaba la reja de la parte posterior del jardín y me enseñó un agujero estrecho:
_Por aquí asomerá la cabeza cuando le llame, y me dio un martillo que llevaba en una especie de zurrón.
No pude pensar siquiera en ello, se asomó y chistó a la res bípeda.
Fue como si lo hubiera practicado toda mi vida, el golpe prodigioso en tempo y precisión, produjo un sordo ¡crack!; que me infundió respeto, para asegurarme, pues la situación del cuerpo era cómoda para ello, dí un corte con mi navaja en la garganta del infortunado.
Tuvimos que dar un pequeño saltito hacia atrás, aquello era una fuente. Aprendí que asir por los cabellos a un hombre que muere, transmite una extraña energía.
McGiver me hizo señas para que tiráramos de él.
Costó lo suyo, porque el menda tiraba solo.
Cavé con energía, pero el terreno ayudaba; en un momento, el gurka me hizo señas para que saliera del hoyo.
Pala en mano me paré a su lado para admirar mi obra.
_Un trabajo bien hecho, dijo mientras yo daba un paso atrás y lanzaba mi golpe en un zumbido que acabó en un ¡CLANK!, que no sólo no imponía respeto, sino que me dieron ganas de reir, parecía un sonido de dibujos animados. Saqué de su chaquetón una cartera sin dinero y la documentación italiana de un tal Lucca Godino, agente de servicios funerarios, gestor de bolsa, catedrático de biología etc., etc.
Bueno, otra gamba más.
Entraron los dos cómodamente; una vez satisfecho del aspecto del nuevo hogar de mis amigos, busqué el mejor lugar para Sandra, lo encontré debajo de un limonero, terreno sin ultrajar para el último de mis sueños.

22.7.06

Definitivamente el tipo estaba tocado del ala, le había dicho al camarero que era vital para la investigación que se encontrara con nosotros, y que él era ni más ni menos que el presidente del grupo empresarial del periódico. Según él, a mí me había puesto por las nubes.
-Seguro que el camaruti estará flipando con la posibilidad de trincar grosso.
_Perdón?
-Digo que el camarero pensará que está ante un montón de dinero.
_En cualquier caso está ante la solución de todos sus problemas.
-¿Qué problemas?
Me dio una de esas palmadas en el hombro de las que siempre me quedaban dudas si había habido en realidad contacto y se fue por la noche con su traje de camuflaje leopardo albino.

Iba escaleras arriba con los dos hijos de "D"; yo la amaba. Vertiginosamente el sueño cambió de rumbo, y arribábamos a un pasillo en lo alto del edificio; dejé de escuchar a los niños detrás de mí y me dí la vuelta; ahora eran dos perrillos tan pequeños que podían pasar por debajo de la barandilla y caer al vacío. Me apresuré hacia ellos, pero no llegué a tiempo de evitar que el más pequeño, se precipitara hacia un ruido sordo que me heló el espinazo. Todas las complicaciones, todos los reproches del mundo y la tristeza, nublaban mi futuro en ese instante feroz. Desperté de mi parálisis cuando vi que el perrillo restante se acercaba a husmear el lugar por donde habia desaparecido su compañero. Cuando estuve junto a él y sin dudarlo siquiera lo empujé con mi pié derecho hasta que cayó entre gemidos.

21.7.06

Quedé con el electrodoméstico al atardecer del día siguiente en la esquina del bar cercano al chalet de Arturo Soria.
Cuando lo ví venir no daba crédito al espectáculo. Venía en plan "Línea blanca", esto es: zapatos, calcetines, pantalón, camisa y chaqueta blancas, rematado todo ello con un sombrero blanco dos tallas mayor que la suya. Supongo que esta era su forma de no llamar la atención. Me propuso entrar al bar, y le recordé que el camarero me conocía.
_Por eso estamos aquí, dijo arqueando sus cachetes de momia a modo de sonrisa.

-Ah, ya sé, cooontrolarr..
_ Ud podría ser mi mejor alumno.
Cuando iba a preguntarle de qué, se acercó el camarero con una actitud rayando en la profesionalidad de una novela negra, y tras un saludo afable y cortés preguntó:
¿Qué van a tomar los señores?
Iba tan bien el tipo que Tutankamon me miraba inquisitivamente; pero claro, la tenía que cagar de alguna forma: al irse me guiñó un ojo con la misma discreción de una de esas putas viejas de la calle Amparo, en la frontera de la prostitucón y la mendicidad.
_Comenzaba a pensar que me había engañado usted.
- No cantó nada el guiño, ¿a que no?
_Perdone, pero no le entiendo
-Es igual
El camarero trajo los cafés y LaGartijo le pidió tres sobres más de azúcar
Muy bien señor, contestó servil haciendo un amago de reverencia. Lo veía venir, pensé que si me guiñaba el ojo de aquella forma, iba a estallar en una carcajada; tal cual, lo malo fué que cuando lo hizo, acababa yo de tomar un buen trago de café.
media milésima de segundo despúes de que entrara en la cocina, un aerosol humano entraba en erupción. El café y la ropa blanca nunca se llevaron bien.
El zorro de las nieves estaba hecho propiamente unos zorros, y acabó en la cocina auxiliado por el atento camarero.
Tardó un rato en salir, y cuando lo hizo, venía del brazo del guiñador. Nos despedimos (afortunadamente sin guiño esta vez), y ya en la calle, eL Guarro dijo con aire triunfal:
_Hemos quedado con él mañana a las 23,00 Hs

