Cuando uno por fin entiende las reglas del juego, casi todas las piezas encajan; pero no hay una satisfacción vinculada a este triunfo de la inteligencia. Dolorosa conquista es comprender que cada uno es un universo; y que en él, se es dios y esclavo, demonio y filántropo con un solo fin, la propia supervivencia . Así como la madre Naturaleza desparrama sus cebos entre sus criaturas con un único fin, así damos nuestros favores a nuestros huéspedes. Les adulamos y jugamos con ellos a que les admiramos, siempre con los ojos puestos en nosotros. Complicado mecanismo el que nos hace ocultar quienes somos mientras tendemos nuestra trampa. Buscamos que se nos valore por lo que somos, como si alguien pudiera entender realmente que existimos como entes autónomos, no como meras piezas de este ajedrez fatal de las relaciones humanas. Proveedores o presas, negociamos nuestra existencia en un mercado de fieras educadas que hacen los mismos números que nosotros, que han aprendido que si simulas dar, podrás quitar, como tu has nacido sabiendo y aún así han tenido que enseñarte.
Qué dulces eran los besos de la ignorancia de este reglamento sombrío, qué grandes los ídolos de nuestro candor generoso y atolondrado, que ofensiva la realidad destemplada de los descreídos, prosaica y canalla ante tu corazón aspirante a ser superior .
Quisiera por una noche vagar por la ciudad con mi corazón de los 17, ¡…volver a los 17 ! como cantaba Violeta …y claro, se terminó matando, porque aunque pudieras volver, tendrías las ropas manchadas del llanto y la miseria de haber sido adulto aunque fuera por un día. Volver, nunca es no haberse ido; y los sueños no perdonan a los desertores.
El destino te ha ignorado a la hora de repartir las armas contundentes, y la astucia te queda grande, así que te quedas en un rincón oscuro y esperas recoger los besos caídos, los puestos desdeñados y los corazones vacantes de tanto miedo a la soledad, pero no eres sincero. Nunca has dicho que en realidad, cuando quieres a alguien, es porque tienes un motivo para hacerlo, y nunca ese motivo ha salido de los límites estrictos de tu mundito interior. La generosidad es siempre una inversión; y los corazones ajenos, una escala hacia lo inconfesado de nuestras aspiraciones últimas, sean estas las que sean.
Ambicionamos poseer lo mejor, como una garantía del reconocimiento por parte de los demás, pero en el fondo, la opinion de los demás no tiene más valor que el que le adjudicamos en cada momento, nunca es algo definitivo. Los demás son muchos, y hay demases y demases; como ya había descubierto Séneca cuando sentenció el poco valor que tiene la admiración de aquellos que tú no admirarías a tu vez.
4 comentarios:
Sabias palabras, aunque todavía no sé que tienen que ver con la novela. Habrá que seguir leyendo.
Tiene Ud. razón querido amigo, esta página es de otro interno; en culquier caso, si sirviera para que continúe con la lectura, es provechoso el error.¡ Ay !, si es que no se puede delegar... ¡MUHARIB!, pásese por dirección..(se va a enterar)
Se vé la experiencia que te dan tus 104 añitos, sí. Se cuela en el texto..
Todo es relativo.. las montañas se vuelven playas de arena.. y viceversa..
Uno se sienta en la mesa, y desconoce que las cartas estan marcadas,..
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