31.5.07

La noche


La noche es contemplada por innúmeros ojos; hay múltiples visiones de un mismo fenómeno, pero en todos los retratos, tiene la noche, la mirada eterna. La noche es el terror y el deseo, el premio y el castigo, el final y el principio, pero afortunadamente no es inagotable.
Embriagadoras noches de verano lejanas, estrenando vértigo y pasión; los vinos antiguos no se apiadan de los nuevos sedientos.

30.5.07

Mi casa

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Guardo en mi casa los trofeos del pasado, no son piezas de metal cromado que conmemoran alguna hazaña deportiva o el guapismo perril de la mascota de uno. Son las reliquias del devenir histórico personal. Atesoro en este mausoleo modesto el halo perenne de aquella sonrisa de mujer, que me enamoró con una pasión fugaz.. que deseé eterna. También por supuesto quedan rastros de la euforia decorativa que tienen algunas mujeres en un territorio virgen de mariconadas inútiles, como suelen ser los habitáculos de solteros escurridizos. Pero poco a poco todo vuelve a su cauce.
Mi casa ha sido el escenario de episodios grandiosos y miserables de la condición humana; afortunadamente a una escala tan pequeña que solo algún que otro enfrentamiento entre culturas tuvo lugar; hubo perfidias, y actos tan bellos que han dejado aromas y sonidos que muy probablemente nadie más que yo pueda percibir. Eso es tener una casa, aunque en realidad no sea de uno; muros y volúmenes impregnados por nuestra felicidad e infortunio, espacios habitados por emociones antiguas y alambicadas remembranzas modernas.
Este es el único lugar sobre la faz de la tierra en que sabemos dónde está la sal, el taladro o las bombillas de repuesto, por eso nos sentimos tan a gusto.
Un hombre que envejece solo en una casa se va convirtiendo en un perro, al que lo peor que puede pasarle es que la vida no sea predecible. Elabora racionalmente rutinas de carácter práctico, si bien no puede sustraerse a algunas otras, de ámbito más bien simbólico, al que ubicaremos en el apartado general de : manías.
Para muchos nuestra casa es nuestro reino; hoy mismo vi salir una mujer de su portal, y persignarse complicadamente en tres ciclos que me parecieron idénticos, olía a superstición y a conciencia de entrar en campo enemigo.

27.5.07

Demonios en el café

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Los días pasan a cámara lenta, como un sueño recurrente de parálisis aterradora en la que es imposible escapar salvo despertando. Suspiro por una vida mejor, pero no sé exactamente qué es lo que esta debería ser. Dios me ha abandonado, como a los creyentes y a los no creyentes, porque esta es la forma inequívoca en que el Supremo suele manifestarse; solo el Enemigo permanece a mi lado, refunfuñando sus coartadas de azufre. A él le bastan mi desazón y mi miedo para alimentarse, y me prepara un cóctel de nihilismo y Alzheimer a cambio de mi alma.
Envejezco en el ansia que lanza miradas en pos de las muchachas, en la incapacidad efectiva para las proezas físicas y la esperanza. Lejos de la peonza y la petanca, me arrastro entre los añicos de las ilusiones del pasado; débil en extremo para la ambición que debiera guiarme o al menos, mantenerme en pié.
Asisto al cortejo del dinamismo salvaje del mundo como quien observa el ritual desconocido de una tribu antigua. Miro el espectáculo sin entender, mientras Luzbel me desparrama las babas por el mentón con mi bufanda de acrílico innoble. Se turnan los demonios para atenderme en estos mis últimos días; quieren asegurarse de que no quebraré mi promesa. Algunas noches me dejan solo y sueño que vuelo sobre el mar, o que me aman quienes no me amaron, que vuelven los que se han ido, y soy el que nunca fui; pero al abrir los ojos, me espera Belcebú con un espejo. A veces creo recordar cual fue mi beneficio en este pacto con los demonios, pero mi mente se confunde al instante y sólo soy consciente de mi deuda.
¿Dos de sacarina? me pregunta Lucifer con su sonrisa siniestra y la cafetera en la mano; asiento en silencio y ambos saltan dentro de la taza. Mientras tomo el café, me pregunto sobre la utilidad que puede reportarles un alma como la mía, y en un momento, me parece oír a Dios, riéndose con ellos.