20.7.06

Cuando uno por fin entiende las reglas del juego, casi todas las piezas encajan; pero no hay una satisfacción vinculada a este triunfo de la inteligencia. Dolorosa conquista es comprender que cada uno es un universo; y que en él, se es dios y esclavo, demonio y filántropo con un solo fin, la propia supervivencia . Así como la madre Naturaleza desparrama sus cebos entre sus criaturas con un único fin, así damos nuestros favores a nuestros huéspedes. Les adulamos y jugamos con ellos a que les admiramos, siempre con los ojos puestos en nosotros. Complicado mecanismo el que nos hace ocultar quienes somos mientras tendemos nuestra trampa. Buscamos que se nos valore por lo que somos, como si alguien pudiera entender realmente que existimos como entes autónomos, no como meras piezas de este ajedrez fatal de las relaciones humanas. Proveedores o presas, negociamos nuestra existencia en un mercado de fieras educadas que hacen los mismos números que nosotros, que han aprendido que si simulas dar, podrás quitar, como tu has nacido sabiendo y aún así han tenido que enseñarte.
Qué dulces eran los besos de la ignorancia de este reglamento sombrío, qué grandes los ídolos de nuestro candor generoso y atolondrado, que ofensiva la realidad destemplada de los descreídos, prosaica y canalla ante tu corazón aspirante a ser superior .
Quisiera por una noche vagar por la ciudad con mi corazón de los 17, ¡…volver a los 17 ! como cantaba Violeta …y claro, se terminó matando, porque aunque pudieras volver, tendrías las ropas manchadas del llanto y la miseria de haber sido adulto aunque fuera por un día. Volver, nunca es no haberse ido; y los sueños no perdonan a los desertores.
El destino te ha ignorado a la hora de repartir las armas contundentes, y la astucia te queda grande, así que te quedas en un rincón oscuro y esperas recoger los besos caídos, los puestos desdeñados y los corazones vacantes de tanto miedo a la soledad, pero no eres sincero. Nunca has dicho que en realidad, cuando quieres a alguien, es porque tienes un motivo para hacerlo, y nunca ese motivo ha salido de los límites estrictos de tu mundito interior. La generosidad es siempre una inversión; y los corazones ajenos, una escala hacia lo inconfesado de nuestras aspiraciones últimas, sean estas las que sean.
Ambicionamos poseer lo mejor, como una garantía del reconocimiento por parte de los demás, pero en el fondo, la opinion de los demás no tiene más valor que el que le adjudicamos en cada momento, nunca es algo definitivo. Los demás son muchos, y hay demases y demases; como ya había descubierto Séneca cuando sentenció el poco valor que tiene la admiración de aquellos que tú no admirarías a tu vez.

19.7.06

Le conté todo.
Era para mí una liberación terminar cuanto antes.
No me interrumpió siquiera una vez, y al terminar mi relato, hizo algo que no esperaba.
-Vamos a ver cómo te sacamos de esta, me dijo mientras me daba una palmada en el hombro con su mano leve.
-¿Entonces no es Ud. de la policía?
_ ¿Cree Ud. que lo parezco?, preguntó con su sonrisa preferida para acojonar.
-La verdad es que no Sr.....
_Señor está bien.
-Oiga, no me diga que voy a tener que decirle señor cada vez, odio lo que implica la puta palabra, dije como si fuera yo el que dominaba la situación; una milésima de segundo después, cuando iba a comenzar a disculparme, me dijo:
_Bueene, L.G., puede llamarme L.G.
La suavidad del tono que usó me confortó, y me puso incluso de buen humor:
-¡Joder, como los electrodomésticos!
_Algo así, siempre por una vida mejor, laaarga y mejor.
-¿Porqué quiere complicarse la vida para ayudarme?
_Porque mi sobrino no me perdonaría que no le ajudase.
-¿Entonces es verdad?
_No, me dijo, y flasheó la sonrisa "cállate".

