16.5.07

Historia de una morena (IV)



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Desperté sin la menor duda de que aquello había sido real, y me encontré una morena dormida en mi camino al mundo luminoso que estaba seguro me esperaba. La dejé dormir mientras preparaba el desayuno y aproveché para solventar todas las esclavitudes del cuerpo, dejaba las del alma en manos de un piloto automático que parecía inspirado.
Que te abrace un mujer medio dormida, con el cuerpo caliente de asolearse en sueños inaccesibles, es uno de los placeres inocentes que ha permanecido vigentes a lo largo de mi vida; que gima levemente mientras lo hace, acelera el corazón, y despierta todos los otros centros del placer que permanecían en letargo. Desayuno, charla animada, planificación del día y beso. ¡Quien pudiera creer que estos hechos simples puedan mantener a un hombre canturreando todo el día!.
Por la tarde me esmeré en la cena y los preparativos estaban muy avanzados cuando llegó. Cenamos con vino y estaba en el aire que había una fiesta para los sentidos fraguándose.
Iniciamos una serie de maratonianos encuentros amorosos con los desajustes típicos de cualquier inicio, pero a los pocos días, y tras mucho ensayar Eros, nos convertimos en auténticos especialistas el uno del otro. Era tal el entusiasmo, que recuerdo una tarde en que hicimos el amor en el trayecto del teleférico que une el Pº de Rosales con la Casa de Campo. Los pasajeros del funicular que venían en sentido inverso, no deberían creer lo que veían, pero allí estábamos, con el mayor de los desparpajos y un desinterés absoluto por el resto del mundo.
Cuando se volvió a Barcelona, quedé en el mayor de los desconsuelos, pero hablábamos por teléfono cada día y nos escribíamos como posesos; le escribí las cartas más hermosas del mundo, y como en aquella época no existían en mi vida los adelantos que hay hoy no ha quedado constancia de ellas. Llegué a recibir tres en un día, una de ellas con veintemil pesetas (en dinero) para que fuera a verla cuando apenas habían pasado diez días desde nuestra separación. Nunca estuve tan enamorado ni tan seguro de lo que debía hacer, después de varios viajes relámpago a Barcelona, y de una nueva visita suya a Madrid, esta vez con su hijo de 12 años, organicé mi vida para irme a vivir a su ciudad .