25.5.07

El beso del Homo Antecessor

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En realidad no me gustaba, nunca me había gustado, pero el mundo había determinado que fuera mi novia. Mi noviazgo anterior había sido una experiencia confusa, en la que toda la relación con aquella niña (de la que he olvidado el nombre) se había basado en informaciones traídas y llevadas por una celestina pizpireta de ojos verdes llamada Liliana. Aquella morena sí me gustaba, pero nunca cruzamos palabra, si bien "oficialmente" nos habíamos aceptado el uno al otro. Un buen día se mudó, dejando mi corazón vacante y una nueva empresa para la infatigable Lily.
Adriana era una moza rellenita, de piel muy blanca y ojo gris (el otro era marrón), su falda escocesa tableada, su camisa blanca y su jersey verde no eran un uniforme de colegiala, eran su uniforme de niña pobre del suburbio; probablemente aquella ropa era la única decente que tenía y nunca se mostraba de otra forma. Hoy en día, parece inconcebible que la pobreza pudiera manifestarse en la escasez de atuendo, pero así era hace cuarenta años. La ropa circulaba reciclada entre hermanos hasta la extenuación de los tejidos, pero si no tenías hermanos estabas condenado a usar aquellas prendas que tenías, no hasta que estuvieran inservibles, sino hasta que pudieras hacerte con otras.
La tarde-noche en que besé sus labios (creo que fué la única vez), me pareció que eran de papel; aún hoy, una eternidad después, tengo nítida la sensación de aquella boca primera en la mía. No sé si cerré los ojos por un incipiente instinto adulto de suplantación o porque cuando fuí conciente de que aquellos labios se dirigían como un torpedo hacia los míos, decidí que aquella experiencia merecía el máximo de concentración. Quizás, mi modo de entender la sensualidad sería otra de haberme encontrado con una boca cálida y húmeda, pero eso vendría mucha ingenuidad después.
No me gustaba, pero era mi novia, así lo habían decidido otros con nuestra aquiescencia; aquello nos iniciaba en los confusos senderos que pretendían alejarnos de la infancia, con los pasos saltarines, viciados de niñez. Seguramente tampoco yo le gustaba, pero estaba disponible; una especie de "sparring" de las emociones a las que se aspiraba como una forma de estar en el mundo, no por necesidad alguna de corte afectivo o sexual.
De ser atado a un poste con los ojos cerrados,y obligado a desandar todos los besos que han recorrido mi vida, reconocería aquel beso entre millares; no por una cualidad especial que pudiera atribuírsele por ser el primer beso o chorradas por el estilo, sino porque aquellos labios de Invierno, heridos de líneas radiales, eran algo inesperado para mi concepción teórica de un beso.
Como huellas digitales en la escena del crimen, algunas sensaciones persisten involuntarias en la memoria de nuestras emociones; van más allá de los sentimientos por las personas, son marcas indelebles de la construcción de nuestra forma de recibir al mundo que se ofrecía en cada esquina.

23.5.07

Carta de amor de un superhéroe a un hada

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Querida hada, hermosa nana me has cantado, y aunque estoy hecho una piltrafa, de no dormir lo suficiente, siento que me nace el deseo de contestar a tu presencia oportuna, a tus besos descalzos y al roce de tu piel que me es dado imaginar. He sentido, aunque no lo creas, tu pecho contra el mío, y he visto brillar tus ojos en las sombras, he cogido tus muñecas y sumergido mi cara en el aroma tenue del mar de tu cabello. Naufragué por fín entre latidos, y sentí deseos de llorar, o de reirme a gritos, de abrazar a los desconocidos y dar lo que queda de mi pobreza a los pobres, de fundar una ONG que reparta hadas entre todos los solitarios de la ciudad, para que estos a su vez, canten y silben por las calles, buscando desconocidos a quienes abrazar. Surgió un mundo perfecto de la nana y los corderos y de escuchar "duerme mi amor", que nunca lo había oído. Tejí con esa frase una capa y me fuí a volar por la ciudad, flotando sobre las alcobas y los que ya no se aman; para todos tuve un poco de mi pena, para todos tuve el gesto comprensivo que sólo es estandarte de los superhéroes que nacieron de una frase como esas. Van por el mundo con el gesto sereno, y una sonrisa transparente les revela la felicidad en ciernes, que les crece sin raíces sobre las ilusiones.
Soy Superman, El Zorro, El Chapulín Colorado, y llevo en mi pecho el emblema del tuyo .

22.5.07

Apocalipsis

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Eran la una y veinte cuando ví caer una bola de fuego desde el cielo. Miré a los demás, pero nadie parecía haberla visto. Me dije a mí mismo que me enteraría más tarde, en el telediario, del lugar del impacto, pero tampoco nadie mencionó el asunto. Había sido todo tan claro que no pensaba en la posibilidad de una alucinación o un efecto óptico y me sentía el dueño de una información exclusiva y privilegiada que me daba una cierta ventaja a la hora del Apocalipsis que al parecer se fraguaba. Pobre gente. Continuaban aspirando ingenuamente a un futuro mejor, preocupados por la bolsa y el campeonato de liga, el último cacharro digital y un todoterreno con GPS mientras sus esposas comentaban el último escandalete de un famosillo con titulín nobiliario que : " ¡a ver como terminaría…!" . Yo, que sabía como habría de terminar todo, para todos, caminaba altivo por las calles, como un dios resabiado y magnánimo . Aspirando el aire penúltimo del Otoño final. Nunca había pensado que el final de la humanidad pudiera darme semejante gozo y paz interior. Me parecía un precio justo a pagar el que desaparecieran unos cuantos miles de buenas y justas personas si en el embate final de la gran ola cósmica que se avecinaba, se perderían para siempre las enormes legiones de seres mezquinos que se habían adueñado de la tierra. No tenía la preocupación de salvarme y me preocupaba el que pudiera haber supervivientes y se repitiera el esquema dentro de un par de miles de años; y es que los dioses de segunda , tenemos un concepto serio y formal de lo definitivo. No aceptamos enmiendas a ningún juicio final y desconfiamos de las intenciones de los dioses de las altas jerarquías. No más muertes de pollos inocentes ni desprevenidos pulpos, no más corderos degollados ni ocas hepatotorturadas para alimentar a seres indignos y crueles, egoístas e insanos.
Eran las ocho y veinte cuando caí en la cuenta de que la señal era para mí, que todo seguiría igual ahí fuera pero se me daba la ocasión de no tener que presenciarlo ya más . Era el treinta de Noviembre. La coincidencia no podía ser fortuita, en este día, sesentaicinco años atras, había muerto un escritor por el que siento una enorme admiración. Su torturado pensamiento, lúcido y profundo, había guiado los confusos pasos de mi espiritualidad y mis rudimentarios devaneos filosóficos hacia un callejón sin salida en los últimos años. Ahora, enfrentado a la disyuntiva de una vida de tedio o un final liberador, con el guiño de un personaje de mi galería de ídolos, me parecía una de las elecciones más sencillas de toda mi vida. Había que encontrar un medio poco ofensivo y generoso para con los funcionarios que tendrían que hacerse cargo de los despojos que habría de dejar mi decisión. Caminé pensando en ello durante un par de horas, y comenzó a preocuparme la idea de que a medianoche, se acabaría el plazo que me había sido concedido para que no se confundiera mi sacrificio con un vulgar suicidio. Mi caso no era el de un tipo lleno de deudas o desengaños, a quien las circunstancias pusieran en semejante trance. Mi partida debía ser un ritual privado, pero si yo mismo ,no respetaba las cláusulas del contrato con mi universo interior , porqué pretendía que los de ahí fuera , respetaran las normas de una convivencia regida por la desacreditada lógica y el irrisorio concepto de respeto.
Para colmo, corría una brisa dulce y la temperatura era tan suave que daban ganas , no solo de quedarse un poco más, sino de hacer un viaje a la costa y sentir el aroma del mar.