Repasamos los puntos en los que podría implicárseme con el caso y convinimos que, afortunadamente, aparte de la posibilidad de haber dejado huellas, sólo había dos personas a las que "controlar" (según la palabra que usó).
-¿Qué es "controlar"?, pregunté intrigado ante lo ambiguo del término.
_Ya lo verá, me dijo acariciándose el cuello, y creo que Ud. disfrutará haciéndolo.
Me pidió el libro, y se sentó a leer tranquilamente.

18.7.06

Lucho, si no le importa...
-Pero clare..qué cabeza la mía, siempre llena de luciérnagas...
-"¡Claaare!", con un meloncillo de esa talla los pajaritos iban a andar apretujados.
Era un tipo pequeñajo, con unas manos muy pequeñas y dedos muy finos, como de pianista, pero para esas flautas con teclas.
Sin embargo tenía mucha presencia ; creo que le conté dos gestos en la media hora que estuvo, y aún así se había expresado con muchísima claridad, al tiempo que llevó la batuta del encuentro.
Me dijo que en realidad no era tío del Agus, sino un antiguo amigo de la familia, tan próximo que todos le llamaban tío; que había sido médico forense y que su "sobrino" le había dicho que yo tenía contactos en el periódico.
Yo empezaba a pensar que para ser de la pasma era un rollo muy elaborado. Mis fantasiosas fanfarronadas ante mis colegas parecían haber trascendido; un mensaka conoce a gente si, pero del nivel más bajo. El Agus, al parecer, era un crédulo.
Su intención era hablar con alguno de los que habían cubierto el caso de Arturo Soria, pero no quería aparecer en el complejo sin una presentación.
La verdad es que sonaba creíble, pero el hecho de que un asunto sobre el que no había cruzado una palabra con Agustín le trajera a mi casa era bastante extraño...¿y donde estaba su "sobrino"?, lo de Londres no se lo creía ni él.
No se quitó las gafas (seguro que no veía un pijo en mi cueva), y hasta lo agradecí, porque era bastante difícil aguantarle la mirada; me curré con esfuerzo no mostrarme asustado y vulnerable. Mientras hablábamos del tema, esperaba ver venir la trampa, pero esta no aparecía, o al menos yo no la veía.
En un momento se asomó a la ventana y me dió la espalda durante un par de minutos; pensé que no sería difícil levantarle por las piernas y hacerle caer los dos pisos. Nunca supe porqué tenía estas fantasías, la primera vez que me ocurrió fue con una bibliotecaria siendo yo un adolescente lleno de granos; mientras ella me explicaba en voz baja como rellenar el formulario de pedidos, yo pensaba si su fina mandíbula se rompería si le acomodaba un gancho de derecha. Luché con todas mis fuerzas para evitar agredirla, y no había ningún motivo que lo justificara.
-Ni se le ocurra- le oí decir antes de darse la vuelta

15.7.06

Lo primero fue recoger el libro, el dinero y mi navaja, en ese orden, lo que dejaba claro que yo, era un poco menos yo. No necesitaba mucho más para esfumarme, para poner toda la tierra que pudiera de por medio. Estaba terriblemente nervioso, como para pararme a pensar en estrategias; la opción era clara, debía abrir el libro en cualquier página, el me diría los pasos a seguir:

Siento la muerte rondando, es una morena llamada Adriana, que intenta seducirme en sueños sucesivos. Anoche me invitó a su casa, me explicó cómo llegar por un laberinto de escaleras imposibles en un plano sin fin; me monté en el siguiente sueño y me planté frente a su casa. Era el número 16 pintado a mano, orlado por profusas decoraciones vegetales modernistas que me recordaron las orquídeas de Guimard. Supe al instante que el número no era arbitrario, y quedé a la espera de conocer su significado. Ella abrió la puerta, y su sonrisa era un canto de sirena difícil de desatender..

La verdad es que como I Ching era bastante inútil el párrafo escogido. Pensé en hacer trampas y abrir en otro punto del libro, pero desistí y me dispuse a abandonar la casa, quizás para siempre. Al abrir la puerta me llevé un susto de muerte; un mamarracho, con gafas de ciego y una boina azul encasquetada, hizo una mueca que pretendió sonrisa:
- Por fin nos conocemos amigo Nucho...

