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La frase: "con la avidez de un perro", se me quedó grabada. No sé realmente como es la avidez de los perros, pero puedo entender la figura. Recuerdo esos perros viejos que se relamen ante la presencia de una perra en celo; que sin el menor pudor, ni calibre de los riesgos, arremeten contra el aroma autoritario con que la naturaleza ha adornado a las hembras en hora de merecer. Entre tanto, el dueño de la perrita corre de aquí para allá con la inútil correa en la mano, intentando silbar una llamada destinada a ser desobedecida.
¡ Merdición ! grita el burlado dueño de Duquesa casi sin resuello, cuando ve a su joyita a punto de ser abordada por un chucho infecto, pero con sentido de la oportunidad. A una distancia de unos cien metros intenta un nuevo silbidito: fiuffff..fffff; convencido de que, escaso de aliento, no llegará a tiempo de impedir el desastre. La imagen de una Duquesa exultante y saltarina ante el vagabundo le recuerda a su esposa sonriente y solícita cuando decide que llegó el momento en que no le duele la cabeza. Lo sabe, no hay escapatoria... ffffff...fffff...¡ Duquesa !, ..tu puta madre.
Mientras ve al desharrapado aprisionar la cinturita de avispa de la remolona, observa desalentado a la perrita haciéndose la distraída, camina sin prisas, sabe que esto llevará su tiempo.
29.3.07
25.3.07
Primavera
***************
Miro por la ventana, una sinfonía de verdes ataca el "crescendo" de una nueva primavera; por dentro, un viento arrachado despierta los apetitos dormidos, haciendo flamear las telarañas de los sentidos, prontas a disputarse el aire, preñado de polen y atareados insectos. Mientras germina el hedonista, afilando sus estrategias, renace una vez más la confusa dicotomía del albacea del hombre invernal, intentando conjugar deseos y experiencia. Ministro del Interior de la vida, la razón se afana en una tarea baldía, someter los placeres a la Carta Magna de conveniencias y cicatrices, a ese texto estacionalmente anacrónico, viciado de hojarasca y temores.
Sueños tibios de abrazos, de penumbra cuajada de besos, como chiribitas que ofuscan las señales de tráfico hacia la madurez; rumbos nuevos de caricias, siguiendo la brújula de un norte sensual que no sabe de otras leyes que las propias. Revoloteo incesante de los ojos, libando en escotes florecidos y pétalos de pieles que reaparecen al conjuro de un sol que se eleva marcando los tiempos del ciclo nuevo, de la insensatez milagrosa de la vida.
Omar Muharib
Miro por la ventana, una sinfonía de verdes ataca el "crescendo" de una nueva primavera; por dentro, un viento arrachado despierta los apetitos dormidos, haciendo flamear las telarañas de los sentidos, prontas a disputarse el aire, preñado de polen y atareados insectos. Mientras germina el hedonista, afilando sus estrategias, renace una vez más la confusa dicotomía del albacea del hombre invernal, intentando conjugar deseos y experiencia. Ministro del Interior de la vida, la razón se afana en una tarea baldía, someter los placeres a la Carta Magna de conveniencias y cicatrices, a ese texto estacionalmente anacrónico, viciado de hojarasca y temores.
Sueños tibios de abrazos, de penumbra cuajada de besos, como chiribitas que ofuscan las señales de tráfico hacia la madurez; rumbos nuevos de caricias, siguiendo la brújula de un norte sensual que no sabe de otras leyes que las propias. Revoloteo incesante de los ojos, libando en escotes florecidos y pétalos de pieles que reaparecen al conjuro de un sol que se eleva marcando los tiempos del ciclo nuevo, de la insensatez milagrosa de la vida.
Omar Muharib
21.3.07
Platón, Melquíades y el ogro
Estoy en uno de esos sitios en que van los niños a celebrar su cumpleaños, escribo en mi portátil; es un lugar ruidoso como pocos, donde poder concentrarse es más un acto de taumaturgia que de voluntad. Me enfrento a una nueva situación, desagradable y triste. Me pregunto si seré capaz de llevar esta vida por mucho tiempo; la perspectiva es mala. Creo que me llevaré un niño a casa, para ocupar el hueco que dejó Platón.