20.5.07

Kamikazes

Éramos un grupo de pequeños desharrapados camuflados tras la uniformidad que da a los seres humanos un bañador en la piscina. Formábamos parte de una sociedad secretísima que se llamaba "Los Kamikaze". Nos distinguíamos de los no iniciados, por un discreto botón de metal con un ancla en relieve cosido a la cintura de nuestros heterogéneos "uniformes" . La sociedad no podía aceptar nuevos adeptos porque, la casaca del marino que la había hecho posible, tenía los botones que tenía, ni uno más. Por eso, el día que "el birola", como llamábamos a los que usaban gafas, perdió la suya, hubo un conciliábulo en el que se trataba de su pertenencia futura a la secta. El más acérrimo defensor de la norma automática de expulsión era "el batata", que había sido rechazado como pretendiente por Moniquita, la hermana del Birola. A mi vez yo, que estaba perdidamente enamorado de ella, me erigí en paladín de la tolerancia y la flexibilidad de las normas.
La actividad de los Kamikaze era variada, consistía en zambullirse buscando una trayectoria precisa que permitiera al torpedo humano, tomar contacto con las nalgas de una bañista elegida, robar gafas de sol o las zapatillas de los desprevenidos. Mi argumento esencial, consistía en que el Birola tenía un aspecto tan inofensivo que se convertía a menudo en una pieza clave en nuestras correrías. No sé si era el amor lo que me daba aquella dosis extra de locuacidad y astucia, la cuestión es que mis argumentos parecían más sólidos que los del despechado Batata, que finalmente, prometió cejar en su empeño, previo paso a una prueba de aptitud que debería pasar el reo. La prueba consistía en que el grupo de los Kamikaze, se pondría de cara a la pared del estadio que había en nuestro barrio y en una meada simultánea, debería dejar la marca de un listón a superar o al menos igualar, al campeón de tan singular torneo. El pobre Birola tenía un handicap añadido, era el más bajito; y si bien varios de los Kamikaze antepusimos el afecto y la hombría de bien a la prueba de nuestra potencia en la micción, el Batata, que era el único que conocía el secreto de la erección voluntaria, llegó a unas cotas que no pudimos menos que admirar. El Birola estaba perdido, varios le palmeamos la espalda cuando fué despacito a enfrentarse con su destino; aquella marca destacada, que le superaba en altura, era el reto a batir. Se puso en posición, y en un alarde de conocimiento de las leyes de la física apuntó su mínimo aspersorio al cielo de Febrero; el silencio era tenso, y varios de nosotros teníamos los dedos del alma cruzados, solo el Batata mantenía un aire burlón y de suficiencia. En un momento, preocupado quizás por la demora del geiser que necesitaba, miró hacia abajo, y aquel chorro voluntarioso se estrelló contra su cara. Todos nos reímos, pero cuando se dió la vuelta y vimos sus gafas chorreando, y sus ojos inundados por otra sustancia que no era sino la manifestación de su vergüenza, pararon casi todas las risas.
El Batata se doblaba, se erguía, lo señalaba y se volvía a doblar en una risa exagerada y forzada. Era más fuerte que yo, pero el amor me guiaba cuando en una de sus flexiones le metí una vengadora patada en el culo. Se le cortó la risa de repente y se abalanzó contra mí, pero por el camino lo frenó el imperioso volumen del gordo Coki (con él no se jugaba) quien después de dos tremendos empujones y con hielo en la mirada le dijo: "No te quiero ver más en la piscina". Había nacido la cortesía parlamentaria.

