18.7.06

Lucho, si no le importa...
-Pero clare..qué cabeza la mía, siempre llena de luciérnagas...
-"¡Claaare!", con un meloncillo de esa talla los pajaritos iban a andar apretujados.
Era un tipo pequeñajo, con unas manos muy pequeñas y dedos muy finos, como de pianista, pero para esas flautas con teclas.
Sin embargo tenía mucha presencia ; creo que le conté dos gestos en la media hora que estuvo, y aún así se había expresado con muchísima claridad, al tiempo que llevó la batuta del encuentro.
Me dijo que en realidad no era tío del Agus, sino un antiguo amigo de la familia, tan próximo que todos le llamaban tío; que había sido médico forense y que su "sobrino" le había dicho que yo tenía contactos en el periódico.
Yo empezaba a pensar que para ser de la pasma era un rollo muy elaborado. Mis fantasiosas fanfarronadas ante mis colegas parecían haber trascendido; un mensaka conoce a gente si, pero del nivel más bajo. El Agus, al parecer, era un crédulo.
Su intención era hablar con alguno de los que habían cubierto el caso de Arturo Soria, pero no quería aparecer en el complejo sin una presentación.
La verdad es que sonaba creíble, pero el hecho de que un asunto sobre el que no había cruzado una palabra con Agustín le trajera a mi casa era bastante extraño...¿y donde estaba su "sobrino"?, lo de Londres no se lo creía ni él.
No se quitó las gafas (seguro que no veía un pijo en mi cueva), y hasta lo agradecí, porque era bastante difícil aguantarle la mirada; me curré con esfuerzo no mostrarme asustado y vulnerable. Mientras hablábamos del tema, esperaba ver venir la trampa, pero esta no aparecía, o al menos yo no la veía.
En un momento se asomó a la ventana y me dió la espalda durante un par de minutos; pensé que no sería difícil levantarle por las piernas y hacerle caer los dos pisos. Nunca supe porqué tenía estas fantasías, la primera vez que me ocurrió fue con una bibliotecaria siendo yo un adolescente lleno de granos; mientras ella me explicaba en voz baja como rellenar el formulario de pedidos, yo pensaba si su fina mandíbula se rompería si le acomodaba un gancho de derecha. Luché con todas mis fuerzas para evitar agredirla, y no había ningún motivo que lo justificara.
-Ni se le ocurra- le oí decir antes de darse la vuelta

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