23.7.06

Fuí al lugar de nuestro encuentro una hora antes de lo pactado; toda esta situación se me escapaba y tuve la intuición de que jugaría con más ventaja si conocía todas las posibilidades sobre el terreno de antemano. Aparqué sobre Arturo Soria en la esquina de Fernández Caro (sabía de este atajo que te permitía esfumarte en segundos). Les ví llegar juntos; el camarero (nunca supe su nombre) venía con su indumentaria y olor habitual, y el camaleón al peor estilo McGiver: gorro negro haciendo juego con el disfraz de sigiloso; era como la maqueta de un gurka de Vogue.

_23,00 Hs en punto, somos un gran equipo.
Claro que sí inspector, terció el "guiños".
No fué una mosca lo que se me puso detrás de la oreja, fue un pterodáctilo con un plumas.
_Amigo, a Ud. le toca la parte más peligrosa, vaya por detrás de la casa y espere nuestra señal.
Cuando pasó a mi lado me hizo un guiño discretísimo para su estilo y susurró:
Es un fiera el inspector Godino.
El abrir las puertas se le daba bien, porque no tuve tiempo siquiera de ponerme nervioso cuando me hizo señas para que entrase.
Como si ya conociera el camino, se dirigió hacia la cocina y de ahí al patio trasero; ahora entendía lo de los guantes, porque parecía que se guiaba más por el tacto que por la vista, tocaba todo, como si quisiera impregnarse de aquella atmósfera malsana, ..si se quitara las putas gafas oscuras....
Había crecido hierba sobre los montículos, pero el panorama seguía siendo inquietante.
Me llamó desde la pared que sujetaba la reja de la parte posterior del jardín y me enseñó un agujero estrecho:
_Por aquí asomerá la cabeza cuando le llame, y me dio un martillo que llevaba en una especie de zurrón.
No pude pensar siquiera en ello, se asomó y chistó a la res bípeda.
Fue como si lo hubiera practicado toda mi vida, el golpe prodigioso en tempo y precisión, produjo un sordo ¡crack!; que me infundió respeto, para asegurarme, pues la situación del cuerpo era cómoda para ello, dí un corte con mi navaja en la garganta del infortunado.
Tuvimos que dar un pequeño saltito hacia atrás, aquello era una fuente. Aprendí que asir por los cabellos a un hombre que muere, transmite una extraña energía.
McGiver me hizo señas para que tiráramos de él.
Costó lo suyo, porque el menda tiraba solo.
Cavé con energía, pero el terreno ayudaba; en un momento, el gurka me hizo señas para que saliera del hoyo.
Pala en mano me paré a su lado para admirar mi obra.
_Un trabajo bien hecho, dijo mientras yo daba un paso atrás y lanzaba mi golpe en un zumbido que acabó en un ¡CLANK!, que no sólo no imponía respeto, sino que me dieron ganas de reir, parecía un sonido de dibujos animados. Saqué de su chaquetón una cartera sin dinero y la documentación italiana de un tal Lucca Godino, agente de servicios funerarios, gestor de bolsa, catedrático de biología etc., etc.
Bueno, otra gamba más.
Entraron los dos cómodamente; una vez satisfecho del aspecto del nuevo hogar de mis amigos, busqué el mejor lugar para Sandra, lo encontré debajo de un limonero, terreno sin ultrajar para el último de mis sueños.

3 comentarios:

Laura Martillo dijo...

Oye, no me imaginaba un texto como estos.

hace mucho que veo a husmear, pero el de hoy me agradó.

será por el uso del martillo?

Eleafar Cananita dijo...

ja. un bonito crimen piando en medio de la calle...

Anónimo dijo...

Luzbel, eso de ir al encuentro una hora antes de lo pactado es un síntoma indiscutible de ansiedad.
Me encantó este final, el de encontrar el mejor lugar para Sandra debajo de un limonero, terreno sin ultrajar para tus sueños. Me pareció muy romántico. ¿Ves cómo Luzbel también es sensible?
Como siempre es un honor leerte.
Besos.