19.5.07

Verano

Las veo pasar con la angustia clavada en la ubicua víscera que regula la lascivia. Ombligos, muslos, pantorrillas y pechos; ah…pechos, pequeños y grandes, perfectos o mediocres, todos imanes de globos oculares, que en rápida inspección o pausado regodeo, son el punto ineludible a analizar de cualquier hembra (y no es mi deseo ser peyorativo) si esta se presenta de faz. Un rápido giro de cuello una vez que nos da la espalda para siempre, nos permitira -mientras elaboramos pequeñas pompas de baba- hacer 2 ó 3 recorridos con la vista desde los glúteos al talón de Aquiles y viceversa.
En caso de desplazarse uno en un vehículo, notará que las máquinas de todos los demás conductores, árboles, buzones y viandantes,conseguirán interponerse sucesivamente entre nosotros y nuestro objeto de estudio; hasta que la tía, (para que seguir con eufemismos) dobla en la esquina más próxima o debemos atender al ciudadano que nos require para los datos del seguro. El verano está muy bien para caminar solo por el bosque, oyendo el canto de los pájaros o darse un chapuzón en un arroyo solitario, lejos de turbadoras presencias. En la ciudad, en cambio, es una pequeña tortura a la que nos prestamos solícitos, o mejor, solitos, como estamos ante tanta barbarie de la carne ajena, siempre ajena.

18.5.07

Historia de una morena (y VI)

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Se sintió confusa cuando le dije que me iba; y aprendí que en los celos, hay más amor propio que amor. Llamé a mi amigo "El Mono" a Madrid, y tuvo tan buen corazón( como siempre), que me esperó con una furgoneta prestada en la estación de autobús para volver a casa con mis fracasos empaquetados. La noche en que me fui, la Morena me dijo que iría a verme a Madrid, y lo tomé como quien te da una palmadita en la espalda para que te vayas tranquilo. Extrañamente, cumplió su promesa, algo que nunca entendí, pero cuando vino, ya era de día, y no hice el amor con ella, solo me la follé un par de veces y el zumo de naranja que le preparaba cada mañana era solo un detalle de buen anfitrión.
Volví a Barcelona varios meses después que ella se hubiera mudado a Italia con un italiano desafortunado. Estuve allí para pasar unos días trabajando con mi amigo el seductor. Cuando llegamos, la dueña del hostal me dijo que tenía que darme una mala noticia, "se murió la Morena", le dije sin dudarlo; ¡Ah !, ¿ lo sabías?, "sí", le mentí, y le pedí el cuarto en que había vivido con ella. -Está ocupado, me dijo, pero el de al lado está libre.
- Pues ese, respondí.
No dormí en toda la noche, esperaba oir sus pasos subiendo las escaleras, que saliera del sumidero del lavabo para asustarme o aparecer en mi cama si me daba la vuelta hacia la pared. No sentí nada ante su muerte, solo el miedo infantil de que su fantasma me viniera a reclamar no sé qué cosa. Supe que estaba condenado, que mi corazón no es más que un mendigo vengativo y hostil cuando se le lastima. Esta vez la noche duró lo reglamentario, y su recuerdo, es una estampa curiosa, una foto colorida de la National Geographic sobre una tribu exótica.
Ahora ya no tengo corazón, pero no es su culpa, ella estaba buscando, como yo en aquel tiempo, pero tenía más prisa. Me da pena el italiano, que la perdió cuando aún no sabía que habría de perderla pronto, y se quedó enganchado a una noche que le durará siempre.

17.5.07

Historia de una morena (V)

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Giraba como una peonza en mi cama, oí los ruidos de la noche y el grito destemplado de algunas gaviotas sin dormir ni un segundo. Hice y deshice todos los reproches que le guardaba e intentaba sentir el alivio de sus pasos en las viejas escaleras del modesto hostal. La noche se fue llenando de ruidos, de luces y ajetreos, de rutinas ajenas, de dolor y fracaso. Salí a fumarme un cigarrillo sentado en el bordillo, mientras la noche acunaba un sol alto, y el trajín renovado de la ciudad. La vi llegar sin prisas, acompañada de un tipo circunstancial y complaciente; y yo allí, haciendo el ridículo de la espera teñida de desesperanza, a la luz de aquella noche de sol de mediodía. Fue su manera de decirme que ya no le interesaba, que mi tiempo había pasado aunque yo no quisiera verlo. Anduve por la ciudad mientras ella dormía y me preguntaba ¿cuando habría de amanecer?. Volví y era de noche, ella se arreglaba para ir a bailar sevillanas (desde ese tiempo las odio) ¿como podía ser que aún fuera medianoche?, la hora en que salen, en Barcelona o en Madrid, la gente que no quiere ser como yo. Intenté dormir aprovechando que la noche duraba ya más de un día. Lo hice apenas, pero ya no la esperaba, solo intentaba recordar si había sido alguna vez de día antes, cuando viví meses a su lado… y no podía recordarlo. Recordé la noche de mi llegada al Carrer del Pí, cuando una morena me esperaba con los ojos brillantes en las sombras, y subí a su cuarto ambientado de sedas de la India en las paredes, velas e incienso. Recuerdo su ojos enamorados y su rostro cambiante en la penumbra, era todas las mujeres que yo había deseado.
Es muy confuso todo lo que viví a la sombra de esa muñeca hermosa que te daba su corazón y su vida con la misma naturalidad con que te los quitaba una noche, Siempre noche.
Yo era un vampiro, un succionador de vidas ajenas por no tener una propia, pero era indigesta aquella vida de mescolanzas orientales y hippismo lumpen.
Conocí mundos nuevos a su estela, pero no me interesaron, descubrí que la belleza no es la perfección, y que estar solo, a veces, es menos dañino que humillarse.