Estar solo nuevamente se me antoja más penoso que cuando no tenía a Platón y sin embargo, muchas veces he demostrado poca paciencia con él y rehusado su compañía. Soy un tipo contradictorio y voluble, poco dotado para las demostraciones de afecto, y no consigo transmitir mas que un porcentaje reducido de mis emociones. En muchos casos, los demás creen percibir mi corazón cuando me fuerzo a mostrarles sentimientos fingidos. Tahur de la ternura por generosidad o interés, reservo para unos pocos mi verdadera esencia de desamor adquirido a golpe de fracasos. Es mi forma de querer, oscura y vacía, que hunde sus raíces en la pena de no ser quien me gustaría para aquellos que siento próximos.
La madre morena con la que incidentalmente entré a este sitio dijo que vendría su marido a buscar a Gaby, un niño que salta travieso entre las bolas de colores (no me gusta su nombre, mañana le llamaré de otra forma). Me escabullí fuera de la vista de los dueños del salón cuando la oí decir eso; no sé cómo puede mi mente ser tan ágil en momentos de tristeza como este. Si, hoy es un día aciago, he enterrado a mi perro Platón; mañana intentaré que Melquíades,...sí, creo que le llamaré Melquíades, dé un poco de vida a la casa.
Estar solo nuevamente se me antoja más penoso que cuando no tenía a Platón y sin embargo, muchas veces he demostrado poca paciencia con él y rehusado su compañía. Soy un tipo contradictorio y voluble, poco dotado para las demostraciones de afecto, y no consigo transmitir mas que un porcentaje reducido de mis emociones. En muchos casos, los demás creen percibir mi corazón cuando me fuerzo a mostrarles sentimientos fingidos. Tahur de la ternura por generosidad o interés, reservo para unos pocos mi verdadera esencia de desamor adquirido a golpe de fracasos. Es mi forma de querer, oscura y vacía, que hunde sus raíces en la pena de no ser quien me gustaría para aquellos que siento próximos.
La madre morena con la que incidentalmente entré a este sitio dijo que vendría su marido a buscar a Gaby, un niño que salta travieso entre las bolas de colores (no me gusta su nombre, mañana le llamaré de otra forma). Me escabullí fuera de la vista de los dueños del salón cuando la oí decir eso; no sé cómo puede mi mente ser tan ágil en momentos de tristeza como este. Si, hoy es un día aciago, he enterrado a mi perro Platón; mañana intentaré que Melquíades,...sí, creo que le llamaré Melquíades, dé un poco de vida a la casa.
18.3.07
Pequeñas cosas
A veces, cuando voy de viaje, centro mi mirada en un arbusto cualquiera, casi siempre es de los más modestos; y le digo con la mente que he reparado en él, que le he visto y le he considerado hermoso. Esta especie de piedad metafísica me viene quizás de los millones de años de soledad que llevo a la espalda, esperando que un viento raudo que pasa me sonría, que entre los resquicios de un mundo que me es extraño, asome la lagartija que no me tema, o que una truchita buena de un cauce de montaña se deje acariciar. Soy un simple, pero de esos complejos, por eso puedo convertirme en lo que quiera; he sido cristiano/aperitivo de leones hediondos, tecla "¡" de máquina de escribir Remington, patada en el culo y mariposa. Cada día puedo ser algo distinto, por eso, no te asombres cuando un hecho extraño se interponga en tu camino, porque yo te acompaño donde quiera que vayas, y esa margarita del borde del sendero que dijo tu nombre, era yo, y en ese aire fresco de la mañana que te empujó a una corta caminata solitaria, estaba mi susurro. No me viste, pero en el camino de vuelta, cuando crecían las sombras, fuí la luz de una taberna a lo lejos, e hice que un hombre solitario, medio borracho en la barra pensara tu nombre y se le endulzara el alma. O.M.