14.7.06

Estaba hecho un lío; no solo debía soportar unas noches que no eran mías, soñando los sueños de un muerto que no parecía generar más que episodios tristes, violentos o aterrorizadores, los días no eran mejores. Su forma de ver el mundo, era tan distinta, que actuaba sobre mí como el imán que lleva a un abismo, como los despiadados ojos de la serpiente que atenazan la voluntad del pajarillo. No podía concebir sin irritarme la idea de que este hombre fuera recordado como un loco asesino sin poder hacer nada para desmentirlo que no comportara un riesgo para mí. Decidí llamar a Agustín, su sensatez podría ser de ayuda. Había previsto ya dedicarle cincuenta boñatos para aplacar su prevista ira, pero agregué diez con la secreta intención de darle más de lo que le debía y jugar así la inestimable baza de la esplendidez. Me atendió un tipo que dijo ser su tío, y estuve a punto de colgar( nunca supe que el Agus tuviera tío alguno), pero en un alarde de rapidez mental, comprendí que no debía hacer nada que los investigadores esperaran para aumentar sus sospechas sobre un servidor. Además tuvieron el poco tino de poner a un tío con un acento tan lejano a Jaén como el de un sefardita a un sudaca. La verdad es que no sabría decir de dónde era, seguramente producto de sus fracasados esfuerzos por parecer creíble. Me dijo que su sobrino estaba en Londres y que tardaría un par de semanas en volver. Eso lo confirmaba todo, mi colega no hablaba una puta palabra de Inglés (creo que por eso me soportaba, por nuestra única coincidencia). Le seguí el rollo con un canguele bastante bien disimulado, y me dijo que me pasara cuando quisiera para recoger algo que había dejado para Nucho.
-Para quién?
-Pero tú no eres Nucho?
-Lucho, le dije (y pensé que eran bastante malos esos maderos)
-Ah, buene, le habré oído malo.
Su puta madre,¿ será que ese estaba más nervioso que yo?
- Bueno, me pasaré mañana o pasado, es que tengo mucho tajo estos días (y automáticamente pensé que la frase no era muy afortunada).

11.7.06

Cada día al levantarme, estoy más cerca del desastre final y no
parece que la reacción a tan delicada situación surja de las sombras
como por encanto. En el fondo, siento que haga lo que haga, seguiré
siendo un hombre triste, así las cosas, ¿de que me servirá salvar este
obstáculo si no voy a ninguna parte?.
Maldigo al dios de los repartos, porque no me dió energías suficientes para intentar ser feliz ni la estupidez necesaria para ignorar el problema.
Veo tipos por ahí fuera que ponen su vida al servicio de ideales incomprensibles, que son capaces de ser luchadores tenaces, sólidos pilares de la especie humana o borrachos inútiles que justifican la existencia de los altruistas a tiempo parcial de las ONG. De todos siento una envidia mal disimulada, porque mi vida no parece tener
ningún sentido; ni meta más que el sufrirla como un espectador insatisfecho, que no abandona la función ni disfruta de ella.
Me deslizo por la ciudad arrastrando mi incapacidad para la lucha y me pregunto:¿que ocurre dentro de las cabezas de toda esa gente indescifrable con la que me cruzo cada día?. Veo sus caras y no parecen traslucir ninguna tormenta interior, les escucho hablar y no parecen verse inmersos en ningún problema existencial, más bien parece que fueran incapaces de captar la posibilidad de los problemas existenciales. Entonces, si es posible vivir en la inconciencia, ¿porque no puedo yo ser uno de ellos?, ¿porqué me cuesta tanto aceptar la crudeza de este juego ?

10.7.06

Leimos lo que nos quedaba del libro., una vez puesto cierto orden en la disposición aleatoria de los escritos, estuvimos de acuerdo en que había una progresión violenta y autodestructiva en nuestra hipotética cronología de los sueños. En la simbología onírica de DML, la navaja ocupaba un lugar de privilegio, porque contamos 14 sueños en que aparecía la famosa navaja que nunca vimos, y al parecer la policía tampoco. Parecía que la importancia de este objeto, gracias a la posesión del libro, solo era conocida por nosotros.
Comencé a tener extrañas pesadillas en las que, una y otra vez, los protagonistas eran mi navaja y una progresiva pérdida de la razón. Poco a poco me iba identificando más y más a aquel hombre extraño; el punto de partida había sido nuestro fetiche compartido. Su navaja y la mía eran un elemento omnipresente. Recuerdo que cuando murió mi padre fué la única cosa que quise, siquiera di a mis hermanos la posibilidad de una negociación al respecto. La robé de su cajón la misma tarde de su muerte y la mantuve escondida hasta que abandoné la casa familiar años más tarde. Mi padre me había dicho en el curso de una cacería que el espíritu de un hombre vivía en sus objetos más preciados; ese día me había dejado disparar por primera vez, y me pareció que no era una coincidencia, que un ritual de iniciación había tenido lugar y que cada detalle debía tomarse como una ley del oscuro mundo de los adultos.
Apuntaba detalladamente todo lo que podía recordar de aquellos malos sueños y me limitaba a guardar un silencio estricto sobre ellos. Mi conducta corría la misma suerte que mis sueños y se deterioraba mi relación con los demás. Sandra intuyó que yo era un barco que se hundía porque, sin explicación alguna, dejó de llamarme y siempre tuvo una excusa a mano en las contadas ocasiones en que volví a llamarla. Llegué a profundizar tanto en el libro, que mis sueños eran la mera puesta en escena del onirismo de aquel hombre muerto y olvidado a las pocas semanas por el gran público.
Mi vida, sin embargo, se ligaba más y más cada día a las huellas imprecisas dejadas por aquel ser peculiar y atormentado por un mundo exterior que le desesperaba.