16.5.07

Historia de una morena (IV)



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Desperté sin la menor duda de que aquello había sido real, y me encontré una morena dormida en mi camino al mundo luminoso que estaba seguro me esperaba. La dejé dormir mientras preparaba el desayuno y aproveché para solventar todas las esclavitudes del cuerpo, dejaba las del alma en manos de un piloto automático que parecía inspirado.
Que te abrace un mujer medio dormida, con el cuerpo caliente de asolearse en sueños inaccesibles, es uno de los placeres inocentes que ha permanecido vigentes a lo largo de mi vida; que gima levemente mientras lo hace, acelera el corazón, y despierta todos los otros centros del placer que permanecían en letargo. Desayuno, charla animada, planificación del día y beso. ¡Quien pudiera creer que estos hechos simples puedan mantener a un hombre canturreando todo el día!.
Por la tarde me esmeré en la cena y los preparativos estaban muy avanzados cuando llegó. Cenamos con vino y estaba en el aire que había una fiesta para los sentidos fraguándose.
Iniciamos una serie de maratonianos encuentros amorosos con los desajustes típicos de cualquier inicio, pero a los pocos días, y tras mucho ensayar Eros, nos convertimos en auténticos especialistas el uno del otro. Era tal el entusiasmo, que recuerdo una tarde en que hicimos el amor en el trayecto del teleférico que une el Pº de Rosales con la Casa de Campo. Los pasajeros del funicular que venían en sentido inverso, no deberían creer lo que veían, pero allí estábamos, con el mayor de los desparpajos y un desinterés absoluto por el resto del mundo.
Cuando se volvió a Barcelona, quedé en el mayor de los desconsuelos, pero hablábamos por teléfono cada día y nos escribíamos como posesos; le escribí las cartas más hermosas del mundo, y como en aquella época no existían en mi vida los adelantos que hay hoy no ha quedado constancia de ellas. Llegué a recibir tres en un día, una de ellas con veintemil pesetas (en dinero) para que fuera a verla cuando apenas habían pasado diez días desde nuestra separación. Nunca estuve tan enamorado ni tan seguro de lo que debía hacer, después de varios viajes relámpago a Barcelona, y de una nueva visita suya a Madrid, esta vez con su hijo de 12 años, organicé mi vida para irme a vivir a su ciudad .

15.5.07

Historia de una morena (III)

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La acompañé a su entrevista y me fuí a trabajar a casa de un amigo fotógrafo que vivía cerca tras indicarle dónde era. No podía quitármela de la cabeza, y las horas en que no la ví, las empleé en pensar que quizás la endiosaba porque mi corazón no tenía adonde ir. Mi amigo reforzaba esa creencia tras comentar de mi entusiasmo: "ya será menos". Sentí que se retractaba cuando al sonar el timbre de la puerta me anunció con un aire perplejo que alguien me buscaba; mientras le dejaba paso, y al darle ella la espalda, se mordió el labio inferior con cara de angustia por todo comentario.
Empezaba a fantasear con la idea de vivir un sueño, y ella colaboraba mostrando mucho interés en permanecer conmigo todas las horas en que no tomara clases. Desmonté mi rutina habitual y vivía en una especie de nube a la que me había subido trepando por su sonrisa y su entusiasmo sincero por mi compañía.
Sentía crecer dentro de mí un árbol poderoso sobre las ruinas de mi inseguridad, y todo se lo debía a esa bella extranjera que me abría las puertas de un mundo nuevo.
A la tercer noche, después de retirarme a mi cuarto, sentí la necesidad imperiosa de verla aunque fuera dormida, y salí de mi cuarto con la excusa de una excursión al lavabo. Allí estaban aquellos ojos otra vez, abiertos y sonrientes, detrás de aquella mano delgada que se extendía hacia mí.
Cogí su mano y me senté a su lado; era todo extraño y natural, parecía que todos mis deseos tenían sentido de repente cuando comprendí en su mirada que ella también necesitaba a alguien.
Casi sin hablar acariciaba su pelo, mientras ella apretaba mi otra mano y la sujetaba bajo su mentón. No había música, pero algo en mí la escuchaba, y las tinieblas eran tan generosas que me permitían ver sus gestos de bienvenida. Sin cambiar de postura, retrocedió en la cama para dejarme sitio. Entré a aquel calor como quien llega a un puerto tras la más dura travesía, contrariamente a lo que cabría esperar, no había en mí deseo sexual alguno, sentir su cuerpo cálido, era para mí como una recompensa a tanto esperar un sueño que me acogiera. Hundió su cabeza contra mi pecho y me pareció que su piel se derretía y fundía con la mía; cuando por fin fuimos uno, hablamos de desilusiones y esperanza. Cuando nuestros corazones aliviados por aquel contacto sin interferencias físicas se habían reconocido, nos dimos un corto y preciso beso y me fuí a dormir a mi cama. Nada hay más extraño en esta historia que me durmiera enseguida, como quien sabe que mañana, al despertarse, un mundo nuevo le estará esperando.