15.3.07
Las manos
Recuerdo que me miraba las manos y las veía pequeñas, eran manos de niño; herramienta magnífica que tanto servía para la confección de una cometa como para cazar luciérnagas.
Crecí en el suburbio, aspirando tan solo a los trabajos rudos y malpagos que embrutecen, y garantizan un mañana parecido, pero las manos no me crecieron. Llegué sin saber cómo a la Universidad, y recordé de donde venía, pero si no lo hubiera hecho, también me hubiera apuntado a la izquierda; las mozas eran más de mi gusto mientras más comunistas eran.
¡Qué combativo era Dios mío! ¡ Qué fiereza en la mirada, y qué ardor en mi grito, cuando levantaba aquel puño pequeñito! La muerte me anduvo rondando, y un día en que me la encontré en unas escaleras mientras me escondía agitado de las fuerzas del orden (establecido), la miré de frente ; juro que no tuve miedo, quizas por primera vez. Me dijo que cerrara los ojos, y me mostró la secuencia de mi muerte; me vi en una caja, con el color gris verdoso de los difuntos; la nariz afilada y el gesto sereno. Mis manos eran grandes, desmesuradas para la tarea que tenía ante mí; alguien me había puesto un anillo con la cruz de Caravaca. Una corona de flores decía "Nunca te olvidaremos Carlos Miguel", abrí los ojos y le dije que yo no me llamaba así; se rió, y me dijo: " ¿Qué más quieres?, entonces hizo algo que no esperaba; me cogió ambas manos y se quedó mirándolas un momento, luego me besó en la frente. Cuando se fué, me saludó levantando la mano izquierda, era una mano como las mías,… bueno, como las mías antes de aquel día.
Omar Muharib
Crecí en el suburbio, aspirando tan solo a los trabajos rudos y malpagos que embrutecen, y garantizan un mañana parecido, pero las manos no me crecieron. Llegué sin saber cómo a la Universidad, y recordé de donde venía, pero si no lo hubiera hecho, también me hubiera apuntado a la izquierda; las mozas eran más de mi gusto mientras más comunistas eran.
¡Qué combativo era Dios mío! ¡ Qué fiereza en la mirada, y qué ardor en mi grito, cuando levantaba aquel puño pequeñito! La muerte me anduvo rondando, y un día en que me la encontré en unas escaleras mientras me escondía agitado de las fuerzas del orden (establecido), la miré de frente ; juro que no tuve miedo, quizas por primera vez. Me dijo que cerrara los ojos, y me mostró la secuencia de mi muerte; me vi en una caja, con el color gris verdoso de los difuntos; la nariz afilada y el gesto sereno. Mis manos eran grandes, desmesuradas para la tarea que tenía ante mí; alguien me había puesto un anillo con la cruz de Caravaca. Una corona de flores decía "Nunca te olvidaremos Carlos Miguel", abrí los ojos y le dije que yo no me llamaba así; se rió, y me dijo: " ¿Qué más quieres?, entonces hizo algo que no esperaba; me cogió ambas manos y se quedó mirándolas un momento, luego me besó en la frente. Cuando se fué, me saludó levantando la mano izquierda, era una mano como las mías,… bueno, como las mías antes de aquel día.
Omar Muharib
11.3.07
El escribidor
Soy conciente de ser un tipo más interesante cuando es leído, no tengo un buen directo. Puedo además convertirme en aquello que me plazca sin que me delaten mis ojos de adolescente inseguro. No hay sustancia detrás de mis palabras; el objetivo de mis versos, de mi prosa cuidadosamente descuidada, no es otro que soplar las velas de los barquitos que acarrean esperanzas; ponerle quizás música a esos sueños descabellados que nunca realizaremos, pero a los que dedicamos tiempos intensos,…de tarde en tarde. Puedo mirarte al corazón, pero no a los ojos, porque mi fuerza no reside en el cerebro, sino allí hacia donde miro.