9.7.06

El Sábado por la mañana, Sandra se presentó en mi casa y noté que algo en mí le chocaba o producía una especie de rechazo porque a los pocos minutos sugirió que fuéramos a un bar que conocía; me pareció que la idea de que estuviéramos a solas, la incomodaba por alguna razón.
-Aféitate por lo menos. Sugirió.
-¿Qué quieres decir con eso de por lo menos? inquirí poco conciente de mi aspecto general. Me acerqué al baño y al verme al espejo entendí los reparos de Sandra; los ojos un poco hundidos, bordeados por un halo oscuro, barba de varios días y el cabello sucio y despeinado. Me adecenté un poco y salimos; en ningún momento hubo contacto físico alguno entre los dos, algo parecía haberse roto o al menos cambiado de forma significativa. En otro momento, aquello me hubiera preocupado, pero ahora, mis prioridades eran otras y siquiera notaba que había una mujer hermosa a mi lado. Empezamos por una de las cartas traducidas:
No sé cómo explicar el vacío de desesperanza que se agita en mi interior, no sé luchar contra esta fuerza oscura que me ha sumido en una confusión y un desánimo con sabor a tragedia. No puedo enfrentarme al mundo exterior ni comunicarme, sin un gran esfuerzo, con otras personas. He perdido el interés por casi todo . Algo dentro de mí está por resolverse y permanezco ajeno a las circunstancias de lo que habrá de ocurrir. Me irritan los ecos de esa alegría institucional de ahí fuera, los villancicos y las voces, los pasos de los viandantes y la urgencia de los automoviles. Algo está por estallar en mi vida, lo siento con una claridad que asusta, porque nada bueno podría ocurrir en esta atmósfera triste y desesperada .
El frío es intenso, fuera y dentro, y los recuerdos bellos aparecen como fotos descoloridas de un pasado lejano e irrecuperable. La soledad en que vivo, tiene el filo de los cristales rotos, y no puedo evitar arrastrarme sobre ellos. Vivo una enfermedad misteriosa que ataca a la base misma de la vida, y me encierro en una cuarentena que no sé si trabaja en pos de la salud o la enfermedad. Algo en mí se ha dado por vencido.

8.7.06

La conversación que tuvimos luego fué bastante tranquilizadora para mí. Sandra me aseguró que los que seguían el asunto, veían a la policía bastante desconcertada, sin pista alguna del asalto a la casa. Una cosa se daba casi por definitiva, se trataba de un suicidio. Ahora, más que nunca, el libro era la única posibilidad de desentrañar el misterio. Hice fotocopias de todo el libro y entregué a Sandra las páginas en Inglés maldiciendo mi ignorancia de esa lengua y quedamos para el siguiente fin de semana a fin de dedicarle al libro el mayor tiempo posible. Pasé los días siguientes intentando recuperar mi ritmo habitual, pero no fuí capaz de conseguirlo, mi vida había dado un vuelco y ya no me sentía al mando de sus evoluciones. Sentía aflorar en mí a un habitante de las profundidades de mi conciencia, sólido, hosco y obsesivo que siquiera sentía la necesidad de hablar, bañarse o comer.
Las fotocopias que había entregado a Sandra para que las tradujera, con la esperanza de que revelaran algo sustancial resultaron ser cartas de amor y desamor a una extranjera, que probablemente fuera uno de los infortunados inquilinos del jardín. En nuestra conversación telefónica del Viernes, prometió llevarlas traducidas al día siguiente y me hizo notar que percibía en mi conducta y hasta en mi voz, unas diferencias que no concretó.