14.5.07

Historia de una morena (II)

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Ese mismo día, después de acomodarla, la llevé al Retiro; hablábamos atropelladamente y yo, me moría por parecer interesante al tiempo que me debatía en la necesidad de ser leal a mi amigo el seductor. La miraba desde todos los ángulos y no parecía tener defecto alguno, era de una perfección que desconcertaba y esperaba que en cualquier momento le diera un ataque epiléptico o cualquier otra catástrofe que compensara toda aquella belleza. Nada ocurrió, para colmo, a través de nuestra conversación, se desprendía el hecho de que la relación con mi amigo era tan superficial que ella siquiera consideraba la posibilidad de verlo más que como una persona amable y amistosa. Prometí llevarla al día siguiente a la zona de la calle Madre de Dios, en la que estaba la escuela de baile motivo de su viaje, preparé una cena aceptable y, entrada la madrugada le dí las buenas noches y me metí en mi cuarto a pensar en ella con la excusa de dormir. Ella dormía en un sofá cama en la sala y apenas dormí esa noche, pero no me atreví siquiera a ir al baño por un extraño pudor a que pensara que mi intanción era verla subrepticiamente al atravesar la sala; además, quien me decía que quizás de noche, el hechizo se rompía y se convertía en una persona real.
Deseé con tanto fervor que llegara la mañana que lo conseguí, el sol de Octubre doró los árboles inmóviles y fué la señal para abandonar mi enclaustramiento confuso; ¿que sabía ella la hora a la que me levantaba habitualmente?. Abrí la puerta con delicadeza cuidándome de no parecer sigiloso, sentía que la naturalidad disfrazaría convenientemente mi zozobra. Intenté no mirar hacia su cama, pero una luz que provenía de su sonrisa atrajo mi atención. ¿Como podía ser que ni siquiera al despertar tuviera un aspecto terrenal?. Parecía como si durante toda la noche, mientras yo intentaba no pensar en la hermosura que dormía a cinco pasos de mi angustia, ella hubiera ensayado y perfilado el gesto dulce y sereno con que acabó de volverme loco. Me acuclillé a su lado y le hice todas las preguntas que no sentía pero que se supone haría un buen anfitrión. Preparé un desayuno "Continental" tal como había leído alguna vez en algún lado : café, lo que hubiera y zumo de naranjas. La servidumbre a las necesidades fisiológicas comenzó a convertirse en una tortura al caer en la cuenta de que sus rastros indeseados, desapercibidos cuando uno vive solo, deberían ser objeto de alguna estrategia de disimulo. Es probable que su condición de ser sobrenatural le hubiera ayudado a no mostrar servidumbres de ningún tipo a su cuerpo etéreo; pues tras darse un baño, salió dejando tras de sí, un perfume celestial y sombras huidizas de su contorno grácil flotando en el vapor del aire.
Lo mío fué más prosaico y fué un acierto entrar en segundo término, había demasiada humanidad en la niebla de la ducha al cerrar apresuradamente la puerta rogando que no necesitara entrar ella otra vez.

13.5.07

Historia de una morena (I)

*

Hay veces en que el destino se apiada y te regala un sueño; en que dejas de ser el insignificante al que te has acostumbrado y confabula para que te sientas, no ya importante, sino el centro del universo.
Había sufrido un revés tremendo; saber que la mujer con la que has vivido algunos años había tenido al menos un par de amantes, destroza a cualquiera. Me pasé más de un año sintiéndome un imbécil, y tan débil que resultaba invisible. A la misma edad de Cristo, me veía crucificado, era un muerto con los brazos abiertos, anhelando y temiendo una Magdalena que lavara las ofensas que me habían herido. No sé si es que olía a lágrimas o el que uno es más bajito y más feo cuando está triste, la cuestión es que necesitaba un abrazo de mujer (y porqué no decirlo, un poquito de sexo) para romper el penoso hechizo, pero no conseguía siquiera acercarme a ellas.
Fuí un mero espectador en el milagro; un amigo me contó que había conocido en Barcelona a una bailarina canadiense que vendría a Madrid a tomar clases con un renombrado maestro de flamenco, que era guapa y que él le había dicho que cuando viniera, le encontraría acomodo con algún amigo que dispusiera de espacio en su casa. Pensé que la historia estaba pensada para él, que siendo un tipo casado, salía con tantas tías en un año como yo lo había hecho en toda mi puta vida, por lo que accedí a la posibilidad con solidaridad y desapasionamiento. Un buen día me dijo que la bailarina venía a pasar 15 días a Madrid y que iríamos a buscarla al aeropuerto.
Allí estábamos, tras una puerta de cristales que cada tanto se abría para dejar salir a alguien cuando en un momento mi amigo dijo, "ahí está"; mis ojos, que andaban detrás de las nalgas de una rubia extranjera, no llegaron a tiempo y la puerta se había cerrado. Cuando se abrió otra vez la ví y me quedé paralizado, tuve que darme la vuelta para ocultar la cara de lelo que sabía tenía. Ella esperaba no sé qué, y la puerta se abrió muchas veces hasta que salió por ella. Era la criatura más bella que había visto nunca, al menos eso sentía; tenía los ojos verdes y brillantes, una sonrisa que te desarmaba y vestía de la forma más extravagante que llevara alguien desde los 70'. Es más, parecía una diosa hippie, menuda y de proporciones perfectas, con un acento francés que le sentaba de maravilla. De camino a casa, una angustia incipiente se apoderaba de mí; tener que ver de cerca durante dos semanas a tan exótica beldad, sabiendo que no era algo a lo que pudiera acceder me torturaba más de lo que me ilusionaba.