Puedo contarte una historia,…y pretender que ha ocurrido, pero no es un engaño; solo quiero halagar tu presencia con el único néctar que destilo.
La cuestión es saber, ¿cuánto de mí hay en el que escribe? ¡qué más da!, de ningún hombre se sabe si, es quien es, o quien le hubiera gustado ser… y nos deja creer según sus intereses.
Soy más alto, más guapo cuando escribo, porque me creo la belleza de mis frases, conozco el veneno del adjetivo cuando se pone allí donde nadie espera, o impostar un imprevisto sustantivo. Soy un escribidor.
Omar Muharib
Puedo contarte una historia,…y pretender que ha ocurrido, pero no es un engaño; solo quiero halagar tu presencia con el único néctar que destilo.
La cuestión es saber, ¿cuánto de mí hay en el que escribe? ¡qué más da!, de ningún hombre se sabe si, es quien es, o quien le hubiera gustado ser… y nos deja creer según sus intereses.
Soy más alto, más guapo cuando escribo, porque me creo la belleza de mis frases, conozco el veneno del adjetivo cuando se pone allí donde nadie espera, o impostar un imprevisto sustantivo. Soy un escribidor.
Omar Muharib
7.3.07
Ya es Primavera en INFIERNO S.A.
Lo mejor en confesiones, todo para su tiempo libre
Amo a una mujer clara, que a mí me ama sin pedir nada, o casi nada que no es lo mismo, pero es igual. (pudiera ser de Silvio, Pablo, Chico, Milton o cualquier otro,... a saber) *
*Ella no, ¡la canción joder!
Me gustan todas las demás (¿qué puedo hacer doctor?)
Se me va la pinza
Trabajo menos de lo que debiera
Mi nombre es Lúzbel, Lúzbel Guerrero, y soy bloghólico
Se me va la olla
Voy en reversa, tengo un poquitín de Alzheimer y detesto los preservativos (o sea, que no viviré mucho más)
Siento como me invade una ola de Bohemia...sí, he dicho bohemia, ¿qué pasa?; sé que suena retro y hasta Kisht (¿se escribe así?, pero es lo que me ocurre.
Me gusta mucho leeros (creo que demasiado), y me han dado un toque en el curro por dedicaros más tiempo que a mis obligaciones; así, ya no os daré más la paliza, y colgaré escritos antiguos de un amigo, Omar Muharib.
Esto no es una despedida, me voy, pero volveré, como dijo MacDonald, ¿o era Mcartney, Macintosh; McGiver?, bueno, algo así
Amo a una mujer clara, que a mí me ama sin pedir nada, o casi nada que no es lo mismo, pero es igual. (pudiera ser de Silvio, Pablo, Chico, Milton o cualquier otro,... a saber) *
*Ella no, ¡la canción joder!
Me gustan todas las demás (¿qué puedo hacer doctor?)
Se me va la pinza
Trabajo menos de lo que debiera
Mi nombre es Lúzbel, Lúzbel Guerrero, y soy bloghólico
Se me va la olla
Voy en reversa, tengo un poquitín de Alzheimer y detesto los preservativos (o sea, que no viviré mucho más)
Siento como me invade una ola de Bohemia...sí, he dicho bohemia, ¿qué pasa?; sé que suena retro y hasta Kisht (¿se escribe así?, pero es lo que me ocurre.
Me gusta mucho leeros (creo que demasiado), y me han dado un toque en el curro por dedicaros más tiempo que a mis obligaciones; así, ya no os daré más la paliza, y colgaré escritos antiguos de un amigo, Omar Muharib.