7.7.06

Hacía calor, hice correr mi mano buscando la pantorrilla para desandar luego el camino subiendo lentamente por la cara posterior del muslo. La sentí estremecerse, eso bastó para que una especie de locura se apoderara de mi respiración, mis sentidos; busqué su boca a tientas con la mía, como un ciego; la encontré abierta y tierna, dulce como un lichi. Mordí su boca con la avidez de un náufrago, sus piernas me apretaban en espasmos mal contenidos. La cogí por las muñecas, y como a un enemigo al que se vence, la puse de espaldas sobre la cama. Ya sobre ella, la miré a los ojos mientras la sujetaba, en un juego sutil y tácito en el que no podría defenderse. Sus ojos decían que aceptaba el juego y su boca lanzaba dentelladas. Solté una de sus muñecas y la sujeté por el pelo de la nuca; eche su cabeza hacia atrás dejando el tierno y blanco cuello en primer plano, clavé levemente, una y otra vez, mis dientes en él. Ella se agitaba y yo estaba como poseído, no era decididamente mi estilo, bastante más conservador en el tema, casi diría demócrata cristiano.
Lentamente fui arrojando su ropa lejos del cuadrilátero; no dijimos una sola palabra, aquello era una guerra desesperada, desprovista de cualquier vestigio de afecto, una fiesta de las sensaciones. Yo parecía estar abocado al último festín de un condenado a la horca y la dulce Sandra a la recuperación de los sentidos tras unos años de amor puntual y desmotivado. No recuerdo haber tenido una primera relación parecida con mujer alguna. Como si el destino se hubiera propuesto rematar una buena faena, nos obsequió con un orgasmo fortuitamente simultáneo. Como una flecha envenenada de placer extremo, me atravesó, de Norte a Sur y de Este a Oeste, el rayo helado y a la vez incendiario del amor desnudo de amor. Sandra abrió su boca en un grito que nadie oyó, (incluído yo que estaba bastante cerca). Alguien cortó los hilos que movían su cuerpo, quedó como paralizada. Me dejé caer a su lado sin pensar en nada, no sentía el impulso de ser cariñoso con ella, es más, no había en mí impulso alguno, simplemente estaba allí.

6.7.06

No sé porqué martilleaba el recuerdo de estas líneas en mi caótica cabeza. La poca presencia de ánimo que en mí es habitual, se había perdido por completo. Volví a casa y me eché sobre la cama. Lo suyo era dormir, dormir durante meses y despertarme habiendo olvidado esta pesadilla; cuando todo estuviera resuelto, para bien o para mal. Lo fundamental era quitarme de en medio mientras se decidía mi suerte sin que yo tuviera que pensar en ello. Hubo épocas en las que intenté luchar contra el inmovilismo que me domina a la hora de las decisiones, pero sin resultados. Una vez atrapado en alguna telaraña, me dedico a esperar a la araña, confiando en que hará un trabajo rápido y limpio.
Por la tarde llamó Sandra enterada de las novedades. Sentía la necesidad del apoyo de alguien que estuviera al tanto de los hechos, pero al mismo tiempo quería estar solo. Ella insistió y quedó en venir esa misma tarde. Fue un buen gesto. Cuando vino, yo estaba en la cama; fui a abrirle tal cual estaba, con una camiseta de algodón, (mi preferida) y calzoncillos, (también los preferidos), de no ser así, me habría vestido. El recibirla de ese modo era algo impensable en una situación normal, pero el cariz de los acontecimientos, admitía excentricidades.
Abrí la puerta, siquiera la besé y volví a la cuna. Ella fue tras mis pasos y se echó en la cama conmigo. Nunca hubiera pensado que todo sería de este modo, ¿para qué me había devanado los sesos intentando conseguir lo que estaba ocurriendo con absoluta naturalidad?. Claro, mi desgracia contribuía.
- ¿Crees que pueden localizarte? preguntó.
No contesté, me di la vuelta y la abracé, hundí la cara contra su pecho como si quisiera desaparecer. Dejó caer sus zapatos y multiplico su abrazo con las piernas. Yo estaba francamente mal, preocupado, con miedo y confuso, pero comencé a sentir una sensación que me liberaba de mis problemas. Todo lo que había deseado unos pocos días atrás estaba ocurriendo,¡ pero lo sentía de un modo tan diferente !, como si no fuera yo el que lo vivía. Ella hablaba diciendo cosas tranquilizadoras que yo no alcanzaba a entender, había sintonizado con su piel, su aroma, no percibía nada más.

