Hay momentos en que siento que las palabras vuelven a mí, a ayudarme a poner frente a mis ojos las cosas que supuestamente pienso; pero las palabras conspiran de belleza, de afán de sorprender y cautivar el alma de los hipotéticos lectores. Cuando me doy cuenta de ello, ya es tarde, y me cuesta discriminar entonces lo que pienso realmente de lo que luce bonito frente a mí, y a lo que me cuesta renunciar por una honestidad que tampoco sé si es real.
Retomo bajo esta premisa mi recurrente discurso sobre el machacado tema del amor no comprometido por obligaciones fraterno-filiales. El hecho de que me refiera a hombres y mujeres, no es un corsé ideológico ni una sugestión de que esto sea "la normalidad" en las relaciones sexuales; se trata solamente de asumir los valores que puedo entender por pertenecer a este segmento de las inclinaciones amatorias, sin menoscabo de las múltiples variantes en que el amor puede manifestarse y que dejo a sus practicantes la tarea de exponer como mejor les parezca. De nada.
Una y otra vez intento descubrir qué es lo que me alienta el gusto por las mujeres; y no me cuesta entender que hay diferentes niveles de atracción.
Cuando observamos con la percepción anhelante las mujeres que se cruzan en nuestro camino, sin conocer de ellas ninguna circunstancia que pueda justificar otra atracción que la más puramente animal, no hay elementos que puedan confundirnos: ¡¡ Que culito!! pensamos, y el pensamiento es una burbuja de babas, tan lejano al amor como un bocadillo de calamares tras un día de caminata en la sierra o cualquier otro apetito. El problema empieza cuando el culito sale contigo unas cuantas veces, habla, mira y comienza a tener una cara que puedes recordar y trazas de un alma que suponerle. Cuando te das cuenta de que, además de una sonrisa bonita, tiene en su abrazo un lenguaje de llamas que te cercan y nanas que te acunan, estás entrando en el problema. El amor es un espectáculo íntimo de fuegos artificiales, con su crescendo y su clímax; la única diferencia consiste en que, en los fuegos de artificio, dicho clímax coincide con el final de la función, y en el amor es el comienzo de una decadencia lenta de aceleración progresiva y dolorosa que acabará en enorme ironía (hermana Teresa dixit). Cuando empiezas a interesarte emocionalmente por una mujer, cifras tus esperanzas en lo eterno cuando debieras saber que el amor es un tour por un Paraíso privado con fecha de caducidad. En él hay canilla libre de besos y abrazos y el placer inmenso de la complicidad. El sexo es un dulce laberinto que te conoces al dedillo y en el que te pierdes voluntariamente hasta quedar exhausto. Es la maravilla de tener un amigo al que te follas y no está mal visto por nadie. Los enamorados se convierten en fanáticos separatistas del mundo vulgar que gira fuera de sus abrazos y sus claves. Surge en este estado de atolondramiento sublime, la idea de que todos los hombres de la historia han pasado por alto un secreto que a tí se te ha revelado en ese torbellno de sensaciones y de miradas. Se revela tu compañera en tu embriaguez, como la diosa que será capaz de hacer de tí un hombre completo; valoras su personalidad como un ente perfecto e inamovible que ha sabido ver bajo tus imperfecciones, el hombre maravilloso que siempre has creído ser; entonces dejas de pensar con claridad y delegas el timón a un piloto automático obnubilado que te llevará a lugares maravillosos, a los que ya no podrás volver cuando la belleza haya anochecido y amenace tormenta. Una vez has mezclado la vida cotidiana con tus sueños, las cartas de navegación del amor son herramientas inútiles en los mares del día a día.
En algunos casos, el amor incita a establecer lazos que van más allá de lo sentimental, para afrontar como un tándem, el reto del futuro; en otros, este compromiso viene motivado como una forma de lucha insensata contra la decadencia antes mencionada, y se intenta disfrazar con nuevos y delicados compromisos la pérdida de la ilusión que el propio amor genera en su etapa pasional. Demasiada gente tiene hijos para intentar revivir al amor Lázaro y se encuentra en poco tiempo en un callejón sin otra salida que una traumática separación de la que medran abogados y procuradores, o un simulacro de Infierno que les hará infelices. El miedo a la soledad de uno (o de dos) termina convirtiéndose en una soledad al cuadrado, como sabiamente definió Fito Páez, algunas vidas en común. Luego están los "reflexivos" que, aún concientes de lo efímero del amor, escogen vivir una cárcel pragmática apuntando a compartir las cargas de una vida a la que en cualquier caso deberán hacer frente, dividiendo el peso y los temores. Los hay tan reflexivos y pragmáticos que llevan a cabo con éxito su estratagema y terminan siendo la justificación de algunos imitadores sin el talento y la capacidad de renuncia necesaria, o los iconos de una mentira almibarada de boda de diamantes.
La gran mayoría de sus acólitos no llega siquiera a las bodas de propileno y en un gran porcentaje vuelven a intentar el pacto de largo alcance con algo más de sabiduría y cautela.
El amor debiera vivirse como lo que es, un milagro fugaz y no una inversión en La Bolsa, porque cualquier expectativa propia de rentabilización chocará, casi indefectiblemente, con las del socio accionista. Es muy improbable que el desarrollo de las ambiciones de dos personas sea el mismo( y más aún si se trata de un hombre y una mujer). Las miserias de uno y otro, afloran de la insatisfacción, y los conflictos que esta genera tienden, como único destino, a multiplicarse.
Más lamentable si cabe, es el arribo al estado de pareja o asociación con fines más o menos confesables, sin haber pasado ni por el amor ni la decadencia de este. Esta actitud utilitaria puede ser considerada como una infamia cuando es obra de uno, o como un pacto de economistas cuando son dos los que bailan el tango de "Lávame la ropa Catalina, que yo te protejo". Sé que hago mal en juzgar las estrategias de supervivencia de la gente, pero debo reconocer que me produce desagrado ver como las ilusiones o los sentimientos que debieran ser más nobles caen en la categoría de mera herramienta del procomún (gracias Sr. Royuela).
Deseo (más que creo) que el amor pueda vivirse desde la libertad, sin condicionamientos de orden práctico que desvíen o contaminen sus designios; para ello es necesario siempre ser autosuficiente y no contar con el otro más que para las cuestiones innecesarias desde el punto de vista práctico. Se me contestará que todos necesitamos afecto, pero eso es una falacia; en realidad todos "queremos" afecto pero vivimos igual sin él. La gracia consiste en saber que aquel que nos ama, lo hace por nosotros mismos, y no porque seamos una pieza más en su mecanismo de vida o mera supervivencia.
Atendiendo al comienzo de esta elucubración descarnada debo reconocer que la belleza se ha marchado escandalizada tras los primeros compases de estas reflexiones; queda así el pensamiento desnudo de un hombre que, sin saber exactamente lo que es el amor, tiene absolutamente claro lo que no lo es. Buenas noches.
29.12.05
27.12.05
Bienvenidos a Infierno S.A.
A partir de ahora, este es vuestro rincón para entender el porqué, en muchas ocasiones, decimos una cosa y nos interpretan de forma distinta. Es que hay siempre un diablillo oculto en vosotros, que se expresa sobre vuestras palabras con una persuasión de la que carecéis en general; claro, la ignorancia y la mala intención de los demás, también ayuda.
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