Esto no es una despedida, me voy, pero volveré, como dijo MacDonald, ¿o era Mcartney, Macintosh; McGiver?, bueno, algo así
4.3.07
Grandes hombres de la historia
Conocí a Maguila el gorila en Buenos Aires, era un tipo de dos metros, con un vozarrón impresionante, y unas manos con dedos como irregulares salchichones ibéricos, dos racimos de 5 c/u, para ser exactos)
Entiendo a los seres pensantes, la admiración por unos iconos determinados (generalmente ligados a las aspiraciones de cada uno) es un sentimiento de lo más normal. No creo incluso que se libren los dioses de esta genuflexión involuntaria ante los maestros que nos asombran y someten. Albert Schweitzer (o algo así anónimo), Leonardo, Rita Hayworth, el inefable Einstein o Pelé. Son dioses recurrentes entre algunos hombres; otros, se decantan por virtudes más modestas,(donde si me apuran podríamos reubicar a Rita), y adoran una belleza por la cual su ídolo ha hecho lo menos posible. Greta, Marylin, Valentino o Brad Pitt (bueno, la verdad es que este último, al menos, se lo curra en el Gym). Mi ídolo es Maguila el gorila, ese que un día en un autobús (que él se empeñaba en llamar "bondi", se frotaba intensa, e innecesariamente por ser los únicos que estaban de pie, con una morena muy guapa, tirando a buenorra. La mujer se cambió de sitio un par de veces, pero Maguila era (y esto lo dijo él): seguidor como pedo de vaqueros. Presto a acomodar su desmesurada anatomía, y ludir a traición una vez más a la irritada mujer, Maguila se encontró con algo que no esperaba; esta, haciendo gala de una valentía que habían descartado sensatos los compañeros de viaje, se encaró con el gorila y le espetó:
–No se me acerque , ¡asqueroso!.
Maguila no estaba acostumbrado a ser contradicho o resistido, pero pensaba...¡ tan rápido!, le dijo con su voz inasequible a la confidencia:
–¡Andáaaaa, que la que se tiró el pedo fuiste vos!
Comprenderán ahora el porqué, la razón sublime que me lleva a admirarle,...es que es un verdadero hijoputa, un día, yo seré como él, e iré a la cárcel por algo peor que él, que lo fué por "estúprido" (Maguila dixit).
–Me garché a una quinceañera, la hija del comisario Alvarenga.
Entiendo a los seres pensantes, la admiración por unos iconos determinados (generalmente ligados a las aspiraciones de cada uno) es un sentimiento de lo más normal. No creo incluso que se libren los dioses de esta genuflexión involuntaria ante los maestros que nos asombran y someten. Albert Schweitzer (o algo así anónimo), Leonardo, Rita Hayworth, el inefable Einstein o Pelé. Son dioses recurrentes entre algunos hombres; otros, se decantan por virtudes más modestas,(donde si me apuran podríamos reubicar a Rita), y adoran una belleza por la cual su ídolo ha hecho lo menos posible. Greta, Marylin, Valentino o Brad Pitt (bueno, la verdad es que este último, al menos, se lo curra en el Gym). Mi ídolo es Maguila el gorila, ese que un día en un autobús (que él se empeñaba en llamar "bondi", se frotaba intensa, e innecesariamente por ser los únicos que estaban de pie, con una morena muy guapa, tirando a buenorra. La mujer se cambió de sitio un par de veces, pero Maguila era (y esto lo dijo él): seguidor como pedo de vaqueros. Presto a acomodar su desmesurada anatomía, y ludir a traición una vez más a la irritada mujer, Maguila se encontró con algo que no esperaba; esta, haciendo gala de una valentía que habían descartado sensatos los compañeros de viaje, se encaró con el gorila y le espetó:
–No se me acerque , ¡asqueroso!.
Maguila no estaba acostumbrado a ser contradicho o resistido, pero pensaba...¡ tan rápido!, le dijo con su voz inasequible a la confidencia:
–¡Andáaaaa, que la que se tiró el pedo fuiste vos!
Comprenderán ahora el porqué, la razón sublime que me lleva a admirarle,...es que es un verdadero hijoputa, un día, yo seré como él, e iré a la cárcel por algo peor que él, que lo fué por "estúprido" (Maguila dixit).