5.7.06

¿Podía yo realmente confiar en Sandra y su discreción?. Quizás a esta hora ya le habría contado todo, o casi todo a su marido y en pocas horas estaría la policía aquí para llevarse mi libro, mi minicadena y el dinero conseguido con tantos miedos. Cogí el libro y el dinero, era muy temprano, salí a la calle y me metí en el coche. No tenía muy claro lo que estaba haciendo, pero la idea de quedarme en casa no era muy tranquilizadora. Estuve una media hora sentado en el coche mirando hacia el portal, dispuesto a esfumarme a la menor visita sospechosa. Alternativamente pensaba que lo que hacía era inteligente y precavido, para luego pasar al otro extremo y verme como un estúpido y un paranoico sin mayores motivos. Claro que un paranoico no necesita que nadie le dé motivos, él solito se las arregla. Ese pensamiento me desanimó. Finalmente, decidí dar una vuelta por el chalet y ver el movimiento que allí había. Llegué bastante tenso, di una pasada lentamente por la casa y vi lo que me temía. Una intensa actividad de personas que entraban y salían, dos coches de la policía en la entrada, en la rampa del garaje y curiosos en grupos por los alrededores. Mi primera reacción fue desaparecer de allí lo antes posible. Tomé por la primera calle para el cambio de sentido y me encontré con el bar en que acechara tantas cañas. Luchando contra el miedo de estar entrando en la boca del lobo, detuve el coche y entré en el bar dispuesto a enterarme de lo ya sabía; al menos eso creía yo. El camarero me reconoció y se acercó a mí.
-¿…y? ¿ qué me dice del nuevo episodio?
-Pues por ahora muy poco, ¿qué ha pasado?
- Que el tío ese ha aparecido muerto. Lo dijo con la satisfacción morbosa de poder dar una primicia, de ejercer de enterado. Pedí una cerveza que no pude tomarme y trataba de escuchar todas las conversaciones a un tiempo, buscando datos aquí y allá. Oí estupideces a granel; solo faltó la adjudicación de su muerte a la conspiración judeo-masónica. Yo también tenía mis especulaciones, pero comentarlas allí no se me hubiera ocurrido ni ebrio ni dormido. Dejé el bar y me sumé a los curiosos que rodeaban la casa; allí supe unas pocas cosas más.
Que el olor del cuerpo descompuesto en la bañera había alertado a los vecinos, que con el síndrome de los cadáveres del jardín no dudaron en llamar a la policía, que una de las ventanas presentaba signos de haber sido forzada, con lo que la hipótesis del asesinato no quedaba descartada. Recordé aquel olor al entrar y un amago de arcada trepó por mi interior. Mis piernas comenzaron a temblar; estaba seguro de haberme metido en un buen lío, del que no sabía si podría salir indemne. Era claro que el hombre estaba muerto en la bañera mientras yo rapiñaba en la biblioteca y existía la posibilidad de haber dejado huellas que no se habrían buscado por un robo, pero sí en un asesinato y que dieran con mis huesos en la cárcel por algo más que un simple expolio.

Los sueños nos guían irremediablemente a la realización de sus contenidos, juegan con nosotros y nos impulsan a la destrucción . Debo escapar a su influjo.

4.7.06

Entran dos hombres por la ventana de mi habitación y se sientan sobre el borde de mi cama . Estoy despierto y tranquilo, les oigo cuchichear. La puerta de la habitación está abierta. Me levanto de la cama fingiendo no notar su presencia; me dirijo a la puerta y la cierro. Vuelvo lentamente a la cama y les digo en tono de extrañeza: ¿ Qué están haciendo aquí dentro?…salgan por favor. Silenciosamente, sin protesta alguna se encaraman a la ventana y salen . Me acerco a la mesilla de noche, y de una mirada reviso lo que hay encima de ella; está todo lo que estaba, incluida mi navaja, que de todos los objetos es el más importante. La abro justo en el momento en que un nuevo desconocido aparece en la ventana y se dispone a entrar. Echo mi mano armada hacia atrás, como quién estira un arco amenazante y el hombre ahoga un grito de terror al verme y escapa. A unos diez metros, le intercepta un grupo que le agrede brutalmente; uno le asesta un botellazo en la cabeza y al caer es víctima de puntapiés e insultos, le dejan como muerto. Despierto sobresaltado.
La alegoría del sueño me pareció clara, temía encontrar en el libro algo que delatara a DML, ser el causante de que cayera sobre él el castigo de la sociedad.

3.7.06

Mientras pasábamos las páginas, la personalidad de DML me iba seduciendo; ya no quería que este hombre fuera un asesino, y si lo fuera, no sería yo quien le descubriera. Veía en sus sueños y extraía de sus confesiones, de las poesías que recopilaba, la idea de una lucha dispar que estaba produciéndose. El mundo contra Domingo Moreno Lobo. Era evidente que odiaba la mediocridad sin poder escapar del todo a ella, buscaba a tientas un mundo luminoso que le daba la espalda y se refugiaba en sus pensamientos lúcidos por momentos y extravagantes, o mejor, incomprensibles en otros.
Intuía que a Sandra le ocurría algo parecido, o al menos lo deseaba como forma de medir su espíritu, sus otras medidas eran lo que yo necesitaba.
Sobre las siete hicimos un alto, la intensidad de nuestra curiosidad nos había tenido más de dos horas sumergidos en el libro. Eso sin haber tocado siquiera los múltiples tramos en Inglés.
Preparé unos bocadillos y abrí otra botella de cerveza. Al volver a la sala, la encontré extendida en el sofá con el libro apretado contra su pecho y la mirada perdida en el techo. Sin pensarlo mucho, me incliné y la besé en la boca; no colaboró, pero tampoco ofreció resistencia alguna y me sonrió, lo cual alcanzaba.
-Esto es para que veas que lo que te dije antes iba en serio.
Se incorporó, tomó mi cara entre sus manos y me besó a su vez. Dejé las provisiones y los vasos en el suelo y me senté a su lado . La cogí por la cintura mientras seguía dándome cortos y dulces besos con los ojos cerrados, y cuando mi mano comenzó a trepar en busca de algo con más entidad sexual me dijo:
- Vamos a comer.
Me sentía muy a gusto, comíamos y bromeábamos como si nos conociéramos desde siempre.
A eso de las ocho me dijo que tenía que irse. Con la promesa de llamar al día siguiente, me dejó a solas con el libro. No conseguí concentrarme mucho en él, por lo que lo dejé y fui a dar una vuelta por el parque con el alma llena.