11.5.07

insomnio

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Veo de lejos una ventana donde aún permanecen las luces encendidas; me pregunto quien está detrás, despierto a esta horas de la madrugada. Una rama de acacia se mece delante por momentos y veo cruzar una sombra tras los cortinados. Es un edificio grande, y sin embargo solo esta luz se muestra como un faro en la noche dormida. Mi ventana es también un punto de referencia en la negrura opuesta y quizás el misterioso habitante desvelado se pregunta acerca de mi circunstancia. En la soledad de mi cuarto dialogo con este compañero invisible de soledades, porque no me imagino que sea alguien acompañado quien habita esta hora.
No se me da tampoco por atribuir a esta luz en la noche otro carácter que el de rebelión espiritual; nada más prosaico que un jubilado insomne u una madre abnegada que cuenta las gotas de un medicamento mal planeado, demasiado tiempo para esta simple tarea.
Robarle horas a la noche es un acto de afirmación, es un crédito a alto interés que se le pide a la vida cotidiana, porque la ciudad no tendrá piedad de mí poco antes del alba. La sucesión de motores ronroneantes, bocinazos indecentes y el odioso timbre de el edificio de enfrente que suena más fuera que en las casas a las que se llama harán imposible conciliar el sueño.
El faro ha cerrado, y me siento el último náufrago de la noche que continúa en pie, aferrado a su islote de silencio y ojos rojos. Ya no sé si la acacia sigue meciéndose ante la ventana oscura, quizás también se haya dormido, preparándose para acunar en la mañana a un ejército de gorriones inquietos. Me muevo por la casa con cuidado, como para no despertar al mundo que me regala este momento de sosiego. Releo viejos libros de poemas que se han quedado conmigo por decisión unánime (esa es la ventaja de vivir solo). Encuentro sentidos nuevos a las antiguas palabras con que poetas desconocidos han endulzado mis horas. En el silencio de la noche, los sentidos se abren como flores exóticas, y perfuman la conciencia de una sabiduría nueva que amplía el límite de las palabras a territorios de una percepción más profunda. Me doy cuenta entonces, que soy yo el que escribe intenciones renovadas sobre las palabras estáticas de sentimientos ajenos. Soy en esta noche un poeta ignoto, que construye sus versos sobre escombreras de sueños e insomnios de los poetas idos. Soy, en esta duermevela voluntaria de la razón cotidiana el insigne arquitecto de las veleidades que nunca podré compartir enteramente, soy yo mismo por unas horas, sin que me avergüence de ello.

A Daniel Massei, en agradecimiento a los paseos que me regala por Milán.

10.5.07

Solarium

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Lúzbel siempre dice que debemos aprender la pausa, que detrás de ella está la sabiduría. "Hay que saber estar..., y no estar.
Hay que saber saber , y olvidar olvidar.".
"Hay que aprender, es preciso, porque nadie sabrá por nosotros" ....así me tiene todo el puto día (cuando no toma el sol claro); hubo sin embargo, una conversación entre él y el morito Muharib, que me hizo aprender algo valioso para mi profesión.
Decían, y acordaban, que presencia y ausencia deben jugar siempre a favor.

9.5.07

Cicatrices

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No se sale indemne de los sueños. Estas extravagantes ficciones involuntarias tienen el poder de lastrar la realidad de la vigilia con invenciones premonitorias o gratuitas; también de otorgar treguas a lo inevitable o de dulcificar la pesadumbre, postergando hasta el resurgir confuso y caliente del despertar, la desilusión de haber asistido, meramente, a la puesta en escena de nuestros deseos huérfanos de otras posibilidades.
Hay amores tan profundos en lo onírico, que desvirtúan el valor de los terrenales, o al menos, ponen muros insalvables en las fronteras de la realidad y nuestros anhelos.
Mientras despertamos, vamos despojándonos de los vestigios arrastrados de ese otro mundo, en el que a veces acontecen prodigios pasajeros; e intentamos aferrarnos vanamente a los restos del naufragio, a volver al lado oscuro para recuperar parte de sus tesoros idos para siempre. Intentamos dormir nuevamente, sintonizando, con un dial cándido e imaginario nuestro último paseo por fantasías amables. Nunca lo he conseguido, y he girado impaciente en mi cama apelando a la posibilidad remota de que una misma postura, invoque al milagro de la repetición. Abandono el intento con cicatrices invisibles, que escuecen, desechando la dulce esperanza de retener la única magia accesible a todos; y me entrego al destino, al dentífrico y al consuelo, de que mi sed, habrá de concederme una nueva oportunidad para esta noche.

6.5.07

¡FELICIDADES QUERIDAS!