–Me garché a una quinceañera, la hija del comisario Alvarenga.
3.3.07
If you could see her through my eyes...
Así cantaba el maravilloso Joel Grey en Cabaret.
Ella les dirá que es un monstruo, una bestia malsana, no le crean, es maravillosa, a través de mis ojos.
Si nos saltamos el guiño final de aquella escena (de carácter politico-cínico) esta imagen viene al dedillo.
Y para todos los que vengan a la convocatoria para ver diablesas guapas, les diré que como son todas iguales...(¿dónde escuché yo esto? les enseñaré la foto de una que invadió mi sueño hace poco. Pueden pasar luego al buffet libre; menú del día:
AVUI:
Bledes al pit pit
Soc un home de pit
2.3.07
Benvinguts al Racø de l'infern
Al final, les veo a estos renegados, colando (no sé cómo) una sucesión de post-paparruchas acerca del sobrevalorado concepto de la amistad, o esa enfermedad que llaman amor, tan entusiasmados, que me dan ganas de abrir mi propio rincón, desde donde contrapesar la balanza a la injerencia de estos hackers de cuarta. También yo tengo una idea del amor, no vayan a creer que no.
Es la forzada convalecencia en camas que comparten, lo que les reporta, al parecer, unos efectos colaterales llamativos. Cantan, bailan y se expresan con una exhuberancia, que los sanos aceptan con una magnanimidad, entre comprensiva y divertida. Bueno, todos no; hay quienes ven en estos excesos una actitud irresponsable y pueril, y no pierden la ocasión de burlarse de los mórbidos. Estos son generalmente personas inmunes al mal, suelen ser hijos de padres que tampoco han sido contagiadas nunca, o que han desarrollado unos anticuerpos poderosos a partir de un episodio mal curado.
Le he tomado el gustito a esto de especular en público sobre esto y aquello, y recibir las visitas de hombres y mujeres lúcidos (a los que tarde o temprano, tentaré). Así que he pensado habilitar un espacio para observar a estas simpáticas criaturas. Le pedí a Alphonse Zheimer que me diera una idea para este negro púlpito. Me respondió tan rápidamente que hasta me parece que lo tenía ensayado:
-Ponga el título en esa lengua infernal del Noreste.
Y así lo hice, parece que la teoría es de que vengan cabreados, pero que vengan.
Mañana habrá luna llena en el Racó de l'infern , cuando esto ocurre, nacen 33 diablillas, así que los que pasen del blablabla, y quieran ver chicas guapas acérquense también. Carpe diem.
Es la forzada convalecencia en camas que comparten, lo que les reporta, al parecer, unos efectos colaterales llamativos. Cantan, bailan y se expresan con una exhuberancia, que los sanos aceptan con una magnanimidad, entre comprensiva y divertida. Bueno, todos no; hay quienes ven en estos excesos una actitud irresponsable y pueril, y no pierden la ocasión de burlarse de los mórbidos. Estos son generalmente personas inmunes al mal, suelen ser hijos de padres que tampoco han sido contagiadas nunca, o que han desarrollado unos anticuerpos poderosos a partir de un episodio mal curado.
Le he tomado el gustito a esto de especular en público sobre esto y aquello, y recibir las visitas de hombres y mujeres lúcidos (a los que tarde o temprano, tentaré). Así que he pensado habilitar un espacio para observar a estas simpáticas criaturas. Le pedí a Alphonse Zheimer que me diera una idea para este negro púlpito. Me respondió tan rápidamente que hasta me parece que lo tenía ensayado:
-Ponga el título en esa lengua infernal del Noreste.
Y así lo hice, parece que la teoría es de que vengan cabreados, pero que vengan.
Mañana habrá luna llena en el Racó de l'infern , cuando esto ocurre, nacen 33 diablillas, así que los que pasen del blablabla, y quieran ver chicas guapas acérquense también. Carpe diem.
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