2.7.06

¿A quién se refería cuando hablaba de "…tus deseos y debilidades…";
yo concluí, quizás por no pensar mucho, que se escribía a sí mismo en un claro desdoblamiento de la personalidad; además el argumento sonaba científico y sofisticado, y yo quería impresionar. Ella desmontó el artificio generosamente, sin destacar su cualidad irreflexiva, con una mención certera a "¿Cuántas veces fue mi ignorancia la que lavó tus culpas?.
Sin duda, la lectura a dos tenía mayor interés que la labor en solitario; la capacidad de especulación de dos personas, sobre un
mismo texto, es una progresión geométrica con destino generalmente disparatado, pero que genera una excitación especulativa susceptible de echar luz sobre un misterio. incluso, Sandra teorizó que el párrafo: " Nunca llegaré a saberlo … " era algo definitivo como la muerte, que cabía pensar que se refiriera a una de sus víctimas.
Quizás por corporativismo masculino, o por una solidaridad creciente con un tipo en problemas dije:
-Presuntas víctimas.
Sin levantar la mirada del libro, Sandra hizo un gesto sutil con las cejas, un germen del fastidio que cultivan las mujeres mientras nos van conociendo.
Estuvimos más de una hora saltando de una página a otra, buscando un nexo que no aparecía, y no entendíamos tampoco el que hubiera páginas en blanco entremezcladas con las escritas, unas veces a lápiz, otras, las menos, a boli puro y duro. Establecimos un plan de trabajo que nos obligaba a leer el libro ordenadamente y apuntar todo aquello incomprensible, esperando hallar más adelante, pistas que pudieran completar el puzzle:
" Quizás todo hubiera sido diferente con algunas victorias oportunas.
Nada sería seguramente igual, porque nuestra visión del mundo no se apoya en los triunfos, sino que se forja lentamente en la percepción de derrota que nos dejan algunas situaciones."

"Ved como monos al conjunto, empeñados en no ser diferentes, de tanto querer serlo."

1.7.06

Una vez aclarada aquella cuestión, nos metimos de lleno en el libro. Con el ego a salvo, Sandra repitió la misma operación que se había truncado ante mi negativa de desvelar la procedencia del libro; buscó la última página. Este detalle revelaba una personalidad ansiosa y el mismo candor que había demostrado yo cuando hice algo parecido con la secreta esperanza de leer algo así como: “…y entonces, con un cuchillo de grandes dimensiones…”. Nada de eso, lo que parecía el final, y luego descubrimos no era tal, estaba ocupado por unas confesiones dolorosas mas propias de un diario íntimo:
“ ¿Cuántas veces más habría de pagar mi dolor las deudas de tus deseos y debilidades?. ¿ Cuántas veces fue mi ignorancia la que lavó tus culpas?. Nunca llegaré a saberlo porque ya no hay forma, no hay testimonios fiables. Maldigo la debilidad que me impide poner fin a estos absurdos tormentos.
Maldigo a los imbéciles que murmuran en mi ausencia y a los que me compadecen. Durante años he confundido mi debilidad con la bondad . Se ha levantado ante mí una categórica evidencia. Mi personalidad se ha convertido en un rompecabezas compuesto e pequeños miedos, a la soledad, al ridículo, al dolor…al destino. No soy un hombre bueno, sino un pobre diablo que teme darle a Dios una patada en el culo, no sea que exista y se moleste. Estoy harto de los que se buscan así mismos en el Tíbet cuando podrían haberse encontrado, haciendo fintas frente al espejo del baño, o poniéndose los pantys de su hermana un día en que quedó solo en casa. El que dijo que la vida no era un lecho de rosas, omitió describir lo que en realidad era, un prostíbulo que huele a mierda y cloro, habitado por gente que hace cualquier cosa por despertarse mañana,una vez más. Me reconozco como un amargado, no considero a esta clase de hombres como algo detestable o dignos de pena, todo lo contrario, es un signo de lucidez; el optimismo, en cambio , se me antoja como un defecto de quinceañeros e idiotas que tropiezan con las calamidades sin darse cuenta, son los más peligrosos.”