Sandra llamó al día siguiente; estaba yo sumido en un estado que debe ser parecido a lo que llaman crisis existencial. La excitación inicial había remitido, y poco a poco, la desgana y la confusión se iban apoderando de mí.
-Hable.
- Hola , buenos días, ¿está el águila?
-¿Que hay guapi?
-¿Estabas dormido?
- No, …no. Dije secamente.
-¿Seguro?
-Si quieres te firmo una declaración jurada_. Al terminar la frase me di cuenta de que estaba siendo bastante desagradable e intenté imprimir un poco de cordialidad a mi tono. Digamos que algo más acorde con mis verdaderas intenciones.
-¿ Nos vemos hoy? pregunté con aire de modesta súplica.
-Sí, tengo la tarde libre.
-Sandra, ¿tú sabes Inglés?.
-Bastante bien, ¿por?
-Ya te contaré, y…¿tienes dinero?
-¡Vaya!…¿como cuanto?
-Cinco millones.
-Espera a que vea en el monedero- rió.
-Es que lo que tengo para enseñarte es muy , …pero que muy valioso.
-Oye, no me tortures más, ¿no sabías que las mujeres somos muy curiosas?.
-Es verdad, a veces sois muy curiosas.
-¿De que se trata?
-Lo sabrás pronto, ¿te parece a las 4 en las barcas del Retiro?
-Vale, ahí te veo.
Al colgar, estaba un poco un poco más animado, quizás un poco de naturaleza ordenada y tía guapa consiguieran volverme a mis cabales.
Busqué algo que comer y lo que había tenía tan poco atractivo que opté por ir al chino. Antes, me di uno de esos baños que uno se da en las grandes ocasiones, y me demoré mucho más de lo habitual en considerar el atuendo que llevaría a la cita con mi mejor sueño. Hice mi primera incursión para diezmar el diccionario, en realidad fue para quinciesmar. Había que ir a lo grande
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