25.2.07

La tregua

La primera vez que Anuri vio vestido a Abú, fue el día de su boda. Era tiempo de Monzones, cuando el calor y el frío se persiguen, atropellando a los hombres en su juego.
Un arco tosco de flores a la entrada del patio delantero era la única señal del acontecimiento; el aire agitaba las flores engarzadas, y la humedad se colgaba de aquel soplo prodigioso dando un color intenso a cuanto obstáculo encontrara en su camino.
Se casaron ellos mismos, ante la inoperante negativa de un muftí, de poca inteligencia y mano izquierda, que antepuso a la solución de un problema de orden práctico, sus prejuicios, negando la posibilidad de unión de un muladí, con una viuda del Islam.
La ceremonia consistió en un abrazo e intercambio de túnicas; a continuación se dedicaron al banquete, que eran ellos mismos. Calcularon que los meses que les separaban del Ramadán, eran suficientes para no tener que interrumpir las celebraciones contra su voluntad.
Fue una fiesta muy sonada, aunque fueran ellos los únicos invitados. Pasaron luces y sombras, dando misterio y claridad a las miradas; hubo risas, gemidos y susurros, cucuruchos de frutas, té y cáñamo.
Un ave les despertó finalmente, del minuto, o las horas que durmieron; volvieron cada uno a sus tareas, prometiéndose encontrarse en cada sueño.

7 comentarios:

gemmacan dijo...

Se me caen los mocos. Es tan tierno que en vez de estar en el infierno, creo que he aterrizado en una pastelería.

laonza dijo...

Don diablo... es hermoso lo que canta , emociona y atrapa.... es su forma de darle sosiego al fuego condenatorio? o una forma de que se quemen más en las llams de la adición a sus palabras?...
besos

Anónimo dijo...

maravillosa tregua...
es un placer escuchar el canto del mirlo, como lo es encontrar su silencio en mis labios, como caña de azúcar, como beso con lengua...

Sintagma in Blue dijo...

Bellos sueños piratas.

-besos-

fractal dijo...

Esta es la boda ideal.
Si volviera a casarme, lo haría tal como lo ha descrito usted, en la más estricta intimidad. En su relato, hay lo que debe haber entre dos contrayentes: estima.

Muy afinado, querido Luzbel.

Antonio Latorre Jimenez dijo...

Y fueron felices y comieron perdices que ellos mismos cazaron, desplumaron y cocinaron, de tal manera que nunca despertaron.

Recomenzar dijo...

Interesante tu escrito, te sigo y gracias por tu tiempo en mi blog