Y RECORDAD, ¡LO QUE LA MUJER QUIERE, ES EL COLEGA EL QUE LO QUIERE!
PORQUE EL GALLO PUEDE CANTAR MUY ALTO, PERO LOS HUEVOS, LOS HUEVOS, LOS PONEN LAS GALLINAS (en todos los sentidos)

Poemum Tremens

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Yo quiero que la vida se deslice
como el último aliento del mar,
tener brazos larguiruchos,
que te den varias vueltas
por si alguna vez te abrazo;
a mi perro Pucho,
que se murió en los ochenta,
veinte centímetros más,
para parecer más alto,
unos ojos en las sombras,
que me alimenten el alma,
una cuenta bien poblada
en el extinto Ambrosiano
y la máquina del tiempo
para avanzar los abrazos;
poner en cámara lenta
aquellos que no duraron,
el elixir del olvido,
un fluído antifracaso
y bizcochitos de grasa
del almacén de mi barrio.
¡Joder! quiero tantas cosas,
que da pereza pensarlo,
Y quiero que nunca acabe
el romance estrafalario
en que puede convertirse
un poema hecho de abrazos;
con vocación de respuesta
en lenguaje octosilábico.
Pero ya se ha hecho muy tarde,

y hay tifones en los mares
y mi perro es un recuerdo
y el Ambrosiano ha cerrado
Y si pienso en los bizcochos
también recuerdo los granos,
El elixir es un timo,
y el fracaso un invitado
que no acaba de marcharse,
y va cambiando de cuarto.

Si, la máquina ha fallado,
pero el abrazo ha quedado
para pagar con afecto
a mi mejor abogado.

4.5.07

Otra vez arroz

ΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩ

Una vez más, en el otoño del 2002 vuelve a mí la angustia y la inseguridad que cada año, me pone al borde de un abismo que tarde o temprano me tragará. Es una sensación de bloqueo mental y carencias físicas que me impiden razonar con claridad, así como enfrentar las tareas que me imponen lo laboral y lo cotidiano. Una tristeza pegajosa me envuelve constantemente y las ideas que genero, son todas de un catastrofismo empecinado y turbador. Quiero dormir para no estar, como una muerte pequeña y manejable, mientras sigo a la espera de un milagro que ponga en mi vida algo de interés. Ser positivo y luchar contra la adversidad es posible cuando la adversidad viene de fuera; cuando, en cambio, el enemigo es una raíz podrida que se extiende por la mente y el cuerpo envenenándolo todo, la pelea es muy difícil. La depresión es un temor adelantado a las desgracias que aún no se han producido, es un velatorio sin un muerto que lo justifique; pero para el deprimido, el difunto está ahí, es él mismo que yace en medio de todos los huracanes y males de la tierra. Cargando con el peso de toda la maldad y estupidez que la raza humana genera, incluso con la irritación de los que, estando sanos, creen que disfruta de su infelicidad o al menos la busca.

3.5.07

Sopa de Bambú

Siento como lentamente, el vacío se va instalando en mí; reconozco que por una vez lo he buscado. He tenido temor de sentirme bien y sentir la caída inevitable como una tragedia; he huído cobardemente de la posibilidad de seguir creyéndome vivo, de alimentar los lazos que pudieran comprometer mis energías cuando ya no las tenga. He saltado con los ojos abiertos a una vida oscura que conozco de sobra, donde me muevo con paso cansado, como quien sabe del camino que no lleva a ningún lugar y por ello no tiene prisa.
Quisiera creer que por una vez he dejado de lado el egoísmo consuetudinario en el que me he forjado y he sido capaz de algo noble, pero algo en mí no se lo termina de creer y me mira recriminatoriamente, aludiendo a razones menos loables. Este ser misterioso que me juzga, me hace soñar con claves complejas, estimando mi capacidad de especulación teórica con un optimismo que me halaga, pero al que, en el fondo, no me siento legítimo acreedor.
He soñado con seres de mi infancia, que guardaban cama debido a una misteriosa enfermedad; les veía con sus platos humeantes de una sopa extraña, de la que salían unos tallos que se mantenían erguidos gracias a su condición onírica.
_Es bambú, dije apelando a mis rudimentarios conocimientos de la botánica de los sueños; y en el silencio, aquellos seres lejanos me dieron a entender que mis palabras, y mis ínfulas de sabidillo, no tenían ningún valor si no eran capaces de curar.

1.5.07

Solo de laud

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Decir que un hombre es un solitario, que está solo o que es autosuficiente, pudiera parecer lo mismo, pero no lo es. Un solitario es quien busca la soledad por compañia; quien busca compañia y no la encuentra, es el que está solo. Por último ser autosuficiente es una forma de funcionamiento que se dan los personajes citados en primer término y otros desheredados.
Cuando las manías han tejido su tela asombrosa, tu agujero se hace inexpugnable; hasta la economía confabula, urdiendo coartadas para la soledad.
No necesitar a los demás y no quererlos es a veces la misma cosa.
El amor en solitario es menos amor, pero más preciso. Te das media vuelta impune; a quien dejas está encantado de dormirse.
Decía el maltés que la mujer es un buen substituto de la masturbación, pero que requería una dosis extra de imaginación. Los hombres mayores disponen solo de alternativas drásticas para aliviar las tensiones físicas, que envejecen más lentamente.